Madagascar, ante el principio del fin de la malaria

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Ofelia de Pablo y Javier Zurita (Texto y fotos ©)

Malaria prevention campaign, children, Madagascar
Una enfermera inyecta la vacuna contra la malaria a un niño, en presencia de su madre, durante una campaña de prevención realizada por Unicef en Madagascar.

Son las 12 de la mañana en Ankariera, Madagascar. La fila ante el consultorio médico es interminable pero Anne espera pacientemente turno con su hijo de dos años en brazos. Después de caminar 18 kilómetros bajo un sol abrasador poco le importa esperar unas horas para poder probar la que, dicen, es una ‘nueva’ vacuna en su hijo. Y es que hoy en la aldea un equipo de científicos ha acudido para suministrar la segunda dosis de un prototipo nuevo que trata de encontrar la esperada vacuna que acabe de una vez por todas con la plaga en la que se ha convertido la enfermedad de la malaria.

Anne ha tenido suerte, nos comenta uno de los médicos del consultorio.l Si esto funciona su hijo será uno de los que tenga posibilidades de sobrevivir ante la incierta situación que sufre la población por culpa de esta terrible enfermedad. Y es que tras la hermosa imagen que Madagascar ofrece a los turistas con infinitas playas colmadas de palmeras e idílicos baobabs que jalonan una de las avenidas más famosas del mundo, se esconden las terribles cifras de la mortalidad infantil debidas a la malaria. Madagascar es uno de los países más pobres del mundo, el 92% de sus habitantes sobrevive con tan solo 2 dólares al día, según un informe del World Bank del mes de junio, y esto dificulta en exceso la prevención tan necesaria para enfermedades como la malaria, para las que aún no existe vacuna. Los estupendos éxitos que las ONG han tenido los últimos años en Madagascar -hasta el 2011- gracias a las campañas de prevención - han conseguido reducir la mortalidad un trece por ciento gracias al reparto de más de 8 millones de mosquiteras, entre otras actuaciones- se están viendo terriblemente amenazados por los recientes recortes a los suministros de ayudas.

Tan solo en la pequeña aldea de Ankazobe, en el distrito de Analamanga, 19 personas murieron por la enfermedad de la malaria en febrero. Las últimas mosquiteras llegaron al lugar en 2010, se esperaba poder reemplazarlas con el envío de este año pero las redes nunca llegaron.

La malaria mata en el mundo a cerca de 2.000 personas al día, según los últimos cálculos de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Cada año se infectan unos 250 millones de personas y casi un millón de ellas muere, sobre todo niños menores de 12 años. Tradicionalmente, las personas enfermas pertenecían a países africanos, latinoamericanos o del sur de Asia, pero hay casos en numerosos lugares del mundo, incluso hay casos en Europa.

Lo que Anne y su hijo no sabían en el momento de acudir a la clínica es la noticia de que hoy el principio del fin de la malaria puede que esté un poco más cerca. Esta semana la revista Science, en su versión on line, acaba de publicar el resultado de su ensayo clínico de fase 1 con 50 voluntarios sanos que anuncia una nueva vacuna, y que ha obtenido en su primera fase el 100% de protección en los resultados. Es la primera vez en la larga historia de lucha contra esta enfermedad que se consigue un resultado tan contundente. Stephen Hoffman, de la firma biotecnológica Sanaria, en Rockville, y una cincuentena de colegas han realizado pruebas en 50 voluntarios y señalan que las cifras son más que esperanzadoras. En el ensayo clínico de fase 1 ninguno de los seis voluntarios que recibieron las cinco dosis intravenosas necesarias para la vacuna han contraído la malaria al cabo de un año. Aún son números muy pequeños, tal como destaca la comunidad científica, y queda mucho camino por delante, pero afirman que son resultados muy positivos.

Hasta ahora, los mejores resultados obtenidos en las investigaciones en busca del fin de la malaria venían de la mano  del científico español Pedro Alonso, que trabajando en 11 países africanos, incluyendo Madagascar, desde hace más de una década y tras haber realizado pruebas a 6.000 niños, había alcanzado un alto resultado de protección con un casi 50% de éxito. Esto había hecho tener una gran esperanza en los resultados finales pero la vacuna que ya estaba en Fase III (la anterior a ser comercializada) ha tenido unos malos resultados en esta última fase con tan solo un 31% de éxito, lo que hace que no sea tan eficaz como se pensaba.

Los científicos americanos admiten que hay mucho trabajo por hacer en esta nueva vacuna porque aún no se sabe cuanto durará el efecto –solo se ha probado un año y en muy pocas personas–, y habría también que analizar los problemas técnicos que supondría tener que inyectar cinco veces al año a toda la población durante el resto de su vida. Incluso si bastara con las inyecciones del primer año, el hecho de que sean intravenosas constituiría un serio problema para ponerla en práctica sobre el terreno.

Madagascar sabe que sin ayuda no podrá controlar el aumento de casos, no tiene dinero suficiente para la prevención por los recortes, aunque es cierto que la noticia de un nuevo descubrimiento siempre les da esperanza, como señalan varios médicos que trabajan en las clínicas de este país africano. Pero mientras se trabaja en proyectos tan importantes como estos, las ONG denuncian que ya no tienen dinero ni para renovar las mosquiteras. La realidad que vive este país se resume en un comunicado lanzado por Benjamín Ramarisandratana, director del Programa Nacional de Lucha contra la Malaria, donde denuncia que a principios de 2013 aún no tenían firmado ningún acuerdo de ayuda. “Suponiendo que lo firmemos en los próximos meses, las mosquiteras que necesitamos no llegarán para el mes de agosto, que es cuando se necesitan, sino para noviembre y será demasiado tarde”.

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