En el prólogo a los Cuentos Completos de Julio Cortázar en Alfaguara (una edición fallida donde faltan, al menos, todos los relatos de La vuelta al día en ochenta mundos, incluyendo esa maravilla kafkiana que es La caricia más profunda), Mario Vargas Llosa cuenta que el cambio que experimentó el escritor argentino a finales de los sesenta fue "el más extraordinario que me haya tocado ver nunca en ser alguno", una mutación que le recordaba a aquella metamorfosis imposible del hombre en pez y del pez en hombre en Axolotl. Se refiere Vargas Llosa a esa caída del caballo que sufrió Cortázar cuando emergió de la crisálida del intelectual latinoamericano encerrado en una torre de cristal para abrazar la causa de la revolución cubana. El Nobel peruano no hablaba de oídas, puesto que él fue uno de los que empujó a su amigo a conocer de primera mano los logros de la revolución, tal y como cita Miguel Dalmau en su biografía Julio Cortázar (p. 342): "Yo estaba tan entusiasmado con Cuba que le repetía: Tienes que ir, Julio, es una experiencia formidable, es otra cosa. ¡Y aceptó y fue!"
Vargas Llosa no era el único deslumbrado por la epopeya de aquellos barbudos que derrocaron la tiranía de Batista y luego se opusieron frontalmente al matonismo de los Estados Unidos en el continente. Aquella falange variopinta incluía a las futuras primeras espadas del boom y a otro ramillete variopinto de escritores en lengua española. Sin embargo, ese idilio entre los intelectuales y la revolución se fue resquebrajando a lo largo de los sesenta, en el momento en que la vanguardia de la literatura iberoamericana empezó a cuestionar la dictadura de Fidel Castro. A las rencillas, discusiones y disidencias siguió la polémica por el caso Padilla, que terminó por separar las aguas de aquel magno Amazonas de tinta en dos bandos cada vez más irreconciliables. De un lado quedaron García Márquez, Carpentier, Cortázar y Benedetti; del otro, Fuentes, Vargas Llosa, Semprún y Cabrera Infante.
Es posible que la metamorfosis de Cortázar fuese extraordinaria, pero no tanto como la del propio Vargas Llosa, que pasó del maoísmo entusiasta de sus años de juventud al neoliberalismo irredento de su madurez. Al fin y al cabo, Cortázar nunca militó en la derecha, ni siquiera de refilón; sólo era un demiurgo de biblioteca a quien de repente se le abría una ventana al mundo, mientras que los bandazos ideológicos de Vargas Llosa profetizan la trayectoria estrafalaria de tantos juntaletras hispánicos que no le llegan a la suela del zapato: Jiménez Losantos, Pío Moa o César Alonso de los Ríos.
A partir de los sesenta, Cortázar dedicó mucho de su valioso tiempo a la política. Trabajó en el Tribunal Russell, que investigaba las denuncias contra los derechos humanos, las torturas inhumanas y los golpes de estado promovidos por la política estadounidense, y más tarde se implicó de lleno en la revolución nicaragüense. Es probable que su obra se resintiera por culpa de ese compromiso, pero no menos que la de Vargas Llosa en su campaña presidencial, antes de ser derrotado por Fujimori. El último episodio en la metamorfosis radical del premio Nobel peruano es el descubrimiento de su nombre en los Papeles de Panamá, la mayor filtración de evasores de impuestos jamás descubierta, que él atribuye a "algún asesor de inversiones o intermediario" que actúo sin su consentimiento. El penúltimo, no menos asombroso, fue la entrevista a dúo con su flamante novia, Isabel Preysler, en el semanario ¡Hola!.
Al otro gran premio Nobel hispanoamericano de las últimas décadas, García Márquez (con quien Vargas Llosa mantuvo una disputa a guantazos por razones nada ideológicas), muchos le reprochan su ceguera ante los desmanes de Fidel Castro, a cuyo lado permaneció como si el propio escritor hubiera acabado preso en las páginas de El otoño del patriarca. No obstante, para bien y para mal, Fidel Castro quedará en los libros de historia como uno de los líderes clave del pasado siglo y una figura esencial en la política latinoamericana. No se puede decir lo mismo de las marionetas y mamarrachos a quienes Vargas Llosa ha prestado su apoyo y talento en los últimos años, gentes como José María Aznar o Esperanza Aguirre.
Hombre, tanto Aznar como Aguirre tienen cosas de mamarrachos, aunque también el primero puntos bastante positivos en los primeros cinco o seis años de su legislatura, antes de enloquecer y ponerse a hablar en mejicano.
Pero el líder clave tiene unos miles de muertos a sus espaldas, otros miles de exiliados y una isla empobrecida y sin libertades gracias a una dictadura militar de décadas y décadas.
Es que hay algunas comparaciones que indudablemente se realizan desde el sofá de casa con la copa de brandy en la mano.
En menudo sofá debes de estar sentado tú para hablar así del genocida de Las Azores, un tipo que apoyó y todavía justifica el asesinato de cientos de miles de iraquíes.
No sabía que Vargas Llosa se había casado, creí que seguía de novio con Presysler. Lo cierto es que no leo sus obras. probablemente se merezca todos los homenajes y premios, no lo discuto, pero no me apetece leerle. No me gustan sus amistades y lo que dice . Como no les puedo excluír de la vida política y social de este país y encima me toca pagar las fechorías de algunos de ellos, me permito el lujo de seleccionar quien entra en mi biblioteca. Me merezco respeto.
Oye, Croquetiforme, Aznar llegó a presidente de Castilla y León con el apoyo de unos corruptos y ejerció de corrupto mayor. Fraga lo nombró jefe del PP después de echar a Mancha, que ganó en buena lid a Miguel Herrero de Miñón. Ganó las elecciones a González en 1996 por trescientos mil votos de diferencia y gobernó con el apoyo del todopoderoso y corrupto Pujol. Así que de mamarracho nada, tienes razón. Un corrupto falsario que hizo trampa hasta para librarse de la «mili».
Aznar es un criminal de guerra junto a Blair y Bush, que con sus desestabilización de Irak, Libia y Siria han contribuido a la mayor catastrofe humanitaria del siclo XXI. Si hubiera democracia en el mundo estaría procesado y condenado junto a los otros tontainas y a tiranos como el de Arabia Saudi o turquí, los verdaderos sátrapas , los nuevos nazis.
Vargas Llosa no solo comparte apoyos e ideología con los asesinos que se hicieron la foto en Las Azores, también simpatiza con las atroces monarquías medievales árabes y con las masacres que están provocando en las diferentes guerra que la industria de las armas, «el complejo militar-industrial» ya denunciado en su día por el mismísimo Eisenhower, en las diferentes guerras que en este momento siguen asolando países como Siria, Libia, Ukrania, Yemen,…Sí para el metamorfoseado Vargas solo hay como dictaduras las repúblicas que se enfrentan al imperialismo euro-yanqui.
Vargas Llosa no solo comparte apoyos e ideología con los asesinos que se hicieron la foto en Las Azores, también simpatiza con las atroces monarquías medievales árabes y con las masacres que están provocando en las diferentes guerras que la industria de las armas, «el complejo militar-industrial» ya denunciado en su día por el mismísimo Eisenhower, guerras que en este momento siguen asolando países como Siria, Libia, Ukrania, Yemen,…Sí, para el metamorfoseado Vargas solo hay como dictaduras las repúblicas que se enfrentan al imperialismo euro-yanqui.