Organizan en el Centro Cultural Conde Duque de Madrid, Upfront, una exposición homenaje a los fotorreporteros de guerra que se han dejado la piel y la vida en sus misiones. Entre ellos, el más paradigmático, el excelente ser humano Miguel Gil, al que esta exposición quiere homenajear.
La muestra reúne trabajos de los 23 fotorreporteros españoles más destacados, algunos de los cuales han recibido premios internacionales, y ofrece no sólo fotografías sino también vídeos, una banda sonora, libros y un poema. Está montada para que el visitante se acerque a una experiencia real, lo más próxima posible. No se trata de acongojar con las imágenes, dice Ramiro Villapadierna, comisario de la exposición, sino que éstas “sugieren un experimento que conecta en linea los frentes del mundo con el sofá de casa, desde el que contemplamos distraída e indiscriminadamente todo el ruido y la furia visual que nos ensordece a diario”.
Para Villapadierna, que cubrió los conflicto de los Balcanes y ahora dirige el Instituto Cervantes de Praga, tras el nuevo desorden mundial del 11S brotó en España una generación de fotorreporteros muy sobresaliente, cuyo trabajo se trata de dar a conocer en esta muestra que seguirá viajando por sedes internacionales del Cervantes.
Hace más de quince años, en una emboscada, mataron a Miguel Gil junto con un colega norteamericano, en Sierra Leona. Y ahí quedó todo. Su valentía, su sacrificio, su decisión casi mesiánica, su chifladura para algunos . Ese cuerpo escuchimizado, larguirucho, enteco, esa mirada penetrante, profunda, alojada en un rostro descarnado y fino, esas manos que tanto bueno hicieron quedaron ensangrentados y silenciados para siempre. Sin que la escatimada sonrisa de Miguel Gil –espléndida y rara- pueda borrarse ya nunca más de la memoria.
Una memoria flaca en su tierra, por cierto, pero de eso no habría queja por parte de esta persona tan por encima de las condecoraciones y las páginas de papel cuché. La hay en los que le recuerdan, aquellos que tuvieron la ocasión de trabajar junto a él, de recorrer sendas minadas y soportar la crueldad y el sufrimiento supremos de la condición humana. Particularmente, la de los más pobres, los más indefensos, como se ha encargado de repetir Gervasio Sánchez, compañero de fatigas.
Ser periodista después de Miguel Gil es un reto elevado. Ya me lo pareció en el breve diálogo que sostuvimos una tarde, ya lejana, en el diario El Mundo, para el que trabajó brevemente. Sólo se puede aspirar a la humilde tarea de ayudar desde donde se pueda a que se desvelen las mentiras, aunque en ello le vaya a uno el despido de la empresa o la retirada de la confianza del capo de turno. Pecata minuta al lado del breve recorrido de Miguel Gil, su intensa misión.