No hace mucho hablábamos aquí mismo de una comedia española sobre la emigración hecha con mucha voluntad y cierta nostalgia. Se llamaba 2 francos 40 pesetas y se centraba en la emigración a Suiza en los setenta. Ahora acaba de llegar a la cartelera otra película española sobre el mismo asunto, pero en este caso centrada en la emigración contemporánea. No en la que se hace por motivos económicos, como la que lamentablemente está sucediendo en España desde que comenzó la crisis , sino vocacionales para mejorar las aspiraciones profesionales de un actor, si es que en última instancia se pueden diferenciar.
La vida inesperada nos cuenta la vida de un actor español de mediana edad que sobrevive en la Gran Manzana haciendo trabajos de toda índole para poder mantener sus sueños de labrarse una carrera de estrella, auque tan sólo interprete, de momento, papeles sin fundamento en teatros de barrio, donde el arte tiene sólo el matiz del entretenimiento y de cuyo circuito es difícil salir. Quiere triunfar para evitar el destino que su padre le trazó como encargado de su tienda de ultramarinos en España, mantiene engañada acerca de su verdadera situación a su madre, con la que conversa diariamente por Skipe, y tiene una amiga y compañera de trabajo en la que encuentra el cariño y el sexo que le hace falta para sobrevivir sin compromiso. La visita inesperada durante unos días de su exitoso primo, contrapunto en muchos sentidos, hará que todos hayan de enfrentarse con la realidad de una vez por todas.
El guión de Elvira Lindo, que escribió hace tiempo para el propio Javier Cámara cuando coincidió con él en la promoción neoyorquina de Hable con ella, se muestra efectivo en la creación de personajes y diálogos, guarda una equilibrada mezcla entre humor y emoción, mantiene el ritmo de una trama eficaz, realista y sólo en apariencia no demasiado profunda, y denota un gran conocimiento de las situaciones que plantea.
En general, el segundo largometraje del televisivo (Herederos, La Señora, Gran Hotel …) Jorge Torregrosa está por encima de las expectativas que teníamos tras su debut con Final, y ha rodado una película de buena factura desde el punto de vista de la realización, demostrando un exquisito manejo de la cámara, la luz y los planos interiores, abundantes por motivos presupuestarios, y un amor sincero a la ciudad de Nueva York, a la que rinde homenaje visual en algunas de las secuencias exteriores, que nos recuerdan al genio de Brooklyn, Woody Allen, cuando rodaba allí sus historias. De hecho, el español vivió varios años allí.
Javier Cámara ha sabido hacer suyo al personaje, dotándolo de todas las inseguridades, miedos y expectativas a los que se enfrenta el protagonista, y sosteniendo con mucha solvencia sus avatares emocionales. Raúl Arévalo se muestra correcto en las contradicciones y cobardía del primo. Y Carmen Ruiz transmite con eficacia los matices de fragilidad y realismo de la amiga.
Creemos que esta comedia con tintes nostálgicos, que cuenta con humor una historia habitual sobre la soledad del emigrante, los sueños imposibles y el proceso inevitable de maduración y aceptación del destino, una vez que se ha hecho lo posible por cambiarlo, está hecha con mucho oficio y conocimiento. A nosotros nos ha gustado mucho. Y parece ser que a los espectadores también. El pasado fin de semana fue el mejor estreno y ha sido el segundo mejor del año. Buena noticia para el cine español en estos tiempos sombríos.
He leído este post porque el titular me llamó la atención. Por qué «En Nueva York es difícil soñar?» Ahora que llevo un tiempo aquí me parece que es más fácil que en España, pero es cuestión de experiencias, claro 🙂