MasterChef: la receta perfecta

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MasterChef_final
José Manuel Sánchez abraza a Ferrán Adriá mietras recibe el aplauso de familiares y compañeros, anoche, en la final del programa 'MasterChef'. / rtve.es
(Actualización del miércoles 3 de julio, después del programa final)

Se resolvió la incógnita que ha tenido pendiente a medio país de la televisión pública las  noches de los martes. Juan Manuel, camarero almeriense de 25 años, ha sido el ganador de la primera edición española de MasterChef, imponiéndose en una emocionante final a Eva, bióloga cordobesa de 32 años, ante la mirada del mejor cocinero del mundo, Ferrán Adriá, y consiguiendo, por tanto, el premio de 100.000 euros, la publicación de un libro de recetas, una plaza en la escuela de alta cocina Le Cordon Bleu de Madrid y trabajar en un restaurante de la cadena Bilbao-Berria. El tercer finalista fue Fabián, estudiante mallorquín de 18 años.

El mago de El Bulli acudió al programa como jurado y para entregar el premio al ganador, habiendo declinado la invitación a participar en otras ediciones del programa y reservándose su presencia estelar para la de España. El catalán ofreció su magisterio y su humildad y pudimos percibir su creatividad hasta en la manera de interpretar los platos de los concursantes. También estuvieron en el plató de los Estudios Buñuel las familias de los finalistas y los participantes expulsados anteriormente, con lo que se consiguió cerrar un programa emocionante, con sorpresas y lleno de interés. A pesar de que el almeriense era el claro favorito, en la preparación del menú con entrante, segundo y postre Eva consiguió templar sus nervios y no se lo puso nada fácil al jurado, que hubo de decidir por pequeñós detalles de trayectoria. Por tanto, parece que vuelve el tópico y los fogones siguen siendo cosa de hombres, como el coñac Soberano, salvo honrosas excepciones.

Ya sólo por conseguir restar audiencia y eclipsar de algún modo la final de la decimocuarta edición de Gran Hermano, con las bravuconadas exhibicionistas artificiales de Mercedes Milá, la caterva de vividores-analistas-comentaristas con la función de enzimas digestivas y la galería de prohombres de la Marca España que deambulan por la casa y los estudios de Telecinco, merecería nuestro respeto este talent show de habilidades culinarias que ha emitido durante trece semanas la televisión pública española en prime time.

Pero es que además posee valores en sí mismo e intrínsecas virtudes estéticas, argumentales y profesionales que lo hacen atractivo, como un perita en dulce, para un público harto de comida rápida y telebasura, que ha encontrado en este programa, importado de Estados Unidos, un lugar donde disfrutar viendo competir sanamente a personas con respetable ambición profesional y dotadas de especiales facultades para la cocina, en las que todos nos podemos ver más o menos reflejados cuando nos ponemos el delantal a diario o los fines de semana tratando de dar forma a las recetas de Simone Ortega o de la nouvelle cuisine.

La estructura del programa, divido en pruebas colectivas, individuales y eliminatorias, ha conseguido mantener las proporciones justas de espectáculo, interés y emoción. Los retos entre equipos, donde los rivales de un programa podían ser los aliados de otro, han fomentado el trabajo común y evitado los enfrentamientos personales. En general, ha habido más compañerismo que rivalidad y no hemos visto competitividad excesiva, sino una especie de unión en el esfuerzo entre todos los concursantes.

Las pruebas exteriores en situaciones reales (dar de comer a un regimiento, en una boda, a invitados famosos….) le han dotado de realismo y conexión con la vida profesional. Y la implicación del sector, con la presencia de reputados cocineros españoles (Roncero, Arola, Roca…) en algún programa, o la del propio jurado, con varias estrellas Michelín en sus fogones, le han otorgado una especie de marchamo de calidad añadida.

Los tres miembros del jurado (Jordi Cruz, José Rodríguez y Samantha Vallejo-Nájera –por cierto, investigada en la Operación Emperador -) han logrado conectar con la audiencia, han sabido valorar el esfuerzo de los concursantes y se han mostrado cercanos y comprensivos con ellos, a pesar de la seriedad impostada por imperativo de guión. Hasta la presentadora, Eva González, ha hecho un buen trabajo manteniendo la distancia emocional justa. Puede llamar la atención el recurso a ciertos artificios formales como la música mientras se preparaban los platos -como si estuviéramos en una película de suspense- o los bruscos cambios de plano -algunos muy cercanos para resaltar la emoción- pero incluso esto nos parece ahora correcto y no reprobable.

MasterChef ha conseguido la receta perfecta, y ya lo han visto varios millones de personas en todo el mundo (145 países) desde que la cadena estadounidense Fox lo estrenase hace tres temporadas. Aquí en España los directivos de Shine Iberia, la productora, han sabido ver su potencial. Desde que comenzó el programa no ha hecho más que ganar público semana tras semana y ha conseguido batir marcas de audiencia desde que la publicidad desapareció de la parrilla de la pública y hubo de competir en desigualdad presupuestaria con las privadas. Si la semana pasada los datos eran sorprendentes: más de 4,1 millones de espectadores, el 22,4% del share (el total de los espectadores que estaban viendo la televisión), estuvieron viendo la semifinal en la que se fue a su casa el humilde concursante valenciano José David. Anoche en la final se han conseguido cifras de audiencia casi inalcanzables en este tipo de programas: 5.524.000 estuvieron viendo anoche MasterChef, el 33,1% del share, es decir, uno de cada tres espectadores. Y a las 00:31 horas fueron 6.629.000 espectadores, un 47.6% de cuota de pantalla, casi uno de cada dos.

Habiendo visto estas semanas en la televisión pública este programa de cocina espectáculo, exitoso y amable, uno se llena de satisfacción por entender que no todo está perdido en la televisión. Y a uno le viene el recuerdo de programas de recetas como Con las manos en la masa y se pone nostálgico mientras resuena en la memoria la música inolvidable de Vainica Doble, como si la hubiese escuchado ayer. Y entiende la importancia, a veces no reconocida, de los pioneros. Y me acuerdo también de Carlos Arguiñano… Y no sé por qué de Ángel Casas y de Alfonso Sánchez… Y entonces me viene la imagen de una joven periodista que se comía el mundo hace unos años llamada Mercedes Milá, y caigo en la cuenta de que hoy casi todos los caminos conducen a la Roma de Berlusconi y Mediaset y me entra un escalofrío. Pero esa es otra historia.

P.S. MasterChef se ha emitido exitosamente los martes en La 1 de RTVE después del Telediario. No sabemos donde podremos verlo el año que viene.

4 Comments
  1. celine says

    Demasiada nostalgia para un perodista tan joven =) Pues no había visto el programa, pero esta noche no me lo pierdo. Ea.

  2. Eulalio says

    A mí también me ha gustado mucho el programa. Espero seguir viéndolo en Telvisión Española el año que viene.
    Un saludo

  3. brioche says

    Me lleve una gran decepción pensaba se trataría más de cocinar y aprender algo más en técnicas de cocina, no nos han enseñado las clases. Finalemente era más un reality que otra cosa!

  4. cheff says

    Un buen programa, con buen gusto y acercando la cultura, que buena falta hace!

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