El encanto hechicero de la música hace que mantenga que ese ritmo machacón con letras arrastradas y palabras arrancadas de lo cotidiano se inventase mucho antes que por la negritud desarraigada norteamericana por nuestra Lola Flores que le daba a la síncopa ya en la tremenda posguerra. Con esta analogía, no por facilona menos real, quiero resaltar lo que de tradición tienen en realidad las supuestas rupturas. Y ello viene a cuento por la edición, por parte de Malpaso, de una obra inédita de David Foster Wallace, escrita en colaboración con Mark Costello, que tiene como tema el rap. Se titula Ilustres raperos. El rap explicado a los blancos, y parte de una pregunta un poco falaz, llena de esa peste de corrección política pero que funciona como retórica literaria. El libro comienza preguntándose, “Qué derecho tienen dos yuppies blancos a intentar hacer un muestrario de lo que es el rap”, algo que estamos dispuestos a contestar, “ ¿Y por qué no? Entonces caemos en la cuenta de que la pregunta es pura excusa periodística para entrar en materia.
No nos defraudan las páginas siguientes. La traducción de Javier Calvo es excelente y la introducción de Nando Cruz es una verdadera síntesis de esa modalidad musical, poco entendida a este lado del Océano. Foster Wallace se interesó por este fenómeno en el 89, cuando se fue a estudiar a Harvard y allí conoció a Mark Costello, un novelista que en aquel entonces era estudiante y adepto al rap, esa nueva manera de expresión de los negros. El resultado es este libro, uno de los primeros en estudiar el fenómeno e intentar explicarlo en sus justos términos, un libro modélico como reportaje periodístico pues soy de los que creo que Foster Wallace es probable que con La broma infinita escribiese una de las grandes novelas de las últimas décadas, pero desde luego es seguro que es un cuentista excepcional y un periodista digno de figurar al lado de los gurús del Nuevo Perodismo, los Tom Wolfe, Guy Talese, Capote... Y para ello remito a dos reportajes de fábula: uno sobre los cruceros por el Caribe y otro sobre el duelo que en Wimbledon sostuvieron Roger Federer y Rafael Nadal y que fue recogido en el libro El tenis como experiencia religiosa, libro que no tiene nada que envidiar a El combate, de Norman Mailer o ¡Campeón! de Ring Landner, dos clásicos de la literatura deportiva.
Foster Wallace era un tipo de una muy fina sensibilidad social, su reportaje sobre un concurso en el Medio Oeste es modélico en este sentido, por lo que no es de extrañar que los mecanismos de diferenciación de clases y su protesta estuviera en las premisas con las que aborda el fenómeno del rap, un fenómeno muy antiguo. Tiene su base en los sesenta aunque tomó carta de naturaleza con el surgimiento del hip hop en la década de los setenta en el South Bronx neoyorkino. Cantado a capella, el rap se diferencia del spoken word en que sigue un ritmo, el denominado pulso, beat, que le otorga ese aire tan característico y que mantiene unas normas que parecen surgidas de lo más remoto de las sociedades secretas de negros en el Sur cuando el Ku Kux Klan estaba en su apogeo: de hecho sus intérpretes son conocidos como Maestros de Ceremonias y sus adeptos gustan de creerse unos entendidos con unos aires de misterio que para sí quisieran algunos miembros de arte conceptual.
Ilustres raperos: los hubo y los hay: 2pac, The Notorious B.I.G., Eazy-E, Rakim, Eminem, Public Enemy... y si bien me ha dado por poner como antecedente a Lola Flores,entre negros y gitanos las músicas son extrañamente capilares, lo cierto es que ya la Memphis Jug Band, en su tema Whitewash Station, de 1928, le daba a un ritmo rapero muy reconocible, al igual que los Beale Street Sheiks, en el 27, con su tema It´s a Good Thing, por no hablar de James Brown, copiado, sambleado dicen, hasta el hartazgo, por los raperos. Como es cierto,asimismo, que existen músicas ancestrales, como el Griot en Senegal, los Bertsolariak en Euskadi, las Cantigas ao Desafío en Portugal, el Emka Slamta en Etiopía o el Contrapunteo en Venezuela y la Payada en Argentina, que anteceden al Rap en su supuesta originalidad. La verdad es que el RAP es un movimiento reconocible en cualquier lugar del mundo, con intérpretes tan castizos como nuestros Código Mortal, Poder Oscuro, SFDK, Club de los Poetas Violentos, La Mala, La Excepción con su mezcla gitana, El Langui como estrella mediática, Morodo o Chulito Camacho, y me dejo decenas de nombres en el tintero.
El rap es música muy difundida pero poco estudiada y valorada en términos a veces conmiserativos, al modo del flamenco en tiempos pretéritos y merece acercarse a este reportaje e Foster Wallace porque nos hace entender el fenómeno en lo que vale, amén de permitirnos leer a uno de los grandes de nuestro tiempo.
Ni que decir tiene que el halo de violencia y peligrosidad inherente a muchos de sus intérpretes ha ejercido de fascinante atracción para muchos bienpensantes a quienes les pone la rebelión en forma vicaria... pero esto es otra historia.