‘El Cuaderno Gris’, de Josep Pla, conquista Nueva York

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Cubierta de la edición norteamericana de 'El cuaderno gris'.

El Quadern Gris, de Josep Pla, traducido por primera vez al inglés bajo el título de The Gray Notebook, está mereciendo los elogios de buena parte de la crítica neoyorkina, hasta el punto de que en el New York Times, Alan Riding ha afirmado que la obra de Pla tiene la facultad de no envejecer. Es la primera vez que una obra del escritor se traduce al inglés, lo que no deja de ser una anomalía, pues esta obra está traducida, desde luego al castellano, en versión de Dionisio Ridruejo de 1973, muy elogiada y ahora muy cuestionada hasta el punto de que se realizó el pasado año una nueva edición revisando esta versión, en la que se habían detectado montones de erratas, pero también al portugués, al holandés, al serbio, al francés, que fue editada en la prestigiosa Gallimard en 2013, y al alemán, aunque aquí de forma bastante parcial, ya que se hizo sólo una selección.

El responsable de que esta anomalía se haya subsanado es Peter Busch, traductor británico que ha vivido largas temporadas en Cataluña y conoce muy bien la literatura catalana, en la que ha acabado especializándose. El Instituto Ramon Llull ha subvencionado en gran parte esta traducción de Busch, aunque hay que decir que éste había llegado a un acuerdo con NYRB Classics, la prestigiosa editorial del New York Review of Books, para publicarla en Nueva York. Así ha sido y parece que en los medios prestigiosos de la ciudad, lo que en realidad significa cada vez menos ya que en Manhattan sólo queda en activo una librería, la obra ha sido calificada de verdadero descubrimiento, una especie de revelación.

Peter Bush es traductor persistente. Este catedrático de traducción literaria de East Anglia ha realizado versiones al inglés de Mercé Rodoreda, de Quim Monzó, de Juan Goytisolo, de Teresa Solana y... de Valle Inclán en traducciones bastante fiables. De su amor por la literatura catalana y en concreto por esta obra de Josep Pla, doy testimonio personal, pues hace dos años di una charla sobre literatura española actual en el Instituto Cervantes de Londres. Peter Busch era compañero mío de mesa y no paró, en una hora, lo que es bastante tiempo para los oyentes, incluso británicos, de hablar de Pla y Mercé Rodoreda y Quim Monzó, sin pronunciar un solo nombre de un escritor español que no escribiese en catalán, lo que en unas charlas sobre literatura española y en el Instituto Cervantes me pareció un tanto estrambótico, como si llevara su especialidad a límites insospechados. Pero allí estaba Busch, que anunció que en unos meses se editaría esta maravillosa obra, “una de las grandes de la literatura europea”, dijo, y más persistente que fascinante, logró sin embargo que un público tan parroquiano como el británico, al que le parece exótico cualquier literatura que no sea la suya propia, bueno, también la norteamericana, se interesara por la producida en una esquina tan pequeña del mapa europeo continental como es Cataluña, al que probablemente alguno de ellos conoceria de pasar algunos días en la playa.

En cualquier caso, voilá, The Gray Notebook luce en los paises anglosajones y aunque en Manhattan sólo quede una librería, el que el New York Times y la The Paris Review, en boca de Valerie Miles que, buena conocedora de la literatura española, ha llegado a afirmar en esta prestigiosa revista que “Josep Pla es el secreto mejor guardado de la literatura europea del siglo XX” y que su literatura es tan concreta, tan física, que “hipnotiza con la descripción del corcho recién quemado”, se ocupen de ella, lo cierto es que bien puede hablarse de consagración pues las dos publicaciones poseen aval de excelencia en todos los paises de habla inglesa y eso representa a gran parte de la literatura mundial por su enorme influencia.

Ahora Josep Pla comparte catálogo en la NYRB Classics con autores como Giovanni de Lampedusa, Alberto Moravia y Alexander Pushkin, lo que haría sonreir con socarronería al propio Pla que, de seguro, no llegaría a entender lo de compartir con Pushkin, aunque con Moravia y Lampedusa le vienen otros aires de complicidad. Mientras, nuestro traductor, Peter Busch, está traduciendo otra obra de Pla, La vida amarga, un libro donde éste describe sus experiencias como periodista a través de Europa en los primeros años veinte. Aquí el escritor catalán se encontrará con una enorme competencia: prácticamente no hubo periodista en aquellos años que no escribiese luego sobre sus experiencias en la profesión. El periodismo, como la aviación, tuvo cierto aura de aventura y Pla, como Ruano, como Chaves Nogales, como Hemingway, como John Dos Passos, Ilya Ehrenburg, Albert Londres, no iba a ser menos...

No se me escapa cierto aire de exotismo en la fascinación neoyorkina por Pla, pero la vida, no digamos la literatura, está llena de malentendidos. Imagino a algún urbanita neoyorkino excitado ante las descripciones del Ampurdán mientras percibe una Arcadia mediterránea a lo Walden, mientras Pla, en realidad, describe una tierra que amaba con pasión, si, pero por ello mismo conocida hasta en sus peores detalles: hambre, atraso, miseria moral. Recuerdo aún la descripción del profesor de ciencias naturales intentando enseñar algo a unos alumnos que hacían escarnio de él con el más brutal de los desprecios. Está en El Cuaderno Gris, al lado de una descripción, hermosa como pocas, de la vida en las chabolas de la falda del Montjuic.

Pla a la conquista de América. No está nada mal. Él gustaba de la cultura norteamericana.

1 Comment
  1. Piedra says

    Me alegro por la proyección universal de Pla. Gracias por el comentario, mister Juristo.

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