Acaban de enterrar en Montpellier al hombre en cuya guitarra dibujó Picasso, al que Dalí consideró el mejor guitarrista conocido, que alternó con Brigitte Bardot y Jean Cocteau y que vendió casi cien millones de discos a lo largo de su carrera. Ricardo Baliardo, se llamaba, un supermillonario que se lo gastó todo en la ruleta, las juergas, los coches de lujo y la vidorra, en general.
Había nacido hace 93 años, en el seno de una familia gitana dentro de una caravana que, de aquella, se encontraba al sur de Francia, en la Camargue. Desde los nueve años vivió pegado a una guitarra con la que ha exhalado su último suspiro, rodeado de una familia más que numerosa, incontable.
Se acuñó para sí mismo el sobrenombre de 'Manitas de Plata', porque la categoría del Oro ya la tenía adjudicada Andrés Segovia y este gitano era un ser respetuoso con los maestros incontestables.
Es curioso que su obituario recorra las páginas de la prensa anglosajona, de Europa y América, y aquí nada se diga. Se comprende porque su relumbrón le llegó en los alegres años sesenta, entre las terrazas de los cafés de la Costa Azul francesa y los conciertos que daba en sitios de grandes dimensiones como el del Carnegie Hall neoyorquino o en la sede de las Naciones Unidas, para conmemorar la Declaración Internacional de los Derechos Humanos. En España, entonces, se estaba en otra cosa.
Trabajador incansable, Manitas llegó a dar 150 conciertos al año, en la década de los setenta, cuando se encontraba en la cúspide de su fama. Su última aparición la hizo todavía en 2012, en el Olympia de París, donde fue homenajeado.
Una de sus sonadas apariciones tuvo lugar en la inauguración de la Galería de Arte Moderno de Nueva York, donde interpretó unas potentes soleares con su primo, José Reyes, para inspirar a Salvador Dalí, que compartía escenario con los gitanos, al tiempo que dibujaba un jinete a caballo, marcando el compás. Se aporta un video impagable, para curiosos impenitentes.
Manitas de Plata fue un gitano prodigioso con su guitarra. Analfabeto, le leían las buenas críticas que se producían en la prensa cada vez que daba un recital. Se fundió la guita que había ganado a caudales, sí, pero también dio de comer a más de 80 familiares. Un caso parecido al de Lola Flores, salvando las distancias.
En fin; que descanse en paz este polvorilla de la guitarra flamenca, que irritó a más de un purista con sus heterodoxas creaciones.
Yo le conocí en Paris, primeros años 60. Le vi actuar varias veces pero no en grandes espacios, al revés. en pequeños escenarios. Ya era muy famoso en Francia porque allí de guitarra española, que era lo suyo, muy poquita idea. A mí no me gustaba nada, que me reunía a menudo con guitarristas muy serios, gitanos, españoles, que no hacían aspavientos como él, pero que te dolían el alma al escucharles.