
Una perra abandonada ha muerto desangrada en el metro de Madrid en una larga agonía, después de vagar tres días con sus tres noches, asustada, entre las estaciones de Sáinz de Baranda e Ibiza. Sola, aterrada, hambrienta y sedienta, desorientada por eso y por los convoyes que le pasaban rozando cada diez minutos, la galga –sin duda otra de las miles de víctimas que son abandonadas cada año por cazadores sin alma– podría haber sido rescatada desde el primer día por voluntarias de asociaciones protectoras que se personaron inmediatamente y pidieron los obligados permisos.
Sólo que no consiguieron esos permisos sin que hubiera objeción razonable a sus peticiones. El animal podría haber sido rescatado por la noche, cuando los trenes duermen. Incluso durante el día, sin problema alguno, dado que se usarían trampas con comida en los espacios salvos que tienen los túneles del metro en los muros. ¿Por qué no se permitió a esos especialistas el rescate del animal? ¿Quizás su cuerpo no representaba peligro para la vida de los pasajeros del metro en caso de colisión? ¿Porque a los responsables del metro les importa una higa la vida de un animal? Por aquí van los tiros.
A la mayoría de las personas la vida de los otros se la trae bastante floja a menos que los otros tengan que ver con ellas. Si los otros son animales, se agrava la cuestión, especialmente en países como el nuestro en los que no se ha educado a la infancia en la consideración hacia los animales. Vemos, eso sí, cómo crece en nuestras ciudades el número de “mascotas” –así los llaman- que se compran para regalar al nene en Navidad o por cualquier otro motivo. Y esas criaturas desdichadas acaban en la puñetera calle o incluso en peores circunstancias, cuando pierden la gracia y el favor de sus desalmados amos. O ¿no son desalmados sino inocentes ignorantes que nada saben de la vida de los animales? Hanna Arendt habló de la banalidad del mal, que aquí sería aplicable con el añadido de la inocencia no combatida por la educación, por el saber. La estúpida inocencia.
Los cazadores se llevan la palma en este deporte vomitivo. Cuando una perra “no vale” –hablan así– se le da matarile o se la abandona o se la cuelga, en caso de ser galga, hasta que muere asfixiada. A veces, en una ceremonia lúgubre que consiste en dejarle las manos en el aire y las patas de atrás rozando el suelo, para que se esfuerce por vivir, hasta que el cansancio la consume y se abandona finalmente a la muerte. Hay cazadores que disfrutan con ello. La mente humana es poderosa y también misteriosa. Pero sabemos que nuestros pensamientos conforman la realidad en la que vivimos. Imaginen cómo será la realidad de quien así piensa.
Pero estábamos en la galga a la que no se ha podido salvar por la mente abstrusa de los responsables del metro. La pregunta es: ¿a quién corresponde recibir las protestas ciudadanas, que las hay? ¿Quién responderá por este atropello? ¿Dónde hay que firmar para que caiga quien tenga que caer? ¿Lograremos los ciudadanos, votantes o no de los que mandan, que esto no vuelva a repetirse nunca más? ¿Seguiremos resignados a tragar lo que nos echen? Aparte está, por supuesto, la responsabilidad del metro por vulnerar las normas de seguridad que obligan a retirar obstáculos de las vías.
Mientras tratan ustedes de responder a esas preguntas sin que el desánimo aplaste su capacidad de crear y reaccionar, les enlazo una dirección de una de las protectoras que rescataron, aunque ya tarde para la perrita, cargando con las amenazas de los responsables del metro de Madrid. Varias protectoras - la enlazada Justicia Animal, El hogar de Lucy, Más Vida, SPAP- que estuvieron tratando de salvar al animal han denunciado al metro de Madrid por el comportamiento de sus responsables. O corregimos entre todos esta miseria o la vergüenza seguirá cayendo sobre nosotros.
inexplicable.
Inexplicable!
Menudos hijos de puta estos del Metro a ellos los soltaba yo en el tunel tres dias sin comida para que los atropellaran a ellos… Y luego se quejan de los graffitys los bastardos, el triple les tendrian que pintar y que se jodan