Salvo excepciones, el cine español hecho por las grandes cadenas privadas (el único que tiene verdadero éxito y no siempre) peca de convencional, está hecho bajo un mismo patrón comercial, con sus lugares comunes, sus clichés y sus sobadas fórmulas de género. Les pasa tanto en sus ordinarias comedias como en sus impersonales filmes policiales.
Plan de fuga es el perfecto ejemplo de película de atracos respaldada por una gran producción pero que no cuenta nada relevante, ni emociona, ni impacta. Aunque, eso sí, te mantiene entretenido en todo momento. Nuevo policial patrio tras el alto listón dejado por la brillante Tarde para la ira y nueva peli de atracos tras la entretenida 100 años de perdón, pero Plan de fuga no da la talla.
Bien rodada y producida (y con una estupenda música de Pascar Gaigne), su problema es el guión. Estamos ante la historia de un butronero que es contratado por mafiosos del Este y que en el minutos 40 da un giro descomunal y forzado que no funciona. Tampoco funciona la relación entre el butronero y su amigo drogadicto, pobremente escrito. Aquí no hay una buena construcción de personajes. Y no digamos las subtramas amorosa y familiar (con un niño enfermo no sabemos por qué razón) porque esas ya son directamente de risa. Los pobres personajes de la amante y la mujer del protagonista son puro rastrojo.
En Plan de fuga, título con doble sentido que descubrirán cuando vean la película, nos volvemos a encontrar con Luis Tosar y Javier Gutiérrez, juntos de nuevo tras la efectista El desconocido. Tosar hace de policía del Departamento de robos con el piloto automático (aunque te lo crees desde el minuto uno) y Javier Gutiérrez hace de yonqui. Y es, sin duda, lo peor de toda la película. Me van a perdonar sus fans y sé que es un hombre premiado y respetado, pero a mí me empieza a parecer que siempre hace lo mismo. Creo que es un actor limitado, repetitivo y con pocos registros. Aquí como drogodependiente está inaguantable y su caracterización (con dientes postizos y pupilas dilatadas y enrojecidas) es exagerada, muy poco creíble.
Menos mal que está el eficiente Alain Hernánez, que defiende bien el papel de malote macarra y que ya nos sorprendió en la tronchante Rey tuerto, una comedia a reivindicar. Este actor, si se lo monta bien, seguirá dando que hablar. Y sobre Alba Galocha, a la que ya vimos en El hombre de las mil caras y pronto la veremos en la serie La Zona, poco hay que decir. Su personaje es un florero.
Lo más tremendo de todo, eso sí, es la poca verosimilitud de una historia supuestamente realista. Nunca se nos dice en qué ciudad suceden los hechos, algo completamente disparatado porque resta realismo al relato. No recuerdo un buen policial en el que no sepa dónde se desarrolla. Pero es que, encima, la película salta de localizaciones madrileñas a Bilbao como si tal cosa. Ves calles capitalinas y, de repente, verdes montañas. Y te dices: ¿Verdes montañas en Madrid? Un absoluto disparate, vamos.
Una pena, en definitiva. Otro policial fallido, otra película-fórmula vacía de personajes y con una historia demasiado enrevesada y plana. Tras la floja La distancia, de hace más de diez años, el director Iñaki Dorronsoro también escribe el guión y lo hace de forma mediocre. Quizás los productores tendrían que haberse gastado más pasta en ese currante del cine llamado guionista. Lástima. Una vez más.
El plan B:
Warren Beatty estudió en Nueva York con Stella Adler, la profesora de Brando, y llegó a Hollywood en 1958. La Metro le ofreció un contrato de 400 dólares a la semana con casa y coche incluidos. Pero las cosas no le fueron bien y regresó a Nueva York para trabajar en teatro. Allí lo vio el gran Elia Kazan, que le dio el papel protagonista de Esplendor en la hierba y cambió su vida.
Woody Alen dijo de él: “Si tuviera que reencarnarme en alguien, lo haría en las yemas de sus dedos”. Su lista de amantes es de traca: Isabelle Adjani, Brigitte Bardot, Leslie Caron, Julie Christie, Joan Collins, Goldie Hawn, Diane Keaton, Elle Macpherson, Madonna, Vanessa Redgrave, Diana Ross, Liv Ullmann, Natalie Wood... Lo curioso es que fue precisamente Beatty el que dio la primera oportunidad en cine a Allen en ¿Qué tal, Pusycat?.
Beatty, que rechazó películas como Dos hombres y un destino o El padrino, fue el responsable de que Hollywood cambiase de la noche a la mañana y se modernizase. Y todo gracias a Bonnie & Clyde. Jack Warner, capo de la productora con su apellido, no quería hacer más películas de gangsters y le dio una chapa tremenda para evitar su proyecto como protagonista y productor. Cuando le señaló las iniciales WB de su despacho y le preguntó, arrogante, qué significaban, Beatty le dijo: “Significan Warren Beatty”. Lo echó del despacho, claro, pero finalmente logró hacer la peli, que fue un éxito morrocotudo y cambió la forma de hacer películas en Hollywood.
Ahora se despide con La excepción a la regla, un viejo proyecto, acariciado durante años. Pero la película no funciona. Beatty interpreta al magnate y mujeriego Howard Hughes, un personaje que hubiese bordado hace 15 años pero para el que ya está muy mayor. La película, con un repartazo, es floja, aburre. Pero que te quiten lo bailado, Warren. Has sido un grande. Gracias por todo.