Se trata de Pedro Pablo Barrientos Núñez, un militar retirado que vive en Estados Unidos, donde ha sido detenido y puesto a disposición judicial, según el Centro para la Justicia y Responsabilidad, de Florida. Barrientos fue el encargado de propinar el tiro de gracia a Víctor Jara, cuyo torturado cuerpo ya había recibido otros 44 disparos, el 16 de septiembre de 1973.
La detención y próximo proceso de Barrientos –cuyo rastro se descubrió en Florida hace tres años– es el colofón de los 42 años de esfuerzo y búsqueda de la viuda del cantante, Joan Turner, y su hija Amanda, que ya consiguieron que se encarcelase a otros exmilitares implicados, de los que al menos siete, ya han sido juzgados en Chile.
Hace 42 años, Víctor Jara fue detenido junto con otros profesores y alumnos de la Universidad Técnica del Estado, el 11 de septiembre, tras el golpe militar que acabó con la vida de Salvador Allende y de tantos otros chilenos. No duró vivo mucho en manos de sus torturadores, aunque fue un prisionero íntegro y duro de roer; hasta el último momento escribió versos.
Se ve que su militancia comunista unida a su tarea como profesor y dramaturgo y, sobre todo, a sus canciones que hablan de amor, pero también de justicia y de lucha por conseguirla, caía mal a las mentes defensoras de la tradición y el orden que habían tomado a Chile por la fuerza.
Dicen que la venganza es un plato que se sirve frío, pero no se habla de la temperatura a la que debería servirse la justicia. La viuda de Jara, Joan, ha declarado sentirse tranquila y satisfecha con esta última detención, aunque para los miembros del Centro de Justicia y Responsabilidad, de Florida –donde vive el detenido– resulta decepcionante que la justicia norteamericana sólo lo procese por torturas y ejecución extrajudicial, dejando fuera la acusación de “crimen de lesa humanidad” como se pedía, lo que implica penas más duras.
Nada de eso va a resucitar al poeta que cumpliría 83 años el 28 de septiembre de haber sobrevivido a aquel horror. Pero sí vale para evocarle y recordar a dónde conducen los salvapatrias y los buscadores de la perfección del rebaño humano. Un deporte que no cesa en muchos confines del mundo, donde anónimos Jaras sufren hasta la muerte, sin cámaras de televisión ni ángeles justicieros.
¡Qué raro se hace recordar esos hechos! Es como si no hubieran sucedido nunca, como si pertenecieran a una pesadilla recurrente. Y, sin embargo, el Chile que ahora se despierta con un terremoto, que investiga a políticos corruptos, que está gobernado por una mujer que fue detenida por Pinochet, una socialista cuyo padre murió encarcelado por los golpistas, ése es el Chile que trata de cerrar heridas que no acaban de cerrarse.
En El derecho de vivir en paz, Víctor Jara apela al poeta Ho Chi Min y los surcos del arroz por donde ha de correr el progreso y la paz. En otras canciones eleva su voz a favor de Fidel y el Che. Nada de eso supone hoy un motivo para matar como lo supuso en el Chile del golpista, pero fue gasolina para corazones valientes. Es como contemplar una vieja fotografía, que devuelve una imagen viva, aunque su protagonista esté muerto, con esa música de fondo, que disuelve el tiempo y confunde los años pasados con los de hoy.
Seguro que cuenta como abogado defensor a Felipe González. Esto aunque Felipe tenga que poner dinero.