Baroja, otra vez: novela inédita en Itzea

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Pío Baroja
Pío Baroja, asomado al balcón de Itzea/ piobaroja.gipuzkoakultura.net/

No es que se sepa ahora, que hace tiempo se sabía que Pío Baroja dejó folios apaisados mecanografiados y sin publicar. Ya me lo había mostrado incluso Pío Caro, un día en que me acerqué a Itzea para saludar a su hermano, el etnógrafo  Julio Caro, del que escribí una despedida en El Mundo, en 1995, año de su muerte.

Lo que ahora se sabe es que una novela del autor vasco que dormía un largo sueño en los ordenados baúles de papeles que se guardan en Itzea, la casa familiar de Vera de Bidasoa (Navarra) saldrá a la luz. El actual encargado de la editorial familiar Caro Raggio, Pío Caro-Baroja, se ha mostrado sorprendido de la velocidad con que han corrido los dimes y diretes de esta noticia y, a demanda de cuartopoder.es, ha preferido esperar para hablar con más calma y en profundidad del asunto. Le tomamos la palabra, claro está, y esperaremos para que se demuestre que hasta en la vertiginosa red de redes hay gente con paciencia.

Los caprichos de la suerte, se llama el texto inédito, y trata de los años que siguen a la Guerra Civil, ese tiempo de muerte e ignominia que mantuvo a los españoles entretenidos en hacerse todo el daño posible. Un asunto que no dejó de preocupar al escritor el resto de su vida y que dejó plasmado en varias obras.

La novela cierra una trilogía –Saturnales, la llamó su autor- que forma con El cantor vagabundo y Miserias de la guerra. Aunque hay una combinación distinta de otras trilogías ensayadas y censuradas por el régimen franquista, como se detalla en su biografía.

Ya en 2006, prologando esta última novela mencionada, Miguel Sánchez-Ostiz –colaborador de cuartopoder.es y buen conocedor de Pío Baroja sobre quien tiene varios libros publicados- advertía que había guardados manuscritos listos para publicar, ya que don Pío era de lo más ordenado y meticuloso. Bueno, algún trabajo de edición y preparación ha tenido que hacerse, de todos modos.

El crítico José Carlos Mainer es el encargado de la edición de esta novela que Espasa publicará en noviembre. Dice que no se trata de una de las mejores de Baroja pero que merece la pena leerla. Pues, claro. Los barojianos estamos de suerte.

En 2016 hará 60 años que murió Baroja, lo que parece un buen pretexto para desempolvar algunos títulos, hablar de su obra y permitir que nuevos lectores caigan en la tentación de leerle. Ya hace diez años, sorprendió la cantidad de ejemplares de Miserias de la guerra que se vendieron.

Baroja fue un hombre controvertido, con altibajos en la vida y en la escritura, contradictorio, pesimista, solitario y muy crítico con la realidad política española, tanto durante la República como en los años que siguieron a la guerra y hasta su muerte, en 1956. Era un vasco madrileño, amante de las caminatas sin rumbo fijo, figura esencial de los paseos del Retiro, que fantaseaba en un viaje largo que acabara en América, pasando por París. Un viaje que trazó en sus libros.

Por encima de todo fue, como él mismo dejó dicho, un ser humano "con una fuerte aspiración ética". Debido a su espíritu crítico recibió bofetadas de todos los bandos posibles en una guerra civil. Hace unos meses, manifestantes contra el Tratado Atlántico de Libre Comercio entre Estados Unidos y la Unión Europea, del que cuartopoder.es informa puntualmente, cubrieron la estatua de Pío Baroja en El Retiro madrileño en protesta, porque, si él estuviera vivo también rechazaría semejante abuso, dijeron.

Y está vivo, como todos los grandes artistas. Como lo demuestra el que, tantos años después de emprender su última caminata, Pío Baroja será leído en primicia, como si fuera la primera vez, como un autor consagrado que lanza otra novela con la ilusión de que le lean.

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