‘Número Cero’, una metáfora grotesca del periodismo actual

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Cubierta de la novela de Umberto Eco.

En los años setenta, Umberto Eco mantuvo una polémica con el periodista Pietro Otone sobre la posibilidad de separar los hechos de la reflexión. Aquel debate tuvo cierta repercusión pero, como casi siempre, la memoria no suele ser buena aliada de lo que se lee en los medios de comunicación y aquello pasó al olvido. Sin embargo, Eco, que es hombre persistente, ha retomado parte de aquellas reflexiones para construir una metáfora grotesca del periodismo en su última novela, Número Cero, publicada por Lumen, la casa editora española a la que se ha mantenido siempre fiel el escritor italiano porque apostó fuerte cuando era un desconocido semiólogo y editó en el 80 El nombre de la rosa sin saber siquiera que iba a convertirse en un nuevo género, el best seller de corte culto.

Umberto Eco construye una historia terrible a partir de un chantaje sucio, espléndido en su sordidez, casi una invención de un mister Hyde de bajo coste, la del comendador Vimercate, que idea crear un periódico hecho de números cero, es decir, periódicos compuestos que nunca salen a la venta, para chantajear a los poderosos de Italia y, de paso, vengarse de sus enemigos. El periódico se llama Domani, Mañana, y entremezcla todos los días medias verdades junto a mentiras monstruosas hasta crear una pesadilla grotesca donde se entrecruzan la trama Gladio, creada por la CIA, junto a las Brigadas Rojas, terroristas infiltrados por el Estado, y el asesinato del Papa Juan Pablo I, es decir, parte de la historia más reciente de Italia que vuelve a sus orígenes, la creación de un frente secreto en los años de plomo para combatir una posible victoria del comunismo, el asesinato de Aldo Moro, el atentado de la estación de Bolonia. La historia pasa por el asesinato del juez Falcone y llega incluso a inmiscuirse en el atentado a Juan Pablo II o a una hipotética invasión de la URSS.

Para ello Domani se crea con lo más granado del periodismo delirante del país, desde el director Simei al periodista Colonna, encargado de crear, ya que es un escritor fracasado, un libro titulado Domani: ieri, Mañana: ayer, que tampoco saldrá a la venta. Completan el cuadro Maia Fresia, experiodista de la prensa del corazón, Cambria, especialista en temas de rojos; Lucidi, que es colaborador en revistas que nadie conoce y, finalmente, Romano Braggadocio, especializado en escándalos de primer orden y protagonista real de esta fábula siquiera sea por lo delirante de sus pesquisas y porque, finalmente, se comporta como una víctima real: muere de un tiro en la espalda.

Umberto Eco es señor que se divierte mucho: el libro se presentó en la pasada Feria del Libro de Frankfurt en inglés y con el título, Es la prensa, querido. A partir de aquí el éxito estaba asegurado, pues el ilustre profesor y novelista prometía desvelar todas las tramas delirantes que pueblan el periodismo de cloaca, “la maquinaria del fango, porque llevo cuarenta años reflexionando sobre los límites y las posibilidades del periodismo”, como le dijo a Roberto Saviano en una reciente conversación sobre lo que le había movido a escribir el libro.

En cierta manera lo ha hecho como un aviso para navegantes. Incide, sobre todo, en las tramas delirantes, que es algo que le gusta mucho porque no hay que olvidar que Eco es medievalista y la literatura fantástica le puede. Como en un libro sobre periodismo no puede poblar a éste de animales fantásticos, algo que le fascina, lo trastrueca con motivos delirantes salidos de las propias crónicas periodísticas, un bestiario igualmente fantástico: llama la atención que Umberto Eco fantasee con que el cadáver de Mussolini era el de un doble y que vivía en realidad refugiado en Argentina, amparado por Perón, y que fue requerido para dar un golpe de estado cuando los años de plomo y volver, así, triunfante a Italia en 1969 por parte de Borghese, pero no pudo ser porque Mussolini falleció de un infarto en el avión que le llevaba su país. Causa cierta inquietud comprobar que no hace más de dos semanas se podía leer en algún diario español que Hitler había huido a Argentina después de la guerra y que vivió escondido en una localidad llena de refugiados alemanes con una identidad falsa. La realidad, en este caso, bajo forma de noticia de prensa, imitando a la ficción bajo la forma de una novela. Umberto Eco, una vez más, ha dado en el clavo.

Parodia feroz del periodismo, divertida, terrible, en realidad no se diferencia gran cosa de ilustres clásicos que han recreado en sus narraciones estos temas, como el Balzac de Las ilusiones perdidas, cuyo título lo dice casi todo, o Bel ami, de Guy de Maupassant, la mejor novela sobre periodismo, según Guillermo Cabrera Infante; o Noticia bomba, de Evelyn Waugh. La diferencia no es lo que se cuenta, sino el modo de afrontarlo, y en la época del periodismo digital, Umberto Eco ha construido una sátira mordaz del oficio con rasgos de fantasmagoría pesadillesca que se muestra más veraz que el realismo puro y duro.

Eco parte de los sucesos que dieron lugar a lo que luego se llamó Tangentopolis, que fue la causante de que el orden político de posguerra se derrumbara para alumbrar a Berlusconi, que probablemente es la figura real que se esconde tras algunos rasgos del comendador Vimercate. Pero esta circunstancia no implica que Número Cero sea una sátira de la política italiana. Cualquiera puede identificar rasgos en la prensa de su país. No hace falta ir muy lejos: quizá hasta el quiosco de la esquina. Eco, con su habitual lucidez, ha dejado lo peor en el número cero, el número que no se ve. Le toca al lector adivinar.

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