Jordi Savall, los pesares y las lágrimas

Ignoro cuántos asesores trabajan para el ministro Wert y cuáles serán sus méritos y remuneraciones, pero, sean cuántos sean y sean cuáles sean, daría lo mismo que lo asesorara un tonto con una tiza. Con la que le está cayendo encima al proceso soberanista catalán, más las investigaciones abiertas sobre la familia Pujol y las amenazas que pesan sobre Artur Mas, sólo a un lerdo profesional se le ocurriría concederle el premio Nacional de Música a un excelso músico barcelonés que no sólo ha recibido numerosas ayudas y distinciones de la Generalitat, sino que además bautizó a uno de los tres grupos de música antigua que ha fundado con el sonoro e inequívoco nombre de Capella Reial de Catalunya.

Digamos que no era el mejor momento, en medio de las hostilidades abiertas entre los gobiernos respectivos, para intentar un acercamiento por la vía artística. Y añadamos que Wert (precisamente Wert, un hombre que ha enojado y humillado a todo el tinglado cultural hispánico) era el menos indicado para hacerlo. A Savall le ha faltado tiempo para rechazar el galardón con una carta abierta al ministro que es una bofetada con guante blanco y en la que denuncia la barbarie de la institución que preside, simbolizada en ese 21% de IVA a las producciones culturales, el más alto de todo el continente europeo. Justo al poco de descubrirse que algunos de los principales cabecillas de ese mismo gobierno se habían pulido una millonada de euros entre viajes, comilonas y juergas con putas, un grupo de teatro decidió adscribirse bajo al epígrafe de espectáculo porno, gravado únicamente con un 4%. Basta esa diferencia entre el IVA del teatro y el del porno para comprender las inquietudes culturales del ministro.

A la guerra abierta contra la cultura que el PP ha declarado desde que llegó el poder, y que alcanza todos los ámbitos (cinematográficos, musicales, editoriales y artísticos), se suma además el abandono secular de una disciplina que en nuestro país (la patria de Guerrero y de Albéniz, de Victoria y de Falla) está dos escalones por debajo de la religión y uno por debajo de los trabajos manuales. Pero Savall ha señalado bien claro quién es el enemigo y no ha dejado pasar la ocasión de ridiculizar a un ministerio (mejor dicho, a varios) que siguen considerando que la música consiste en llenar de babas una flauta. Una vez publicada y leída la carta, la historia sonaba a lo de siempre: a que Wert quería hacerse una foto con el que probablemente sea el mayor músico español vivo a cambio de treinta mil euros, lo que se pulían los pelagatos de Caja Madrid en una juerga de peluqueras a las dos de la mañana.

Lógicamente, la renuncia ha sido criticada desde ciertos sectores, puesto que recientemente Savall había aceptado la Medalla de Oro de la Generalitat, una institución que también ha recortado lo suyo en materia de enseñanza musical. Sin embargo, hay varias diferencias sustanciales: la primera, la diferencia monetaria entre ambos premios, ya que la Medalla de la Generalitat vale únicamente el oro que pesa; y la segunda, el hecho de que en numerosas grabaciones de la inmensa discografía de Savall aparece el sello de la Generalitat señalando las subvenciones y ayudas prestadas.

Por otro lado, la trayectoria del eminente violista  y director español está tan trufada de distinciones, desde el bando de Chevalier de las Artes y las Letras de la Legión de Honor francesa hasta la Creu de San Jordi, pasando por innumerables nombramientos y premios, que la concesión del Ministerio de Cultura llegaba, como tantas veces, mal y tarde. Poco puede importarle un honor más a un hombre que sabe muy bien que la música consiste en entrelazar el silencio con el viento. En la escena final de la película Todas las mañanas del mundo, donde la banda sonora está a su cargo, un decrépito y afligido Marin Marais entiende, después de toda una vida consagrada al lujo mundano, que la música no sirve nada más que para revivir a los muertos. Ha aprendido al fin la lección de que los aplausos, éxitos y oropeles no son más que notas falsas, y que él en la música ya sólo busca los pesares y las lágrimas. Marais mueve el arco sobre las cuerdas de la viola, suena un aria tristísima y ante sus ojos aparecen los fantasmas de su maestro, el señor de Sainte-Colombe, y de su hija Madelaine, que se suicidó por su amor ahorcándose de un árbol. A lo largo de casi cinco décadas de trabajo, Jordi Savall se ha dedicado a rescatar muchas partituras de culturas diferentes (árabes, judías, turcas, inglesas, francesas), pero ante todo se ha esforzado en resucitar los gloriosos espíritus de la música española, las danzas de alegría, las misas austeras, las marchas imperiales, las viejas melodías enterradas bajo el peso del olvido y el polvo de los siglos: Juan del Enzina, Mateo Flecha el Viejo, Cristóbal de Morales, Alonso Mudarra. Hoy, más que nunca, los pesares y las lágrimas.

'Chacona: A La Vida Bona (Arañés)'. Capella Reial de Catalunya con Jordi Savall. / Belarmo (YouTube)