Las andanzas de González Ruano en el París ocupado por los nazis

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Cubierta de la obra.
Cubierta de la obra.

El mundillo cultural está que lo tira con la corrección política. No se ha hecho otra cosa que anunciar el libro editado por Anagrama, El Marqués y la esvástica, afortunado título, que han escrito Rosa Sala Rosé, que es especialista en nazismo, y el periodista Plácid García Planas sobre las andanzas de César González Ruano en París, cuando la ciudad estaba ocupada por los nazis. El subtítulo del libro lo dice todo, César González Ruano y los judíos en el París ocupado, lo que viene a confirmar algo que todos sabíamos desde hacía mucho tiempo como un rumor clamoroso, muy propio de algunos personajes de la época, pero que nadie se había tomado la molestia de investigar, y se anuncia por parte de la Fundación MAPFRE, depositaria del legado literario del escritor, que el premio que llevaba el nombre de César Gonzalez Ruano, instaurado en 1975, va a pasar a denominarse Premio Relato Corto Fundación MAPFRE, aunque según su responsable, Pablo Jiménez, lo del libro no tiene nada que ver en haber tomado esa decisión. De hecho los autores del mismo le pidieron estudiar ciertos papeles del escritor y Jiménez no se los dio porque le parecía que el libro estaba hecho para meterse con Gonzaléz Ruano y poco más.

Rosa Sala ha declarado que el caso de González Ruano le recordaba al de Louis Ferdinand Céline y al de Ezra Pound. Lo siento por Ruano. A pesar de que me parece un gran periodista y un escritor estimable, no les llega a los tobillos respecto al talento literario a los dos aludidos, pero la comparación, aparte de que sin pretenderlo hace un gran favor a nuestro Ruano, me parece un poco tomada por los pelos: no sé que tienen que ver dos escritores que creyeron, sobre todo Pound en ciertos resortes del fascismo con un pícaro metido a delincuente como lo fue Ruano en sus andanzas por la Europa ocupada.

Pero, ¿qué nos han descubierto estos dos investigadores? Ni más ni menos lo que era vox populi entre los periodistas, que González Ruano había sableado a judíos con la falsa esperanza de sacarlos de la Francia ocupada y que, después de sacarles dinero, les abandonaba a su suerte o les denunciaba, lo que debió llevar a algunos a una muerte segura. Y digo que era vox populi porque no hay periodista de cierta edad que no sepa eso... y otras cosas de índole sexual, como las que relata Rafael Conte en su Robinsón o la imitación del libro, donde, en una escena digna de Dalí, se masturbó delante de una amiga con gran escándalo de ésta. Tan conocida es esa actividad de delincuencia pura y dura que el escritor Juan Carlos Llop escribió una novela Paris Suite 1940, donde se habla de la detención por parte de la Gestapo en París de Ruano y apunta a la causa de que fuese por vender pasaportes falsos a judíos, algo en lo que todo el mundo coincide.

A mí me contaron una anécdota estupenda sobre esa detención y los días que Ruano pasó en la cárcel de Cherche Midi. Cuando le liberaron, el oficial de la Gestapo, mirándole con desprecio, le extendió el pasaporte que le habían confiscado y le espetó: “Queda usted en libertad. Nosotros nos dedicamos a las cuestiones políticas, no a la delincuencia común”. Cierta o no, parece la única sentencia justa respecto al episodio parisino.

Es curioso que Ernst Jünger trate en sus Diarios a Céline del mismo modo, apenas le difumina bajo el pseudónimo de Merline, pero en realidad la actividad de Céline fue más peligrosa: pidió por escrito la desaparición de los judíos de Francia. Pura retórica, pero retórica de muerte en tiempos de destrucción.

Tengo para mí que el libro no creo aporte cosas que no sepamos ya de Ruano pero lo cierto es que la publicidad es manifiesta y no hay medio que no se haya hecho eco del libro, habida cuenta de que la literatura, y menos el ensayo, apenas ocupa lugar en nuestros diarios. Me da la impresión de que este libro no va a servir para otra cosa que aquellos que no hayan leído una sola línea de César González Ruano se queden con el aspecto más degradado de su persona, la época daba para eso y más, y, sin embargo, olviden su valía literaria. Digo, no es Pound, ni desde luego Céline, si me apuran tampoco Drieu La Rochelle, y se parece más, en lo literario, al valor de un Curzio Malaparte o de un Robert Brasillach, pero su Diario íntimo, su Mi medio siglo se confiesa a medias, su biografía de Baudelaire, su novela Circe, su otra novela Manuel de Montparnasse, dedicado a su amigo Manuel Viola, con el que parece tuvo trato en eso de los pasaportes en París, son obras que poseen cierta maestría literaria y conviene leerlas, tener conocimiento de ellas, algunas son inencontrables, así como su enorme legado periodístico.

Poseo en mi biblioteca un ejemplar de La importancia de llamarse Ernesto, de Oscar Wilde, que publicó Biblioteca Nueva. El libro perteneció a González Ruano y está lleno de anotaciones del dueño, con esa inconfundible escritura suya que parecía cuneiforme. Conviene leerlas porque son un constante enfrentamiento, para bien o para mal, con el protagonista de la obra y sus dichos. Ruano aplaude las más, pero algunas les parece una tontería y lo suelta con cierto desparpajo muy castizo. En lecturas así es donde descubrimos parte de la personalidad de su dueño y si bien César González Ruano siempre tuvo a Baudelaire como el dandy por excelencia, fue su referencia constante, no lo es menos que el Ernesto de Wilde sería la versión británica de ese gesto tan propio de la Modernidad.

Que Ruano cobrara de los alemanes, de Goebbels y su aparato de propaganda, no lo dudo, también los engañó; que los italianos le tuvieran entre los sospechosos, no hay lugar a dudas, hizo lo mismo que con los alemanes, y que fuera condenado en la Francia liberada a veinte años es lo justo después del asunto de los visados, pero son asuntos ya sabidos y si bien creo que conviene destapar casos así, no sólo de Ruano, que es el eslabón más débil, también soy de los que pienso que el libro, desde luego, no se va a convertir en referencial justo porque no se me oculta cierto tufo a oportunismo. De hecho la Fundación Wiesenthal apenas prestó colaboración en la elaboración del libro, así como la Fundación Klarsfeld, quizá porque les pareciera un asunto bastante menor para aquellos de los que se ocupan. Y creo que en esa calificación de minucia inflada se halla la clave de todo este asunto. Lo define.

2 Comments
  1. carlosg says

    Se sabía, se sabía… pero nadie lo escribía.

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