La semana comienza con la inauguración de una muestra importante, la que la Fundación Mapfre ofrecerá hasta el 11 de mayo de 160 obras de Picasso, algunas desconocidas en España, y que tienen como hilo conductor la relación del pintor con las modelos, es decir, sus talleres, “sus paisajes interiores”, como el artista gustaba de definir ese género. El título, Picasso en el taller, recuerda su carácter temático. No nos perdemos nada porque ello no supone restricción alguna: Picasso fue uno de los artistas que más trabajó en los estudios, agotando prácticamente los recursos asociados a esos espacios. Interioridad, confrontación... esta exposición pretende tener el éxito de las anteriores dedicadas a Picasso en Madrid. La última, apoteósica, la que en 2006 llevaron a cabo conjuntamente el Museo del Prado y el Reina Sofía, Picasso. Tradición y vanguardia.
Maite Ocaña, que trabajó años en el Museo Picasso de Barcelona y que conoce la serie de Las Meninas al dedillo, es la comisaria de la exposición. Sabe, por ello mismo, de la obsesión compulsiva de Picasso por apropiarse de espacios incluso ajenos. No otra cosa, por otra parte, es la genial versión del cuadro de Velázquez que Picasso tomó una y otra vez, frenéticamente. De ahí que la muestra dirigida por Ocaña persevere en esa cuestión, la de indagar, como si diera vueltas, una y otra vez en los mismos temas, dibujando en esos intentos una especie de trama estilística que lleva inevitablemente a hablar del estilo Picasso.
La muestra consta de 80 pinturas, 60 dibujos y grabados, 20 fotografías y más de una docena de paletas del artista, que proceden de colecciones públicas y privadas, por lo que bien podemos asegurar que estamos ante una de las muestras temáticas realizadas con criterios cronológicos más completas de este prolífico artista: comenzamos con Autorretrato con paleta, de 1906 y finalizamos con Hombre en el taburete, que es también un autorretrato, pintado en 1969, una de sus últimas obras y que se exhibe muy poco. De hecho, la última fue en el Palacio de los Papas, de Aviñón, en 1970. Ni que decir tiene que este cuadro es una de las joyas de la muestra, tanto por su significado, el artista, ya viejo, adopta actitudes de voyeur como por su excepcionalidad respecto a su exhibición.
Para Maite Ocaña los talleres son los espacios donde Picasso cristaliza sus sueños, y lo cierto es que la lista de esos espacios usados por el artista dan una idea de la grandiosidad de esos proyectos pero también de la inquietud intensa que le hizo cambiar constantemente de estudios.
Comenzando por el Bateau Lavoir, luego el Boulevard de Clichy, el Boulevard Raspail, La Boétie, Boisgeloup, La Californie, en Cannes, Mougins... una serie de cambios de espacios en una larga vida de hombre y artista, que representan , asimismo, un cambio de conformación estética, temática e incluso, de estilo. Como si una diferencia en el paisaje interior supusiera una nueva forma de mirar la realidad. De esa constatación podemos asegurar que la muestra de Mapfre es acertada en su temática , pues desvela una de las muchas realidades picassianas, pero de las más importantes a la hora de definir su enorme obra. Como si Picasso se reservara estos espacios para reflexionar sobre su propia creación, enfrentándose siempre a la modelo, de modo compulsivo, tal un rapto se tratara, o bien, ya entrado en años, a la manera de un voyeur.
La primera parte de la muestra está centrada alrededor de los años veinte. Es cuando, como en Saint Raphaël , le da por mezclar los elementos cubistas con los naturalistas a fin de experimentar con el género de las naturalezas muertas. Velador delante de un balcón, es obra donde el salvaje cubismo de años anteriores comienza a dar paso a esa etapa clasicista, donde Picasso se instala de momento a fin de inventariar una manera de enfrentarse y asimilar la tradición. Naturaleza muerta con cabeza antigua, es la consecuencia consumada de ese modo de mirar.
Luego, la relación con Marie Térese Walter hace que Picasso se detenga en los gestos y rasgos voluptuosos, de deseos casi extáticos, de detención del tiempo. La Suite Vollard, Mujer joven con mandolina... es cuando Picasso inventa un tema que tiene vocación de género, el del pintor y la modelo, hilo conductor de la muestra.
Pero viene la guerra y Picasso pinta en Les Grands Augustins, donde crea Guernica, obra enorme de taller. Son años de recogimiento, poco dados a la expansión del goce. De ahí que tengamos que esperar a la Suite Verve, a esos dibujos tan sensuales, son los momentos en que tras la separación de Françoise Gilot, se centra en el género conocido como “el pintor y la modelo”, con la introducción en la escena de la obra de arte. Ya dijimos: Picasso inventa casi un género. La definición de lo que pueda ser pertenece a esos años. Los de la Costa Azul, los de la Californie... hasta Mougins, donde el género se transforma en una reflexión del artista sobre su obra mediante escenas de un enorme erotismo en que el artista aparece como un viejo mirón.
La muestra consta de muchos inéditos entre nosotros, ya que para esta exposición se han volcado instituciones y colecciones privadas para llevar la cosa a buen término. La familia Picasso, por ejemplo, ha colaborado en el proyecto, ofreciendo retratos que el artista hizo a Jacqueline Roque y fotografías inéditas que ésta hizo a Picasso. Otras aportaciones, por el contrario, son conocidísimas: así, un autorretrato, fechado en 1906, que es propiedad del Museo de Filadelfia. Antes dimos cuenta de ello, Hombre en el taburete sólo se ha expuesto una vez, hace muchos años...
Una exposición de lujo. Una vez más, Picasso seduce en Madrid.