Pues señor, érase una vez, hace muchos, muchos años, cuando no había móviles ni sistemas WhatsApp de comunicación, los viajeros ilustres escribían en cuadernos sus impresiones del viaje o las ideas que le sugerían ciertos lugares, el traqueteo del tren, los caminos de baches por donde discurría la diligencia o el galopillo de la mula. Las notas las tomaban después, no mientras, claro está.
Miguel de Unamuno, aquel profesor ceñudo que apoyó la sublevación franquista al principio; el mismo que retó a esa autoridad a la fuerza, después, al calibrar lo que pasaba en 1936; aquel señor de Bilbao que pasó su madurez en Salamanca, añorando siempre su tierra vasca; aquel mismo tomaba notas de viaje en sus excursiones por algunos países de Europa que luego guardaba celosamente.
«Como lo escribí a mis veinticinco años, lo encuentro ahora lleno de cosas que no me satisfacen y por otra parte tengo respeto a meterme a retocarlo. Es algo así como un documento privado y personalísimo. Lo escribí pensando para mí y sin el menor propósito de que fuese jamás publicado. Son desahogos de un muchacho”, había escrito a su amigo y traductor Gilberto Beccari, en 1908.
Esos dos cuadernos, que una persona anónima compró en el extranjero, se presentaron en el Ateneo, de Madrid el ultimo día de enero como libro: Apuntes de un viaje por Francia, Italia y Suiza (Oportet Editores), cuidadosamente editado por Pollux Hernúñez y Emilio Pascual.
Unamuno hizo ese viaje de casi 50 días, a los 25 años, en 1889, invitado por su tío Claudio. Y, según sus editores, aunque la Universidad de Salamanca publicó el año pasado un volumen de apuntes, aforismos y notas sueltas del bilbaíno, este libro de viajes, más coherente y completo, puede ser considerado como su primer libro.
“Se viaja para huir de donde se parte”, decía el autor de Niebla, lo que constituye casi una declaración de principios aunque un tanto contradictoria con su eterna nostalgia del terruño. En estas páginas se lee ya a un joven intelectual formado, fino observador de la realidad que va descubriendo y afilado crítico de lo que pasa a su alrededor. Un aspecto muy interesante es que en ellas, se contienen muchos datos biográficos de una etapa de su vida de la que se sabía poco.
El editor traiciona la intención del autor al publicar estas páginas casi sin retocar más que algunas erratas, pues, como el propio Unamuno escribe nada más empezarlas, “Aquí hay de todo: notas de viaje, descripciones, apuntaciones personales, impresiones, observaciones, chinchorrerías y esqueletos de articulillos que me ha sugerido lo que he visto o el aire que he respirado. Todo ello a la buena de Dios, sin orden ni concierto, como iba saliendo. Es la cristalización de un viaje para cuando quiera volverlo a hacer cómodamente sentado en mi casa, sin molestias de tren y registros de aduana”. Pero, cuando las lean, estarán conmigo en que es una traición más que tolerable, plausible.
Saluda la llegada a Barcelona como a “la primera población de España” lejos de “aquel baho de miseria que despide Madrid”. Para después protestar: “Todo cristo empeñado en hablarme catalán. Aquí creen que todos son catalanes, lo cual es en ellos tener una excelente idea del prójimo. Sin embargo, se les echa en cara orgullo y egoísmo”.
Ya en Italia se queja del calor de julio y deja escapar ciertos rasgos de humor que salpica en todas las páginas: “De paso por Pisa vi desde la estación la famosa torre inclinada. Me pareció una obra de confitería que se cae por haberse derretido en parte”. O casi al final del viaje, aún en París: “Hoy nos vamos nosotros y llega el sha de Persia. Ya tengo ganas de volver a ver España, es decir mi país vasco".
Y así, siguiendo; no es cosa de alargarse porque son más de 250 páginas, con algunas fotos, muchas notas enriquecedoras y otros detalles de meticulosidad que, a lo mejor, se podrían haber evitado, aunque a los bibliófilos les van a encantar.
Pasados los 80 años de espera desde su muerte, el día de fin de año de 1936, los textos que queden por publicar están ya libres de peajes, así que –considerando que Unamuno escribió sin descanso sobre lo divino y lo humano- irán saliendo al mercado cartas, apuntes varios y otros artículos inéditos del que fue rector de la Universidad de Salamanca dos veces, y dos veces expulsado por expresar libremente lo que pensaba, que es lo que toda la vida hizo este ilustre vizcaíno, gustara o no. ¡Feliz lectura!