Georges de La Tour, la luz de la soledad y la miseria

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Visitantes charlan junto a la obra 'El recién nacido' del francés Georges de La Tour, protagonista de la exposición que le dedica el Museo del Prado. / Javier Lizon (Efe)

Para calibrar la importancia de la exposición que se acaba de inaugurar en el Museo del Prado sobre la obra de Georges de La Tour, habría que decir que el museo expone 31 de las 40 obras que del pintor se conservan en todo el mundo, y de las que el Prado posee dos. Nada menos y, además, todas consideradas obras maestras y salidas de su mano. La exposición, de las grandes de este año en Madrid, permanecerá con nosotros hasta el 12 de junio.

Los franceses adoran a Georges La Tour, hubo una exposición en el Grand Palais parisino en 1997 que congregó a casi 600.000 personas, un récord absoluto en este tipo de muestras, no mediatizadas por el marketing de las figuras más modernas, sino por el aura de lo clásico. Sin embargo, para Georges La Tour llegar como lo conocemos hoy ha sido problemático. De hecho fue artista celebérrimo cuando vivía, pero se desconocía gran parte de cómo había sido su vida, incluso si había tenido taller propio, es más, si su obra podía ser considerada sacra o profana, tema muy importante en siglos anteriores, y ello hasta el punto de que muchos consideraron su obra como deudora de la escuela española u holandesa. Hubo que esperar a que un experto alemán, Hermann Voss (no confundir con el anatomista que hizo experimentos con humanos durante el nazismo, aunque fuera uno de los grandes académicos de arte en colaborar con el Régimen, siendo responsable del asesoramiento del expolio de obras de arte) publicara hace un siglo en una revista alemana, Archiv für Kunstgeschichte, un ensayo reivindicando la grandeza y genialidad del pintor francés, que su suerte cambió y desde entonces Georges La Tour pasa por ser el gran genio del Renacimiento francés y pintor comparable a cualquiera de los grandes.

La muestra ha sido comisariada conjuntamente por Andrés Úbeda, responsable en el Prado de la pintura italiana y francesa, y Dimitri Salmon, conservador del Museo del Louvre y ha sido patrocinada por Axa. Los comisarios han optado por presentar la muestra desde un punto de vista cronológico, para que el visitante atienda a la evolución de la obra del artista, un enorme y bello conjunto de figuras de gente humilde, ciegos, campesinos miserables, iluminados en su enorme soledad por la luz que sale de las velas: el efecto La Tour. Todavía nos emociona.

En la presentación de la muestra, con asistencia del ministro de Educación y Cultura, Méndez de Vigo, Miguel Zuzaga, director del Museo del Prado, resaltó la españolidad de La Tour y señaló que se comenzó a soñar con esta exposición ya en 2005, cuando en el Instituto Cervantes se descubrió un San Jerónimo leyendo una carta y al que el patrono del Prado, José Milucia, atribuyó a Georges La Tour su autoría sin dudarlo un instante. Fue el segundo cuadro del pintor para el Prado después de que en 1991, gracias al legado de Manuel Villaescusa, el museo adquiriera Ciego tocando la zanfoña. Ni que decir tiene que para Zuzaga, La Tour es precedente de las vanguardias, y así citó a Picasso, su etapa precubista, para corroborarlo. Relato, este, que no se privan de describir últimamente, cuando se inaugura cualquier muestra de un clásico. Lo de las vanguardias es obligado. Lo de Picasso también.

Por su parte Dimitri Salmon confesó que La Tour es el más popular de los pintores franceses, suponemos que no habrá tenido en cuenta a algún impresonista, y que esa popularidad le viene por el lado de los sentimientos, porque les emociona y les fascina, ya que esa luz dota a sus personajes de un misterio añadido, al que contribuye la posición de soledad de los mismos, misterio que, para Salmón, es algo que nos intriga desde hace siglos, a lo que contribuye que no sepamos gran cosa de su vida, aunque sí que nació en 1593 en la Lorena y que en 1616 hizo una buena boda con la hija de un platero, año virtuoso pues por ahí andan dos figuras, Shakespeare y Cervantes, que murieron en esa fecha y de los que celebramos sus centenarios con desequilibrada fortuna.

El caso es que en las actas de matrimonio consta que La Tour es pintor, y le tenemos en 1620 instalado en Luneville, donde pintó gran parte de su obra. Debido a los avatares políticos por los que pasó la Lorena, es fácil suponer que la obra de La Tour era mucho mayor, se calcula que diez veces mayor, pero que se perdió en estas guerras de anexión de la época, cuando el ducado perdió su independencia política. De ahí que lo que se expone, 31 de las 40 obras que se sabe son seguras de él, sea una muestra grandiosa en lo que respecta al legado de La Tour, muestra en la que no ha sido nada fácil coordinar las fuentes de procedencia, donde están implicados 17 países,

La exposición ha sido dividida en tres apartados. El primero, donde priman las imágenes de miseria y el hambre, y que estaría representada por Comedores de guisantes, cuadro emblemático de la miseria más terrible. La luminosidad primaría en el segundo apartado, con La buenaventura como lienzo emblemático, lienzo prestado por el Metropolitan de Nueva York. Por último, las obras donde prima la nocturnidad, y aquí hay un San Juan Bautista en el desierto tremendamente curioso, ya que es pintura monocroma.

En suma, una de las grandes muestras de este año en el Prado y que culminará con la del Bosco.

Enorme La Tour. Luminosidad y sombras. Zurbarán y la escuela española... grandes correspondencias.

hoyesarte (YouTube)
1 Comment
  1. paco otero says

    gracias maestro, Juristo

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