Hace unos días el PP recibió en su sede de Génova una felicitación navideña intempestiva: la del butanero. En un primer momento, visto cómo se la gastan los populares al volante, muchos pensamos que a lo mejor Carromero había montado una autoescuela. Entre espías que derrapan sin carné, políticos que conducen borrachos, magistrados que corren en moto sin casco y lideresas que atropellan motos por las bravas, más tarde o temprano tenía que pasar algo. Era lógico que después de saltarse el código penal, el código civil y hasta el código de Hammurabi, los populares acabaran saltándose también el código de circulación. Otra opción era que a Ana Mato le hubiese crecido otro coche en el suelo por vía paranormal.
Pero no, resulta que un pobre empresario arruinado, harto de impunidad, que agarró dos bombonas de butano y unos cuantos kilos de nitrato de amonio, lo introdujo todo en un Xantia y se dirigió como un kamikaze contra la sede del PP. El hombre pretendía hacer volar buena parte del edificio en una catarsis de venganza pero lo único que consiguió es que nos riéramos todos mucho, especialmente los contables del PP, a quienes les ha dado una excusa cojonuda para llamar otra vez a los albañiles. Hacía sólo unos meses que nos habíamos enterado de que la sede había sido financiada con dinero negro y ahora les toca otra vez inflar números, hacer facturas falsas, firmar finiquitos en diferido, en fin, toda la compleja aritmética del embrollo que acarrea la contabilidad del PP desde que Fraga tomaba el sol en Palomares.
Para explicar la acción del kamikaze -que no para justificarla- se ha recurrido a una depresión sufrida doce años atrás, a una educación deficiente, al consumo de drogas y al alcohol, es decir, que con ese historial, más su afición a pisar los pedales, aún han tenido suerte de que no fuese un diputado del PP. Se les ha pasado por alto la causa principal del rencor, la que muy posiblemente motivara el alunizaje, pero para eso habría que saber a quién había votado este hombre en las pasadas elecciones. Azul y con gaviotas.
Es mucho mejor que alguien descargue su furia contra el verdadero culpable de sus males mediante un atentado incruento y espectacular en lugar de cometer la estupidez de arrojarse de un balcón o ahorcarse de un árbol. En cualquier caso, el alunizaje político de este pobre hombre me ha recordado esa figura folklórica del butanero, ese agente naranja a quien el resto del año nunca ves la cara porque va cargado de bombonas escaleras arriba y abajo y que te saluda con un inconfundible acento polaco. Creo que ya está prácticamente extinguida esa costumbre de felicitar personalmente la Navidad casa por casa, cuando cada profesional dejaba una pequeña tarjeta a medida de su salario y de su esperanza. Hoy se lleva más bien la enhorabuena impersonal, el video chorra prefabricado en internet, el mensaje de móvil o de guasap. Estas son otras cuatro felicitaciones típicas de estas fechas que te recuerdan que ya llegó la Navidad como un accidente de tráfico.
La Felicitación de los Grandes Almacenes
Cuando alguien piensa que está siendo víctima de un complot, que sus datos personales (domicilio, teléfono, dirección de correo electrónico y número de cuenta corriente) han sido capturados mediante una costosa operación secreta de la CIA desvelada en alguna página perdida de Wikileaks, suele olvidar que él mismo desveló toda su intimidad aquel día que compró un osito de peluche, un bolso de marca, un reloj de cuarzo o un par de libros, y llegó una señorita sonriente para ofrecerle una tarjeta de crédito con descuento a cambio de su biografía completa. No lo olvide la próxima vez, cuando reciba esa felicitación navideña personalizada por parte de la FNAC, El Corte Inglés, Carrefour y otros filántropos.
La Felicitación de tu tío, el de Huelva
Todos tenemos un familiar, no necesariamente millonario, que sólo se acuerda de ti en estas fechas tan entrañables. Puede vivir en Huelva o en Connecticut o a tres manzanas de tu casa, pero usted no le verá el pelo en todo el año, ni le llamará para acordarse de su cumpleaños, para preguntarle qué tal le van las cosas después de seis meses de paro, ni siquiera le enviará un miserable correo para indagar qué tal le fue en el quirófano y si ya le quitaron esa piedra en la vesícula. Es en las navidades, esa ficción temporal ineludible, cuando este hombre recuerda que sí, que tiene un sobrino o un primo o incluso un hermano y entonces, diligentemente, se acuerda de usted durante el momento en que menea el pulgar. Hasta el año que viene.
La Felicitación de la Óptica
Sirve para recordarle que usted tiene tres o cuatro dioptrías, que hace mucho que no se revisa la vista y que hay una oferta de lentes bifocales disponible hasta el 5 de enero. Es el momento también de pensar cuánto tiempo hace que no se cambia de gafas o que no les regala unas a alguien.
La Felicitación de la Casa Real
Esta, de verdad, sí que no hacía ninguna falta. Ya ha habido bastantes cacerías, princesas, juergas; ya hay suficientes gastos, dispendios y francachelas como para añadir el trabajo del fotógrafo, la maquilladora, el encargado del photoshop, el informático y el resto de parafernalia que elaboran este Christmas monárquico. Juan Carlos I nos endilgaba cada año un bonito mensaje navideño que solía ser calcado del anterior; el de Felipe seguro que va a ser una sorpresa. Aunque lo más bonito de todo sería que el rey fuese de puerta en puerta, como el butanero, pidiendo el aguinaldo.