EXPOSICIÓN / 'Los héroes de Georg Baselitz' del Guggenheim de Bilbao es una de las grandes muestra que hay ahora en España

La apoteosis del antihéroe

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Los héroes de Georg Baselitz
Exposición del Guggenheim de Bilbao 'Los héroes de Georg Baselitz'. / Efe

Una de las grandes exposiciones que se pueden ver este verano tiene cita en el Guggenheim de Bilbao, algo nada raro ya que la programación de este museo está entre las de más alta calidad del país. Hasta el 22 de octubre nos esperan en sus salas la casi totalidad de la serie dedicada a los antihéroes que el artista alemán Georg Baselitz creó entre los años 1965 y 1966, cuando contaba 27 años y que reflejaba a la perfección la cuestión que entonces le obsesionaba: “Lo que nunca he podido evitar es a Alemania y el hecho de ser alemán”.

Palabras que revelan la problemática de una época en Alemania, y no sólo por la desnazificación, sino que alude a algo más personal. Baselitz vivió durante gran parte de su niñez y juventud en tiempos convulsos, nació en 1938 en vísperas de la II Guerra Mundial, con una posguerra marcada por una extrema hambruna y, luego, una juventud marcada por el totalitarismo de la República Democrática hasta el extremo de ser calificado como “inmaduro sociopolítico” por los responsables de la Academia de Bellas Artes de Berlín Este, lo que equivalía a la proscripción. Esas experiencias, con su inevitable deje de amargura y resentimiento, son sentimientos reflejados en estos héroes de Baselitz de cuerpos agigantados en contraste con sus diminutas cabezas, recurso que el artista percibió en una visita a Italia en 1965, cuando conoció los cuerpos gigantes de Pontormo.

Contemplar estos héroes tiene algo de fastuoso y mucho de inquietante: los retrata de frente, con violenta y teatral gestualidad, con colores brillantes y estrambóticos y en las posturas más discordantes: de pie, en cuclillas, al modo de crucificados, todos con mochilas que suponemos muy pesadas, todos vestidos con uniformes, sean campesinos, artistas, profesionales... hasta que caemos en la cuenta de que en realidad estos héroes pueden ser autorretratos. Para Max Hollein, uno de los comisarios de la muestra, la cosa no deja lugar a dudas: “estas figuras emanan de una profunda necesidad interior y desarrollan una reflexión intemporal sobre la existencia del artista. La obra recoge su precario estado experiencial en un mundo roto”.

La serie consta de 60 pinturas y 30 dibujos y grabados en madera, modalidad gustosa especialmente a los artistas alemanes. La mayor parte de esta serie puede verse en el Guggenheim después de haber pasado por Frankfurt, Estocolmo y Roma, ciclo de exposiciones que cierra Bilbao dentro de la programación promovida por el XX aniversario de su fundación en la ciudad vasca. Petra Joos, otra de los comisarios de la muestra, resalta la fascinación que Baselitz siempre tuvo por Courbet, a quien dedicó un cuadro de la serie y, sobre todo, su fidelidad al figurativismo en una época que premiaba el arte abstracto porque resultaba menos problemático ya que no había en el pasado referencias concretas, en contraste con el particular expresionismo que cultivaba Baselitz , y que daba lugar a una estética sin concesiones. De hecho, su primera exposición, en 1963, en la galería Werner & Katz de Berlín, provocó un escándalo de esos propios de principios de siglo, e hizo que dos de sus obras fueran retiradas por inmorales.

Después de esta serie de los héroes llegaría la etapa de las pinturas fracturadas y las invertidas. En ellas se aprecia mayor sarcasmo e, incluso, humor. Es la época en la que le daba por poner todas sus figuras cabeza abajo, como el cuadro titulado La señora Lenin y el ruiseñor y que el Guggenheim de Bilbao adquirió en 2010. Tremendo: se trata de un conjunto de 16 obras de gran formato que Baselitz pintó en 2010 donde Lenin es representado como un travestí y Stalin como un ruiseñor.

La serie de los héroes carece de ese sarcasmo, es pura herida abierta y sugiere, en otra escala, los contornos de las figuras de Francis Bacon.

Una muestra recomendable. Nosotros añadimos que, de paso, quien se acerque a la exposición no se pierda la obra de la serie permanente de ese artista que posee el museo. No todos los días podemos contemplar a Lenin travestido, al modo de una Drag Queen de la política y el disimulo. Bellísima metáfora de la hipocresía.

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