Las pilas de Grey

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Alejandra Díaz-Ortiz * ©

Imagen_Massimiliano- Masserelli
Imagen: Massimiliano Masserelli (Flickr)

No odió a su marido por abandonarla. Ambos sabían que eso iba a suceder tarde o temprano. El problema es que pasó demasiado tarde para ella. Y en muy buen momento para él, que en pocas semanas ya tenía una joven y guapa novia. Sin embargo, ella se quedaba con cincuenta años encima, descolocada y con mucha sed.

Como terapia, se empeñó en salir y reencontrarse con el mundo al que había apartado de su vida el mismo día que se casó. Por suerte, sus amigas, cuatro, estaban tan solas como ella. Y con las mismas ganas de apurar el tiempo perdido.

También, con la inconfesable esperanza de encontrar, de nuevo, el amorcito corazón, aunque se empeñaran todas, y cada una, en repetir, a modo de mantra: «a estas alturas, no nos hace falta un hombre para ser felices».

Pero un año más tarde, sí que odió a su ya ex marido por haberla abandonado. Se estaba cansando de medias copas en bares semi oscuros, alternando con hombres tan abandonados como ella misma. De hombres que pasaban del ¡qué guapa te conservas! a la lista de dolencias que padecían. O de hablar de los hijos y los nietos; o de los padres enfermos; o de las desalmadas mujeres que habían pasado por sus vidas.

Una noche se escuchó diciendo: «¡uf, eso no, que me sienta mal al estómago!» A lo que su eventual compañero le respondió: «¡anda, a mí también, pero me tomé el omeaprazol antes de salir de casa. Deberías probarlo!» Acto seguido, se enzarzaron en una hora larga de intercambio de experiencias, propias y ajenas, sobre los medicamentos, incluidos los genéricos, con los que combatían los achaques más comunes de «la edad».

Tras reaprender el difícil arte de ligar, que dudaba haberlo aprendido alguna vez, se permitió ir a la cama con algunos de sus ligues. Lo cierto es que, salvo en una memorable ocasión, el resto de sus aventuras no le merecían más comentarios.

Una tarde, en el café con las amigas, confesó que había pasado de las medias para tener sexo, a tener sexo a medias. «Es que a éstas alturas, chicas, los pobres ya nos vienen muy tocados…», concluyó.

Tras un reflexivo segundo de silencio, apenas imperceptible, su amiga Dulce, la más tímida de todas, bajando la voz hasta el susurro, intervino:

– Pues yo con Dildo no tengo problemas…

– ¿Dildo? Respondieron las otras a coro. ¡¿Pero no se llamaba Pedro?!... ¿Cuándo has cambiado, mujer?... ¡Anda, anda, la mosquita muerta!... − Todas preguntaban a la vez…

Dulce, sonrojada, trataba de responder:

− Sí, sigue siendo Pedro… Pero es que… Es que mi cuerpo… Pedro es maravilloso, no me quejo, pero el pobre está tan cansado… Entre sus hijos, la ex mujer, la madre enferma, el trabajo… El pobre apenas puede llegar despierto a la cama… Y yo no quiero atosigarlo con mis cosas… Me gusta tanto estar con él… Pero de lo otro, apenas  nada… Así que cuando se va, saco a Dildo. Bueno, en realidad, yo le llamo Grey, ya saben, por lo del libro ese de sexo ficción…  El caso es que… Bueno, pues eso… Que con él no tengo problema ninguno. Siempre le tengo disponible. Limpio, con las pilas puestas. Tal y como yo quiero. Sin prisas, a mi ritmo. Paciente. Una, dos, o las veces que me hagan falta… Sin quejas ni cansancios… Ni pastillas ni…

− ¡Pero, niña! ¿Y es guapo?, la interrumpió Luisa, soltando una sonora carcajada.

− ¡¿Y eso de dónde lo has sacado?! No te veo en un sex shop, hija,  intervino Carmela.

− Pues sí, es muy guapo y muy suave…  Y lo compré por internet…

− ¡Eh! Lali, déjame tu iphone… ¿Cómo dices que se llama la web?... − preguntó la otra.

− ¡Es ese! – señaló Dulce − Les recomiendo pedirlo con textura, aconsejó Dulce, con satisfecha autoridad.

(*) Alejandra Díaz Ortiz es escritora. Ha publicado Cuentos chinos (2009), Pizca de sal (2012), ambas en Trama editorial, y Julia (ViveLibro, 2013).
3 Comments
  1. Carlavidal says

    Debería haber un dildo en todas las mesillas de noche. Y se debe utilizar a solas o en pareja. Que da mucho juego.

    Carla
    http://www.mivibrador.es

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