Sombras, título de la exposición de Andy Warhol que estará en Bilbao, en el Museo Guggenheim, hasta el 12 de octubre, es una de las grandes muestras artísticas de este año en España. Reúne los 102 paneles que es parte de la colección de la Dia Art Fundation, y en su momento, cuando se expuso en Nueva York, fue una revolución en el mundo de la pomada artística porque constituye el momento en que Warhol, después de una ausencia de varios años, expone su obra con más clara tendencia a la abstracción. Juan Ignacio Vidarte, director del Guggenheim de Bilbao, recalcó en la presentación de la muestra este aspecto cuando afirmó “que le aleja de la faceta más conocida de Warhol”, mostrando “claras referencias a la abstracción”. Guiño probable y algo malicioso de Vidarte a la exposición que tiene lugar en el mismo Guggenheim, en su tercer piso, de Ciento Cincuenta Marilyns multicolores, justo la faceta más célebrada de Warhol, la más popular, su lado más pop. El contraste habido entre las dos exposiciones ayuda a entender la enorme plasticidad e, incluso, camaleonismo, del artista norteamericano. Tiene algo de inquietante esta reflexión sobre el uso de la luz, los colores, por tanto, y el espacio. Arriba, el rostro igual y, sin embargo, cambiante, de la famosa actriz...
Esta obra fue un encargo de la Dia Art Fundation, que entonces se llamaba Lone Star, en el que Warhol tenía que realizar cien paneles: hizo 108, de los que la Fundación se quedó con 102, que casi nunca se han podido exponer de forma conjunta. Warhol, artista de enorme plasticidad e inteligencia, supo desde el primer momento de la dificultad de exponer en conjunto la obra, y la hizo modulable para que se adaptara a las dimensiones del espacio a exponer. La primera muestra de estos paneles, de hecho, estaba formada por 83, de los que sólo 67 estaban expuestos al público. De ahí que esta exposición del Guggenheim tenga su importancia, como bien dijo Lucía Aguirre, comisaria de la misma, cuando afirmó que podemos ahora ver en su totalidad lo que Warhol concibió como una única obra. Es más: Warhol quiso que los paneles se expusieran a baja altura para poder establecer una relación más cercana con el visitante. La muestra del Guggenheim ha respetado ese ruego, que no imposición, de tal manera que bien podríamos decir que la exposición que el espectador se va a encontrar en el Museo es la original concebida por Warhol. La idea, amén de respetuosa, es inteligente: resulta ser la manera más adecuada de enfrentarse con este grupo serigrafiado.
Sombras trata en realidad del juego entre dos figuras diferentes: the peak y the cap, así las bautizó Warhol, que son la misma composición, una en positivo y otra en negativo. De esta forma, la sombra negra se proyecta a veces en la de color, mientras que en otros lienzos sucede todo lo contrario, el color se sobrepone al negro. Los lienzos se pintaban previamente con pintura acrílica, que cubría con una mopa de esponja que, como bien resaltó la comisaria, se aprecia sobre todo en los verdes y berenjenas.
Esta manera de trabajar no es exclusiva de Sombras, y Warhol la empleó en la serie de Ciento Cincuenta Marilyns que se expone en la tercera planta del Museo, donde el visitante atiende antes a la imagen simbólica de la actriz y desatiende la técnica, el modo en que está compuesta la serie. Desventajas del figurativismo, donde a veces la imagen no deja ver de qué está hecha.
Sombras, además, posee la ventaja de que podemos contemplar un Warhol que quería ir más allá de su imagen de creador pop: a pesar de que dijo que las figuras representaban objetos que estaban dentro de su estudio, lo cierto es que todos sus colaboradores insistieron en su momento que el artista quiso determinar el lugar que la luz jugaba en el espacio, jugando con las alternancias que ofrecían las diversas colaboraciones entre el color y el negro. Para ello utilizó los 17 colores que ya empleó en sus obras anteriores, los verdes presentes en los autorretratos, el violeta de Desastre lavanda y el verde de Marilyn turquesa.
Sombras se expuso por vez primera en 1974, cosechando un gran éxito de crítica y público. Las críticas, con el tiempo, se hicieron menos entusiastas y el mismo Warhol tuvo que salir al ruedo explicando que sus obras solían ser bastante criticadas. Lo cierto es que en la fiesta de inauguración el artista dijo haber estrechado más de 3.000 manos, entre ellas las de Truman Capote, que no se perdía una en aquellos años donde se atisbase el brillo y el dinero. El caso es que, luego, empleó este decorado para un reportaje fotográfico sobre moda en la revista Interview, que dirigía.
Aunque Sombras está concebida como una serie que puede plegarse a las exigencias de las dimensiones en que va a ser expuesta, el caso es que Warhol no dio instrucciones sobre la colocación sucesiva de la serie y es costumbre que se emplee el orden sugerido en aquella primera por Ronnie Cutrone y Stephen Mueller, que fueron los encargados de realizarla. La muestra del Guggenheim respeta ese orden original de los 83 lienzos de aquella exposición del 74, añadiendo los 19 restantes.
En suma; una de las grandes exposiciones de estos momentos, que además posee la ventaja de la fidelidad a la reconstrucción de aquella mítica del 74.
Warhol es ya personaje histórico. Qué viejos nos hacemos.