David Benedicte *
Sostiene Andreu Martín [Barcelona, 1949] que “un lector es un señor que abre un libro sin saber lo que hay dentro y se sorprende de lo que encuentra en su interior. El escritor es lo contrario. Está justo en el punto equidistante, en la tramoya de ese proceso, y va poniendo los elementos para conseguir deslumbrar al lector”. 133 novelas para adultos, juveniles e infantiles, además de varios guiones de cómic, confieren a este ‘maestro’ la suficiente autoridad como para tener en cuenta sus palabras. Sobre todo porque es el autor de ‘negropolicial’ más prolífico de España y acaba de publicar Cómo escribo novela policíaca, ensayo sobre los secretos del género editado por la editorial Alba en su colección Guías + del escritor. Alumbra Martín, en esta entrevista con cuartopoder.es, algunas negruras del thriller contemporáneo y, ya puestos, también de la actualidad española.
– ¿Cuántos cadáveres hay en su 'fiambrera'?
– [Carcajada] Como decían en aquella película: “¡He matado a más gente que Cecil B. DeMille!”. Demasiados. ¡Buffff!, ¡perdí hace años la cuenta de mis ‘víctimas’! Quizás eso haga que, en la última que he escrito, el primer muerto aparezca tan tarde. Les pido a mis lectores que tengan paciencia esta vez porque el primer ‘fiambre’ aparecerá bastante avanzada la historia. Precisamente he tenido hoy una comida con mi policía, mi juez y mi forense de cabecera…
– ¿Disculpe?
"Sería impensable no consultar a forenses, policías y jueces si escribes novela policíaca" |
– Sí. Ellos son los que me ayudan a escribir. Es necesario. Verás, ahora que los forenses, la poli y los jueces nos han abierto las puertas, sería imperdonable no consultarlos si escribes novela policíaca. Ya que ellos son los profesionales del tema que configura tus libros. Hace años, cuando empezábamos, era impensable. Al escribir mi tercera novela, A navajazos, en 1980, ya me empeñé en que mi protagonista fuera un policía y me metí en las fauces de Vía Layetana, dentro de aquel edificio horroroso que había allí, para que me contaran cómo era un policía y cómo vivía. Porque no sabíamos cómo eran. Ahora, por fortuna, cuento con mis ‘gargantas profundas’ de cabecera.
– Y, aun así, me dice que tarda cada vez más en cargarse a un personaje.
– [Ríe] A ver si me estoy ‘amariconando’ con la edad. De hecho, el título de esta última que te comento es muy revelador. Se llama La violencia justa. Ni más ni menos. La violencia mesurada. Tendré que hacérmelo mirar…
– Sigamos mirando en su ‘fiambrera’. ¿El peor de todos ellos que recuerda?
– Mmmmm, tengo uno muy significativo. En A navajazos, la novela de la que ya te he hablado, descubrían un cadáver en las primeras páginas y me preocupé mucho de que el lector tomase conciencia de lo que quería decir aquello. Me daba la impresión de que la novela negra banalizaba, en gran medida, la muerte. La acción arranca con el cadáver de una ancianita. Yo pensé, si me encontrase esto, ¿me impactaría? A partir de ahí, siempre he tratado de no caer en esa tendencia a la banalización de la muerte.
– ¿Existe el crimen perfecto?
– Sí. Los novelistas somos creadores habituales de crímenes perfectos. Los policías dirán que no, que sólo existe el crimen mal investigado. Pero eso no es verdad. No son tan omnipotentes.
– ¿Se animaría mañana mismo a llevar uno a cabo?
– No, no. Yo soy de los que encuentran una cartera con 5.000 euros y la devuelven. Yo ya mato, pero en el papel. Es lo que dice mi mujer, que es psicóloga, cuando le preguntan si no le da miedo vivir con alguien que siempre está pensando en asesinatos. Todos los autores de novela negra somos muy inofensivos. Por eso hay tan buen rollo, cuando nos juntamos, en los festivales. Los escritores que no matan son mucho más peligrosos y torturados. Si algo he aprendido, hablando con mis polis, jueces y asesinos de cabecera, es que matar a una persona es un marrón de la hostia. Es una cosa horrorosa que no le aconsejo a nadie. Es meterte en un lío tremendo. No es inteligente matar. Por eso los psicópatas inteligentes no lo hacen.
– ¿Ha tenido alguna vez 'asesinos de cabecera'?
– Alguno he conocido. Y si no los hubiera conocido, mucho mejor. Dan mal rollo. No es algo de lo que se pueda presumir. No hace falta.
– ¿Cómo escribe Andreu Martín novela policíaca?
– [Sonríe] Pues como todo el mundo. Como buenamente puedo. Como sé, como me sale y conforme a la vida que he llevado. Evidentemente, lo único que he pretendido es que mi libro explique cómo la escribo yo y no como hay que escribirla, cosa que, en realidad, no sé. Lo desconozco. Y eso que llevo en esto desde que tenía 30 años. Es decir, desde hace 35 años.
– Y si sólo pudiese dar un consejo a un futuro escritor de ‘novela negra’, ¿cuál sería?
– Que tenga algo que decir.
– ¿Es el mismo que le dieron a usted cuando empezaba?
– No. En ese sentido, yo creo que tuve algo más de suerte. A mí, los que me dieron consejos fueron Manuel Vázquez Montalbán, Juan Marsé y ‘El Perich’ [Jaume Perich Escala]. Está contado en mi libro Cómo escribo a secas. Ahí rememoro aquel día maravilloso de mi vida en el que, habiendo escrito una novela y media, me encontré con ellos. Aquello derivó en muchos consejos. Iban desde ‘El Perich’, que me telefoneaba cada vez que acababa una buena novela policíaca para recomendármela, hasta Vázquez Montalbán, que me abrió puertas de todo tipo. Aunque él era poco de dar consejos. Y Marsé, quien me dijo que mi novela era buena aunque verdaderamente no fuese tan buena. Y se decidió a comentarme los puntos flacos que había visto en ella.
– La realidad económica que vivimos en España tiene bastante de ficción. ¿No cree?
– No me resulta muy inspiradora, la verdad. Los que se han apropiado de la palabra libertad, piden libertad para especular como les da la gana con su dinero. Así es el modelo neoliberal. Y si no puede ser así, dicen que es injusto y que les estamos impidiendo vivir. Son libros que defienden ya el paleocapitalismo de las novelas de Dickens.
– Cojamos un caso, al azar. El de la familia Pujol Ferrusola.
"Puedes apostar lo que quieras a que el banquero es el malo del 'thriller' hispano de los 80" |
– Insisto en que no me inspiran. Cuando apareció el tema de Pujol, en un pequeño foro que tengo, un blog que se llama La parida del Andreu, lo resumí en que no me extraña nada. Este señor fue banquero y ya sabemos cómo es el capitalismo para él. Si tú lees una novela negra ambientada en España y sale un macarra y una prostituta y conocen a un banquero, puedes apostar lo que quieras a que el banquero será el malo de la historia. Ocurre en todas las novelas españolas de mediados de los 80. Yo ya lo vengo diciendo hace tiempo. Parece que es imposible no resistirse a la tentación de defraudar o de quedarse un porcentaje.
– ¿Daría Rajoy para protagonizar un thriller o no acaba de verlo?
– De un thriller mio, no. Rajoy daría para poco protagonista. Incluso ni para la vida política de un país normal. A lo mejor podría dar juego escribir sobre un atentado contra él. Pero ya te digo que, lo que es a mí, no me motiva.
– ¿Y Artur Mas?, ¿sería Artur Mas un buen villano?
– Puede que sí. Artur Mas lo que tiene es que se explica muy bien y resulta convincente, cosa que no abunda en los políticos españoles. Cuando habla, da la impresión de que ha estado mucho tiempo pensado y estudiando lo que tenía que decir. Es difícil que un entrevistador le pille las vueltas. Me lo podría imaginar como el malo de mi próxima novela. Y daría para un malo suficientemente inteligente para que nos preocupara bastante. Sería un digno rival de mi protagonista.
– No me negará que Pablo Iglesias sí que podría ser ese protagonista.
– Mira, sí que sería bueno. De hecho, podríamos hacer un thriller con Pablo Iglesias y Artur Mas. Pablo Iglesias también se explica muy bien, por cierto. Has hecho bien en citarlo. Mas ya está instaurado y Pablo sería un buen opositor. Hablo dentro del panorama patético de los políticos en este país. Estaría bien, por una vez, poder oír un debate inteligente hecho por gente inteligente.
– ¿Tuvo algún problema, en sus comienzos, por escribir en castellano?
– No, no. Ni mucho menos. Mi ilusión era empezar a escribir en catalán porque yo leía una colección mítica de policíaca llamada La cua de palla y yo quería escribir ahí. Pero no sabía catalán y me costó mucho decidirme. Y durante mucho tiempo lo hice en castellano, sin problema. Siempre he publicado lo que he querido, en los dos idiomas. Claro que yo soy muy profesional [sonríe irónico].
– ¿Y para cuándo un President negro?
– [Carcajada] No lo sé. Pero llevamos camino... Cada vez tenemos una sociedad más multiétnica. Cada vez te encuentras más a gente de otras razas hablando catalán con toda naturalidad. Uno de los novios de mi hija era camerunés y hablaba perfectamente tanto el castellano como el catalán, y no se había educado aquí. Y he conocido a mucha gente de etnia norteafricana, o negros directamente, que uno ya no sabe qué tiene que decir con esto de la corrección política, y hay mucha gente que habla catalán. Y muchos alemanes. Es curioso, pero últimamente te encuentras a muchos alemanes que hablan catalán.