Empezar bien el año: 5 películas de catástrofes

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Los cuatro jientes del Apocalipsis. /
Los Cuatro Jinetes del Apocalipsis, de Alberto Durero. / Wikipedia

No hay que andarse por las ramas ni poner paños calientes sino atreverse a iniciar la andadura anual con el pie izquierdo, metiendo la pata bien a fondo. Una buena película de catástrofes es el mejor modo de desafiar el mal fario y enseñarle al recién nacido quién manda. Es como un sortilegio a la inversa, porque a partir de ahí las cosas sólo podrán mejorar. Muchos pesimistas son sólo optimistas bien informados o neoliberales disfrazados o incluso existencialistas en rebajas. Un pesimista a menudo es un optimista que no se atrevió a salir del armario.

Recordemos aquella gloriosa sentencia de Leibnitz cuando decía que "vivimos en el mejor de los mundos posibles". Regocíjemonos porque no puede haber nada peor que la guerra, el hambre, el cáncer, el ébola, el Estado Islámico, Putin, la CIA y Mariano Rajoy. "El mundo está bien hecho" decía el bueno de Jorge Guillén, quedándose tan pancho, y lo mismo tenía razón y todo. Según el inventor del cálculo infinitesimal, que el uno por ciento de la población posea el noventa y nueve por ciento de la riqueza es lo mejor que podría pasarnos. Aleluya.

Una buena película de catástrofes (muchas de ellas suelen ser también catastróficas) resulta un ejercicio excelente para templar el carácter y tensar los nervios. Barcos que se hunden, rascacielos que se incendian, meteoritos que vienen a destruir el planeta, plagas bíblicas que diezman la población mundial son desastres tremebundos que, en comparación con nuestras pequeñas miserias cotidianas, nos harán sentirnos insignificantes desgraciados, meros aficionados de la mala suerte, quejicas lamentables. El ejercicio de la ficción nos preparará para afrontan los 365 días que se avecinan con alegría, estoicismo y relatividad. Llevamos en ello, al menos, desde el Apocalipsis, aunque con los efectos especiales y los digitales la pornografía de la destrucción últimamente ha adelantado mucho.

Cuando ruge la marabunta (1954), de Byron Haskin

Espléndido ejemplo de conjunción metafórica entre desastre natural y tensión sexual no resuelta, esta cinta anuda sin ningún pudor ni disimulo el eros y el tánatos bajo un discurso obscenamente neocolonialista. El hombre blanco, representado por un basto y feroz Charlton Heston, está muy ocupado deforestando la selva tropical como para perder el tiempo eligiendo pareja, con lo que envía a su hermano a la civilización para que le consiga una hembra acorde a sus deseos y su naturaleza depredadora. El guión no revela de qué murió la anterior esposa, pero evidentemente pudo ser de cualquier cosa excepto de una sobredosis de ternura. La recién llegada, Eleanor Parker, resulta una fogosa y exuberante viuda pelirroja aficionada a tocar el piano y las narices. El capataz decide enviarla de vuelta a casa sin siquiera ponerle la mano encima, porque es de los que le gustan estrenar la vajilla, pero en ese momento aparece una monstruosa plaga de termitas devorando todo a su paso cual banqueros armados de hipotecas. Como hace mucho calor y el sol pica mucho, una noche la Parker le pide al Heston que le unte cremita en la espalda - el gesto de apartarse la cabellera y mostrar el hemisferio de su piel resulta de un erotismo perturbador y deslumbrante-. Tanto que Heston, apretando mucho las mandíbulas, tiene que untarse a sí mismo aceite para que las hormigas le resbalen y estar a la altura. El final, con un torrente desatado que destruye la marabunta, la granja y los recelos matrimoniales, es la eyaculación más gloriosa del cine.

El coloso en llamas (1974), de John Guillermin

Un arquitecto con ideas de bombero lucha por llevarse más primeros planos contra un bombero metido a arquitecto. El arquitecto, interpretado por Paul Newman, parte con ventaja ya que aparece desde el primer rollo de película, mientras que el bombero, interpretado por Steve McQueen, tiene que esperar hasta que la barbacoa alcance su punto crítico. Para darle emoción a la cosa, los guionistas subieron a un montón de viejas glorias del séptimo arte (entre las que se cuentan Ava Gardner, William Holden y Fred Astaire) hasta el último piso y los dejan allí con la intención de que se bronceen a tope. La película cosquillea el fervor marxista de la lucha de clases cuando a los millonarios, en plena fiesta de inauguración del edificio, les llega el olor de la chamusquina y empiezan a darse cuenta de que el histórico menú incluye una parrillada de etiqueta. Luego el holocausto se vuelve bastante confuso, con ascensores que se despeñan y cristaleras que revientan, y el espectador se aburre con tanto chuletón poco hecho mientas espera que el anciano Fred Astaire se marque un bailecito antes de diñarla. Sin embargo, es el fuego el que se lleva todo el protagonismo, robándole descaradamente planos al bombero y al arquitecto, que al final se hacen amigos porque, como dice McQueen en una excelente lección de capitalismo, sin arquitectos no hay bomberos ni tampoco viceversa.

Armageddon (1998), de Michael Bay

Un asteroide la hostia de gordo se dirige a la Tierra con la intención de cobrar el alquiler. Lamentablemente, el único hombre que podría salvar al planeta no es un científico loco ni un militar enajenado ni un poeta romántico ni Margaret Thatcher, sino un gañán aficionado a la minería y enamorado celosamente de su propia hija (Liv Tyler), al estilo de esos reyes medievales que no quieren saber nada de novios ni de príncipes. El gañán, interpretado con ruda eficacia por Bruce Willis, está tan obcecado en su delirio incestuoso que ni siquiera hace caso de las primeras señales de alarma y sólo se dedica a perseguir a su futuro yerno (Ben Affleck) con la intención de eliminar la competencia. Por desgracia, lo distraen de sus intenciones homicidas en el momento más inoportuno y al final el ejército lo recluta junto a sus amigos, sus explosivos y su equipo completo de Black & Decker. El resto de la película es una escena que salió mucho mejor en su parodia de dibujos animados (Monstruos S. A.) y una larga y tediosa secuencia de bricolaje cósmico en la que los protagonistas se saltan todos los principios de la astronomía, la astrofísica y la escritura de guiones.

Guerra mundial Z (2013), de Marc Foster

Una plaga zombi arrasa el mundo mientras Brad Pitt intenta salvar su peinado y hacer mucho turismo. Al mismo tiempo, los guionistas se las apañan para adaptar una novela magistral de Max Brooks dejándose en el tintero toda la inteligencia, el ingenio, la ironía, la crítica social y la metáfora política, sin conservar del libro nada más que el título. Desde que George A. Romero inauguró el género en su fabulosa La noche de los muertos vivientes, las películas de zombis se dividen en dos grandes grupos: las de zombis rápidos y las de zombis lentos. En ésta corren que se las pelan aunque tienen el problema de que son hipocondríacos y la gente enferma les da mucho asquito.

La aventura del Poseidón (1974), de Ronald Deame.

La mejor película de catástrofes de la historia ofrece por el mismo precio una grosera alegoría religiosa y un anuncio de viajes sobre los cruceros de lujo donde la verdadera diversión empieza cuando el trasatlántico se vuelca en Nochevieja por culpa de un maremoto. La diferencia con Titanic es que aquí el peso de la película no lo llevan ni el barco ni el iceberg sino un elenco de actores de primera línea. Un cura, interpretado con solvencia sobrenatural por Gene Hackman, guía a un grupo de creyentes en el juego de la ascensión, porque hay herejes recalcitrantes que, a pesar de las burbujas y la decoración invertida, todavía no se han dado cuenta de que el barco está cabeza abajo como en las bienaventuranzas y que la salvación está donde siempre estuvo: en la sala de máquinas. De camino hacia la salvación, Shelley Winters hace una exhibición de buceo y Ernst Borgnine otra de mala leche. El espectador avisado sabe que la cosa va a terminar muy mal en cuanto descubre que el capitán es Leslie Nielsen.

2 Comments
  1. Cinéfilocabreado says

    En EL COLOSO EN LLAMAS no aparece Ava Gardner, sino Jennifer Jones. Donde sí aparece es en TERREMOTO.

    Por cierto, puestos a escoger una película de zombies, yo recomendaría ZOMBIE o EL DÍA DE LOS MUERTOS, antes que WORLD WAR Z.

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