David Torres
A nadie se le escapa que la ficción televisiva en las últimas dos décadas ha estallado en una verdadera explosión de talento. Antes, salvo gloriosas excepciones, daba grima comparar cualquier teleserie con una película de gran presupuesto; ahora sucede más bien al contrario. El formato de larga duración, con la narración extendiéndose a lo largo de varias temporadas, permite a los equipos de guionistas explorar hasta el límite la psicología de los personajes y los meandros más insospechados de la trama. Las grandes teleseries de los últimos años son algo así como la antimateria de los viejos culebrones: férreas cadenas novelísticas con las que los espectadores se sientan hipnotizados ante una pantalla que hace ya tiempo que dejó de ser pequeña y plana.
Yo Claudio (1976)
Cronológicamente, es muy posible que la miniserie histórica de la BBC fuese la primera en reventar y reinventar el género. Basada en la magna novela de Robert Graves, la obra exploraba en diez capítulos la naturaleza malsana del poder en las primeras décadas del imperio romano. Encabezados por un asombroso Derek Jacobi, que a su vez estaba flanqueado por Sian Phillips, John Hurt, Brian Blessed, George Baker y Patrick Stewart, entre otros, el impresionante elenco de actores británicos daba vida a una época sanguinaria en la que Augusto, Livia, Tiberio, Calígula, Claudio y Nerón se sucedían en el trono entre conspiraciones, homicidios rencillas y venganzas. Es posible que el maquillaje fuese un tanto burdo y los decorados de cartón-piedra, pero el aspecto teatral de la producción enfatizaba una violencia física y psíquica como pocas veces se ha visto: un Claudio tartamudo jugando la comedia de la idiotez; una Livia untando amorosamente de veneno los higos con que se alimentaba su esposo Augusto; una Mesalina lúbrica que organiza un concurso de resistencia sexual con la mayor prostituta de Roma; un Calígula enloquecido que devoraba el feto de su hermana. Faltaban cuatro décadas para la majestuosa Roma de John Milius pero los ingleses ya lo habían enseñado todo.
Los Soprano (1999-2007)
La teleserie que cambió para siempre el rumbo de la ficción televisiva empieza con la historia de un jefe mafioso, Tony Soprano, que acude a terapia para intentar controlar unos terribles ataques de ansiedad. Mafia, psicoanálisis y familia, el cóctel irresistible con que David Chase tapizó el buque insignia de la HBO, muestra una vez más la podredumbre del sueño americano con una violencia y un humor salvaje que se coloca por derecho propio al lado de las grandes películas del género: los Padrinos, El precio del poder, Érase una vez en América, El honor de los Prizzi y Uno de los nuestros, cinta esta última con la que guarda un estrecho aire de familia. Para la eternidad quedará la creación de Tony Soprano, un capo irascible, glotón y campechano interpretado por un glorioso James Gandolfini que fue a morir a Roma como si le hubiesen preparado una emboscada.
The Sopranos, season 1 trailer. / Def Zoee (Youtube)
A dos metros bajo tierra (2001-2005)
Alan Ball descubrió que la vida es la cara oculta de la muerte con la historia de una familia de enterradores cuyo patriarca muere en el piloto, inaugurando la costumbre de abrir cada capítulo con un fallecimiento que preside la trama. Como Los Soprano, Six Feet Under es un análisis de las relaciones familiares, esta vez deconstruidas a partir de las extravangancias de la madre y de la hija, y el contraste entre los tres hijos que llevan el negocio: el atildado David, avergonzado por su homosexualidad y su libido desenfrenadada; el adoptivo Rico, que lucha por hacerse con las riendas del negocio con la astucia de un bastardo de Shakespeare; y el encantador Ned, el hombre que nunca hace lo que quiere hacer sino lo que cree que los demás quieren que haga. Tierna, emocionante, ácida, alegre y triste como ella sola, A dos metros bajo tierra es una augusta danza de la muerte pero también, y ante todo, una aterradora celebración de la vida, de sus pasiones, sus asperezas, sus ausencias y sus límites.
Band of Brothers (2001)
La teleserie bélica por excelencia es una producción de Spielberg y Tom Hanks que se quedaron con ganas de repetir después de la experiencia de Salvar al soldado Ryan. Escanciada en diez sobrios y soberbios capítulos, narra con una extraordinaria aleación de intimidad y épica la historia de la compañía Easy de la 101ª Aerotransportada, desde el desembarco de Normandía hasta la toma del Nido de Águilas. Los capítulos dedicados al cerco de Bastogne y el romance apenas insinuado entre el enfermero de la compañía y una enfermera francesa, con un pañuelo que viene y va, manchado de sangre y cubriendo heridas, son de una emoción y una pureza casi insoportables.
La mejor juventud (2003)
Una de las mejores películas europeas en lo que va de milenio es, en realidad, una miniserie de la RAI de seis horas de duración que arrasó en los cines y que cuenta la historia del último medio siglo de la historia de Italia a través de las visicitudes de una familia romana y, en especial, de dos hermanos, quienes, a partir de un incidente terrible con una muchacha que acaba en el manicomio, deciden consagrar sus vidas a diferentes dioses: Nicola a la psiquiatría, Matteo primero al ejército y luego a la policía. La inundación de Florencia, las Brigadas Rojas, el asesinato del juez Falcone, la Mafia, la Camorra, Andreotti, el cierre de la FIAT, forman el telón de fondo para esta apabullante ópera de encuentros y desencuentros, de azar y de hermosura. Lo menos que puede decirse de esta obra maestra es que está a la altura de dos de sus escenarios principales (una finca en la Toscana y una casa en la playa, a la sombra del Stromboli). Imposible no verla de una sola sentada.
The Shield (2002-2008)
FX Networks intentó disputarle la hegemonía a la HBO con este policíaco formidable, uno de los más intensos y trágicos jamás realizados. Hay muchas tramas en The Shield pero básicamente es la historia de un grupo de policías corruptos (el Grupo de Asalto) que controla una barriada de Los Angeles y cuya amistad se va diluyendo a medida que se interna por los complejos laberintos del crimen. Desde el poderío de su inconcebible protagonista, Vic Mackey (encarnado por un grandioso Michael Chiklis), la teleserie creada por Shawn Ryan agolpa a un conjunto de personajes tan oscuros como atractivos en un tren de adrenalina pura lanzado a velocidad endiablada que va quemando vagones temporada a temporada. Ante todo, más allá de su narrativa matemática y enloquecida, The Shield es un torbellino moral de fascinación irresistible que culmina con el que tal vez sea, hasta la fecha, el desenlace más prodigioso de la televisión.
The Shield Series. / crookallchris (Youtube)
Mad Men (2007-...)
A falta todavía del cierre definitivo, la teleserie creada por Matthew Weiner para AMC ha marcado una época y un estilo en el ya de por sí brillante y colorido panorama televisivo de la última década. Ambientada con asombrosa precisión en el New York de los años sesenta, Mad Men explora el lado oscuro del sueño americano a través de las complejas relaciones de poder entre los ejecutivos y secretarias de una agencia de publicidad. Sin apenas un grito o una gota de sangre, Mad Men sin embargo destila una violencia delicadísima, un salvajismo ritual y una brutalidad de etiqueta que se desenvuelve como el humo de un cigarrillo. Mención aparte merece su personaje principal, Don Draper, un hombre de fachada impecable que oculta varios pasados a cual más misterioso, encarnado con majestuosa elegancia por Jon Hamm.
Mad Men trailer. / Mad Men Music (Youtube)
Los Simpson (1989-...)
Aunque en principio parecía únicamente una divertida y ácida crítica de la institución familiar vista en clave de dibujos animados, Matt Groening comprendió de inmediato que había encontrado un filón de oro puro: en cuanto se dio cuenta de que el personaje central no era el gamberro adolescente Bart sino su progenitor, el asombrosamente bobo, patoso y tierno Homer Simpson. Con sus colores chillones, sus personajes desaforados y sus réplicas geniales, el pequeño universo de Springfield (dividido entre la casa, la iglesia, la escuela, la central nuclear y el bar de Moe) contiene uno de los mejores retratos que jamás se hayan hecho de la sociedad estadounidense contemporánea.
Breaking Bad (2008-2013)
Vince Gilligan dijo que sólo quería escribir una historia sobre la crisis de los cuarenta pero le salió Breaking Bad, la meticulosa pesadilla de Sony Pictures sobre un profesor de química al que diagnostican un cáncer y se va transformando en el amo de la metafentamina en Alburquerque. Balada de frontera, entre México y Estados Unidos, pero también entre la vida y la muerte, Breaking Bad es la mejor metáfora del capitalismo que jamás nos hayan estampado en la cara. El mito de Frankenstein, y el de Jekyll y Hyde, sostienen la arquitectura de una trama repleta de humor negro y de lírica violencia. En una carta que envió al protagonista, Bryan Cranston, sir Anthony Hopkins escribió que su actuación era la mejor que él había visto jamás, incluyendo teatro y cine, y que el resultado global de las cinco temporadas era una obra de arte perfecta.
Los gozos y las sombras (1982)
En un país, el nuestro, donde la televisión va para atrás como los cangrejos, no estaría de más recordar que en los ochenta se hicieron unas cuantas teleseries que podrían competir con lo mejor que se hace actualmente en cualquier parte. Quizá la mejor de todas fue la adaptación que el propio Gonzalo Torrente Ballester hizo de su magna trilogía del mismo nombre. Codicia, lujuria, sensualidad, desgana y política se dan cita en un pueblecito gallego a las puertas de la guerra civil. El personaje de Clara Aldán, en la soberbia encarnación de Charo López, es el epítome de esa España humillada y violada, perpetuamente dividida entre el poder, los trabajadores, los esbirros que hacen coro en el casino, los curas y el intelectual que no sirve para nada.