Miguel Ángel, el Vaticano y el turista masoquista

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Detalle de San Bartolomé en El juicio final. / Wikipedia

El año que viene se presenta terrible en varios países occidentales por el ahondamiento en la crisis, que conlleva desesperación, decepción, rabia, pero también sumisión, ese tremendo aceptar aquello que se nos presenta. De ahí que el Vaticano, no en vano llevan dos mil años sabiendo y administrando lo que sea eso del poder, en el año en que Mario Monti es probable desaparezca de la escena política y reaparezca ese fantasma recurrente, Silvio Berlusconi, crea que ha llegado el momento de dar una vuelta de tuerca y ofrecer una gama completa de masoquismo en sus dependencias. Si el turista, han pensado con buen tino, y a la cabeza de todo ello Antonio Paulucci, director de los Museos Vaticanos que se ha quitado con esta solución una pesadilla de años, es capaz de aguantar por una fantasmagoría improbable como es la seguridad aeroportuaria vejaciones de todo tipo en los aeropuertos, ofrezcámosle, por el bien de la Capilla Sixtina, esa joya pintada por Miguel Ángel, otra sesión similar, esta vez más parecida a Fahrenheit 451, una vez resistida la prueba más dura: soportar la cola de horas antes de poder franquear las puertas de los Museos Vaticanos.

Y la verdad es que si Roma es una pesadilla para el turista, los Museos Vaticanos se llevan la palma. Pero para Antonio Paulucci, que lleva, ya digo, años preocupado por el aspecto que ofrece la Sala donde se reúne el Cónclave para elegir Papa, esta sesión es una solución que conlleva la ventaja, además, de ofrecer una variante civilizada de lo que nos espera en el futuro. Sabido es que la Capilla Sixtina recibe 20.000 visitantes diarios, unos 5.000.000 millones al año, y que los productos que destilamos, ruidos, polvo, humedad, anhídrido carbónico, cuando estamos todos juntos, en fin, eso que se llama calor animal, representan un serio peligro para la conservación de los famosos muros pintados. Por otra parte el uso de esa estancia por parte del turista representa un beneficio económico tan enorme que durante años el dilema conservación- explotación máxima del lugar ha sido algo parecido a la cuadratura del círculo. Pero el 11-S, la crisis económica, y el consiguiente y reiterado abuso, por cuestiones de seguridad, de los derechos ciudadanos, ha hecho que el círculo cuadre y todo gracias al espíritu masoquista que nos afecta sobremanera en estos últimos años. Dentro de unas semanas entrará en vigor en el Museo Vaticano una sesión de aspiración de las partículas de polvo de la ropa del turista, un proceso de refrigeración de su persona, con objeto de que transpire menos, amén de unas alfombras que limpiarán los zapatos de partículas adherentes y ajenas al calzado, para todo aquel que quiera admirar durante unos segundos el panorama pictórico de la Capilla Sixtina. Desde luego, para todo aquel que haya sufrido el tormento de haber gustado de tal panorámica apretujado como una sardina en lata, transpirando y procurando que no faltase el aire  a mitad del recorrido, el solo hecho de imaginarse la sala donde se va a llevar a cabo tamaño proceso de higiene es todo un gozo, similar al que puede acontecer viendo una película de Buster Keaton porque lo gracioso es que la escena no tenga sonido.

El responsable de los Museos se expande en tono épico cuando habla de los proyectos para este año de 2013, como la carpa que albergará una gran sala de cine, ya ha sido bautizada como “ la cancha de tenis”, donde se proyectarán películas sobre la Capilla Sixtina en unas dimensiones y con una resolución que lo real no podrá compararse con lo ofrecido, mientras se le explicará al visitante diversas cuestiones sobre esos grandes frescos, así como los de las Estancias de Rafael, que también cuentan con el mismo problema de la Sixtina, o un recorrido fílmico sobre las miles de estatuas clásicas que los Museos Vaticanos albergan y que el turista es incapaz siquiera de atisbar mientras recorre las salas.

Me temo que la carpa se va a construir al mismo tiempo que se pondrán en vigor las normas higiénicas del turista recalcitrante que, pese a todo, quiera ver con sus propios ojos los frescos pintados por Miguel Ángel, con el ánimo de no dejar escapar bajo ningún medio al turista que desfallezca ante la tormentosa sesión y, por consiguiente pague, que es de lo que se trata.  ¿Pero pintados por Miguel Ángel? La pregunta no es retórica. Entre 1980 y 1994, coincidiendo con la época del dinero fácil, de la publicidad como objeto de deseo y glamour, toda empresa que se preciara, incluida el Vaticano, sucumbió a la querencia mediática de la posmodernidad: se restauró la Capilla Sixtina gracias a los auspicios de la Nippon Televisión que filmó el fotógrafo Takashi Okamura, y el equipo de restauración formado por Gianluilli Colalucci, Maurizio Rossi, y Bonetti, por fin, dieron en 1994 por concluida, la inauguró Juan Pablo II por todo lo alto,  la restauración más polémica del siglo. Tan polémica que aún hoy todavía colea aunque, eso sí, convenientemente neutralizada.

No es momento aquí de describir los pormenores de una discusión en el mundo del arte bastante agria, pero James Beck, de la ArtWatch Internacional, alertó varias veces de los estropicios que se estaban cometiendo en los frescos originales y que lo que los restauradores pensaban que era hollín producto de la combustión de las velas era en realidad una mezcla ideada por Miguel Ángel para resaltar claroscuros y perspectivas. Y lo cierto es que la impresión de limpieza que da la contemplación de los frescos nos impide observar cierta cualidad de cómic, de pintura plana que los que contemplaron estos frescos antes de la restauración famosa. Digo que no es momento de entrar en esos pormenores pero podría darse el caso de que lo que los turistas, millones de ellos, no han logrado estropear, lo hiciera una empresa de restauración auspiciada por otra empresa japonesa, y que los turistas que no han logrado estropear esas pinturas porque las estropearon otros, sean ahora, por bien de las mismas, sometidos a procesos de despiojamiento simbólico.

¿Hay una metáfora más perfecta de lo que está sucediendo con los ciudadanos de muchos países con la crisis económica debida a la especulación financiera que esta sesión de higiene vaticana? Una vez más la Iglesia a la vanguardia de las soluciones más drásticas y poéticas: para el que no quiera sesión de cine virtual. Deberían copiarlo nuestros dirigentes.

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