Mientras países como Francia, Irlanda e Inglaterra plantean más medidas con que combatir la prostitución, y otros como Canadá e Irlanda del Norte buscan aplicar leyes como las suecas de 1999, que imponen multas a los usuarios, todo está preparado en Dublín para celebrar una conferencia internacional, la próxima semana, en la que delegados de Amnistía Internacional plantearán la legalización de la prostitución.
Unos 500 delegados de más de 80 países abogarán por esa despenalización -tanto para unas como para otros- convencidos de que castigar esa actividad pone más en peligro a las mujeres que la ejercen.
A este propósito se oponen organizaciones feministas convencidas de que el tráfico de mujeres es inadmisible. Además, aducen, la legalización animaría a los dueños de los burdeles a reclutar mujeres y niñas en países pobres para ofrecerles un “trabajo” remunerado, lo que choca frontalmente con la lucha por los derechos humanos. Para las organizaciones de mujeres, este planteamiento no es propio de una organización de la talla de Amnistía. Así que la polémica continúa. Como la lucha.
Para la autora de Paid for, My Journey Through Prostitution (Paperback, 2013), Rachel Moran, la postura de Amnistía Internacional (AI) es una traición, ya que eso inflaría el mercado que se llenaría de abusadores y, por tanto, de abuso, como se ha demostrado en las experiencias de Australia, Holanda, Nueva Zelanda o Alemania, donde se ha puesto en marcha.
En España, Manuela Carmena, cabeza de la alcaldía madrileña, ha recordado que la prostitución conlleva la trata de personas y que esto constituye la esclavitud del siglo XXI. Carmena ha criticado que la llamada Ley Mordaza no aborde el problema y se dedique a multar a las víctimas y ha pedido a la Fiscalía que investigue a los que viven de explotar a estas mujeres.
Volviendo a lo de Dublín, AI considera que el deseo sexual es una necesidad fundamental por lo que “castigar a los usuarios puede violar el derecho a la privacidad y minar los derechos a la libre expresión y la salud”. Además, añade que para los clientes con alguna disminución física o mental, la relación con las “trabajadoras del sexo” puede ser muy beneficiosa al desarrollarse en ellos una autoestima mayor. Un argumento que sólo parece proteger a los clientes.
En Francia, donde el debate continuado sobre la prostitución lleva más tiempo, las asociaciones de prostitutas temen que si se penaliza al cliente se incita a mayor marginalidad con lo que aumentaría la vulnerabilidad de estas mujeres y niñas. Hay que preguntarse, claro, qué grado de presión ejerce la industria del sexo y de la pornografía en este asunto. Un problema complejo.
Tres investigadoras españolas acaban de publicar un libro esclarecedor, con cifras y letras, sobre el panorama en España: El putero español (Catarata, 2015), de Gómez Suárez, Pérez Freire y Verdugo Matés. Un libro, basado en el usuario de este tipo de servicios –siempre se escribe sólo sobre las prostitutas-, en el que tratan de contestar a dos preguntas: quiénes son y qué buscan los clientes de la prostitución.
Dos preguntas con respuestas que casi tienen nombre y apellidos. Como ya se dijo aquí, el varón español es el mayor putero de toda Europa, un 11 por ciento frente al 1 por ciento de los británicos o el 4,8 por ciento de los alemanes. Un 40 por ciento de varones españoles ha pagado por sexo alguna vez en su vida.
¿Buscan placer solamente? Pues no; parece que también buscan confirmar su masculinidad ante su grupo de pares, qué le vamos a hacer. Además se da en ellos cierta ideología sexual unida a la razón concreta de la transacción, propiamente dicha. En esto –cómo no- la imagen que publicidad, programas televisivos y pornografía ofrecen de las mujeres construye en las juveniles mentes la necesidad de usar esas facilidades sexuales.
A pesar de su pequeño tamaño, el libro recoge cifras recientes que dibujan el mapa de los puteros hispanos, su edad, sus procedencias; también navega en las teorías internacionales más fiables sobre la masculinidad, desvela los minifundios y latifundios del negocio en España y presenta un perfil definido de los clientes entrevistados para una parte del libro.
Lejos de ser un ladrillo, el tomito ayuda a caer en la cuenta de la situación real de los derechos humanos en nuestro país, un discurso igualitario dominante y una práctica incoherente de determinadas personas –varones-, que está muy lejos de ese discurso. No hay que perderse el anexo donde se definen los clientes: edad, oficio, ideología política, razones para acudir al lupanar, etc.
Y de lo de Dublín, estaremos al tanto por si hay algo interesante que contar.
Por fin algo de sentido común. Bravo por Amnistía Internacional.
Madre mía…madre mía, por qué coño no dejan en paz a las putas (e inventan un plan de formación sexual, psicológica, un tipo de contrato, honorario, autónomos, que puedan tener facilidades para salir de ahí cuando quieran) y se dedican a paralizar a todas esas mafias que trafican con mujeres??? Esas señoritas no son putas, son esclavas de un capullo!!! Joder, pero en qué mierda de mundo vivimos!!!!
Amnistia Internacional, si tanto te interesa el tema de la prostitución porqué no persigues a las mafias y a la esclavitud sexual de menores que se ha dado, por ejemplo, en los llamados «cascos azules»?? Dejad de criminalizar a las personas que tratan de buscarse la vida, y dadle facilidades tanto para insertarse en ese mundo como para salir de una manera segura y sana, con total autonomía e independencia, y empezad a castigar al que verdaderamente lo merece: aquellos que secuestran a menores o trafican con mujeres desesperadas por salir adelante. ¿Dónde coño tenéis la cabeza?
Igual que hay restaurantes porque comer es un derecho y una necesidad, tiene que haber casas de citas porque la sexualidad también es un derecho y una necesidad por lo menos psicológica. Esto no tiene nada que ver con la trata de mujeres y con las mafias. Lo que hay que perseguir es la coacción y la explotación, no la libertad de buscar y ofrecer sexo aunque sea pagando.. Además, la mayoría de las veces lo que se busca no es el sexo en sí, sino el afecto.
Hala, la masturbacion es muy sana!