Escultura y viajes, el nombre de las otras cosas

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Cristina Iglesias, junto a una de sus esculturas, en una imagen de archivo. / wiki-historias.org

A primeros de febrero, el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía abrirá una exposición de Cristina Iglesias, a la que ha titulado Metonimias.  Será de esas exposiciones que hay que ver, por disfrutar el paseo por entre los objetos colgados y expuestos, sentir los materiales cerca de la piel y vibrar con las formas y los espacios creados entre ellos. La artista prefiere hablar de invitar a la gente a un viaje, más que a una exposición.

Hace algunos años, Juan Muñoz, muerto por sorpresa y para desgracia nuestra, exponía sus chinitos y sus mecanos en el mismo centro. Esculturas por donde transitar, respirar entre ellas, contemplar desde el prisma de la inocencia. Qué descanso para el alma turbada de estos tiempos. Y qué ocasión para que se turbe el alma incólume, impermeable, plastificada, si es que hay de eso entre los humanos.

Metonimias va a estar hasta mayo, de modo que confío en que la providencia nos permita a todos un viaje a Madrid para verla.

Esta donostiarra, cosecha de los cincuenta, es seguramente la artista española más universal entre los vivos, junto con Antonio López. Tienen, para mí, algo en común: su claro compromiso con el arte, sin que parezcan interferirse apetencias que les distraigan de ese afán. Me dirán que con el éxito obtenido, ya podrán perseguir quimeras sin miedo a la miseria del anonimato y hasta del hambre. Es verdad. ¿Sería Iglesias lo mismo si los reyes de hoy -Iberdrola, por ejemplo- no le encargaran obras millonarias? 

¿Estaría tan segura de sí, tan serena en su trabajo, si no hubiera sido reconocida con el Premio Nacional de las Artes, en 1999? ¿Sería tan productiva si no se la rifaran por todas partes? ¿Cómo se construye un artista su medio seguro, su sancta sanctorum, su refugio inexpugnable?

Puertas de acceso a la ampliación del Museo del Prado, obra de la escultora donostiarra. / cristinaiglesias.com

Cristina Iglesias dice que esculpe ficción, inventa novelas con materiales de hierro, acero, cemento, madera. Es evidente su ascendente narrativo, su deseo de contar una historia. ¿No es acaso una aventura atravesar las puertas de la ampliación del museo de El Prado, construidas en 2007? El tiempo se detiene y, sobre todo si cierra usted los ojos, al adelantar un pie sobre el suelo, cruzando por entre esas seis grandes hojas de ramas de bronce cohesionadas, que se mueven suavemente, imperceptiblemente, el espacio deja de ser convencional para transformarse en un bosque delimitado solamente por el cielo. Su territorio poético.

Iglesias se mueve en el paisaje y le incitan los espacios abandonados. Así es como se aventuró en el sur de Inglaterra, a descifrar mensajes olvidados, perdidos en el tiempo. Es, Cristina Iglesias una experta rastreadora de cartas guardadas en lugares oscuros de los que nadie parece acordarse. Le ha dicho a Fietta Jarque que sus obras “tratan de construir lugares donde haya una experiencia que te despierte percepciones que a veces no esperas”. Esa es la clave del valor que le concedo; que le concede quien contempla y habita sus esculturas, sus historias levantadas en hierro hecho árboles o inundadas periódicamente, como las baldosas de la Plaza de San Marcos, de Venecia. Esa enigmática laguna cuadrangular que se abre a los pies del Museo de Bellas Artes de Amberes, Deep Fountain, de 2006.

Hasta debajo del mar ha construido esta donostiarra, mecida por las manos de Oteiza y de Chillida, a los que honra desde su alto vuelo. Me entero de que prepara en Toledo un artificio que sube del río Tajo a lo alto de la ciudad, persiguiendo el sueño de Juanelo Turriano de llevar agua a la gente, gracias al ingenio más moderno del mundo, allá por el siglo XVI. Les enlazo esta dirección porque aporta fotos de lo que ya no es, por la mala cabeza de autoridades toledanas que se empeñaron en que no quedara ni rastro.

Cristina Iglesias quiere tener terminada su ruta toledana para cuando se celebren los fastos del cuarto centenario de El Greco, otro ilustre inmigrante, en 2014. Eso también hay que verlo.

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