De todas las palabras que se manejaban para encontrar la favorita del año 2013, la ganadora ha sido escrache, un argentinismo y uruguayismo que no se sabe a ciencia cierta de dónde proviene, aunque hay quien sospecha que pudiera ser del inglés, to scrach, arañar, marcar. Más acertado es atribuirle abuelos italianos, de schiacciare, machacar o, incluso, de la variante genovesa scracca, destruir. El DRAE (Diccionario de la Real Academia Española) recoge “escrachar” como variante rioplatense del español, que, entre otras cosas, quiere decir fotografiar a alguien. Y el de Americanismos aclara que en Argentina y Urugay significa “dejar a alguien en evidencia”. Está claro.
De las otras que iban en los mejores puestos: expapa, ere, quita –porque “quitapenas” ya estaba inventada, que si no…-, desahucio, meme, autofoto, copago, etc., la que me hacía más gracia es “austericidio” por su afán de decir lo contrario de lo que esta palabra quiere decir. Quizás debido al deseo implícito de querer que suceda lo que, por ahora, el Bundesbank y Angela Merkel se emperran en que no se produzca: esto es, la muerte de la austeridad de una pugnetera vez (Forges dixit). Freud lo llamó lapsus linguae.
También es bonita wasapear, aunque para mí que la gente tiende más a decir guasapear, pero quizás esto sea un localismo andaluz.
El propósito de la Fundéu -que es quien anda detrás de este concurso de palabras- es que los periodistas se pongan de acuerdo en nombrar las cosas con el mismo nombre y lo escriban igual en todas partes para que nos entendamos un poco mejor, y para ello se hace asesorar por la Real Academia Española.
Hace un buen montón de años, la agencia Efe sacaba unos folios periódicamente con la intención de unificar el cacao maravillao que se montaba en los distintos medios de comunicación cuando salía una palabra nueva, generalmente extranjera, y que cada cual transcribía como Dios le daba a entender. Corrían los años 80, no les digo más. Y me acuerdo muy bien, porque era cuando trabajaba en RNE y me propuse agitar los folios ante mis compañeros de informativos para ver si nos poníamos de acuerdo en la pronunciación de determinados vocablos.
Pasados los años, intenté lo mismo en El Mundo, donde fui a parar con mis huesos durante unos cuantos años. Allí, el único que le daba cuartelillo a los folios de Efe era Víctor de la Serna, que a la sazón trabajaba en la redacción del libro de estilo del periódico, esa manía extendida entre los directores de los papeles que alejaba la unificación del idioma periodístico, al hacer cada cual de su capa un sayo sin contar con nadie más.
Pasados más años –qué cantidad de nocheviejas van con ésta que está a punto- Efe funda la Fundeu, valga la redundancia, en comandita con el Banco BBVA, o lo que es lo mismo, la Fundación del Español Urgente.
De las palabras que aspiraban al honor de ser la palabra del año 2013 figuraba una especialmente irritante por lo repetida hasta el aburrimiento: emprender, así, en forma verbal, modo infinitivo, para que ningún género se mosquee. Vomitiva, oiga.
Otras palabras, como compasión, desdicha, alianza, unión, bienestar y así, han resultado olvidadas, seguramente porque a nadie le apetece ponerse triste cuando estamos a punto de mandar al garete al año 13 y nos disponemos a ponerle cara al 14; sálvese quien pueda.
Las palabras no son inicuas, no es igual pronunciarlas que no hacerlo. Una palabra hiriente, dicha en un momento preciso, puede deprimir o hacer revivir a alguien. Sobre esto hay que pensar. En todo caso, escrache, además de sonar bien, lleva carga de profundidad y supone una práctica social que habla de la situación económica y política de España, y de eso se trata, y por eso ha salido triunfadora. Ojalá se pase de moda el año que viene por quedar en desuso.