El Museo Nacional de Arte Reina Sofía acogerá desde el 26 de abril al 26 de septiembre, y bajo el comisariado de María Dolores Jiménez Blanco, la exposición Campo cerrado. Arte español 1939-1953, que pretende arrojar luz sobre uno de los períodos peor estudiados de la historiografía del arte español, un período en el que el franquismo se encuentra sumido en una confusa concepción de lo que debe ser el arte y que, ya a partir de los primeros años 50, optará por la acomodación con cuentagotas de lo que se llevaba en Occidente. Es época muy mal estudiada y esta muestra posee, por ello, un valor didáctico que no debería perderse de vista.
De los grandes totalitarismos europeos, sólo el fascismo italiano mantuvo una relación con las vanguardias, no olvidemos el papel de gentes como Gabrielle d´Annnunzio y Marinetti en la conformación de Mussolini y la posterior importancia de la arquitectura en la consolidación del Régimen con la creación del E.U.R.. En Madrid tenemos un edificio de cierta semejanza con éstos de Roma, el del actual Ministerio de Sanidad, en el Paseo del Prado, antigua sede de los Sindicatos Verticales. Por contra, el nazismo, de marcada tendencia pequeñoburguesa y funcionarial tachó a éstas de arte degenerado, al igual que el estalinismo que veía en ellas movimientos revisionistas cuando no marcadamente reaccionarios.
El franquismo poseía una mentalidad estética muy tradicional, del mismo modo que los republicanos más conservadores, que veían en Mariano Benlliure al gran escultor español. Cuando comenzó la guerra civil, los franquistas, como mucho, delegaron en la estética de Falange, que bebía un tanto, pero deslavazada, del imaginario fascista italiano, porque la cosa no les preocupó mucho, sobre todo al principio, y ello se aprecia, desde luego, en el cartelismo de propaganda. Compárese a Sáenz de Tejada, Joaquín Valverde, Olasagasti o Álvaro Delgado, del lado franquista, con Josep Renau, Manolo Prieto, Bardasano, Aurelio Arteta o Amado Oliver, también los hermanos Arturo y Vicente Ballester Marco, para saber de qué estamos hablando. Como mucho los mejores carteles recordaban un art decó pasado por cierta estética expresionista.
Ya en 1938, Eugenio d´Ors, nombrado Jefe del Servicio Nacional de Bellas Artes, y adscrito a un previsible falangismo, tuvo que realizar una especie de canon de la estética franquista cuando presentó en la Bienal de Venecia, y presentó al pintor Ignacio Zuloaga como paradigma de la misma; ese Zuloaga que realizó, por un exceso de celo, el cuadro más ridículo habido sobre Franco, al presentarle con todos los atributos del Régimen, al modo de nuevo César, sin orden ni concierto. Ni aposta hubiese salido mejor.
En 1951, el crítico Rafael Santos Torroella y el arquitecto José Antonio Coderch son los encargados de diseñar el Pabellón Español de la IX Trienal de Milán. Mezclan, entonces, muestras de la artesanía popular española con incipientes obras de vanguardia. Mezclan, así, la poesía de Federico García Lorca con algunas obras del entonces joven Guinovart.
Son los años que median entre estos dos periodos los que componen la muestra que presentará a finales de abril el Reina Sofía. Una exposición que amparada en el título de una novela de Max Aub quiere deshacer algunos tópicos. La profusión de obras presentadas en aquellos años revelan una complejidad mucho mayor que la que quiere ver un salto desde el nacionalismo tradicional y folclórico de los 40 a la apertura del Régimen en vistas a un incipiente arte abstracto.
La muestra estará dividida en varias secciones: 1939; Imagen y propaganda; De la restauración del academicismo a la renovación: Eugenio d´Ors; El campo y la ciudad: aspectos de la vida cotidiana de la España de la autarquía; Exiliados y expatriados: el regreso de Joan Miró y el rescate de las vanguardias históricas; De la escuela de Altamira y Dau al Set; La renovación arquitectónica; El debate abstracción-figuración y la apropiación oficial de lo moderno. Se tocan casi todos los aspectos sociales y estéticos de la posguerra y ello hace de esta muestra una rareza en el panorama de las exposiciones en España, que clarifican poco la problemática de nuestra historia más reciente. En este sentido bien puede afirmarse que, gracias a ella, muchos españoles tendrán la oportunidad, por primera vez, de saber el modo complejo en que se conformó el arte de la posguerra, en consonancia en cierta manera con lo que ocurrió en el terreno literario.
¿Obras de artistas que se exponen? Muchas, algunas de estupenda factura.
¿Artistas? Grandes la mayor parte de ellos, algunos escritores: Llorens Artigas, Max Aub, Joan Brossa, Joan Brotat, José Caballero, Robert Capa, Eduardo Chicharro, Eduardo Chillida, Pancho Cossío, Modest Cuixart, Dalí, Carlos Edmundo de Ory, Díaz Caneja, Julio González, Eugenio Granell, José Guerrero, Guinovart, Jardiel Poncela, Maruja Mallo, Manuel Millares, Edgar Neville, Oteiza, Palazuelo, Benjamín Palencia, Picasso, Joan Ponç, Josep Renau, Sáenz de Tejada, Gutiérrez Solana, Alejandro de la Sota, Tàpies, Remedios Varo, Zuloaga...
Nómina espléndida, en conjunción con la complejidad y densidad de aquellos años, que luego se simplificaron por conveniencia e ignorancia.
Una exposición imprescindible para entender nuestro pasado más reciente.