Leo el mismo día que científicos españoles han descubierto en Barcelona cómo las inmortales células tumorales se alían con las sanas para desarrollar la enfermedad y también que científicos españoles protestan, como en los tiempos que creíamos olvidados, en busca de atención de las autoridades para que no desasistan a la ciencia.
También recuerdo a Peter Higgs, el físico del bosón, que ha clamado a favor de la ciencia en España en una reciente visita a nuestro país.
Desde los primeros años de la transición llevo oyendo las lamentaciones de los científicos que trabajan a contra corriente, los investigadores de la ciencia básica, que es la que importa, aquella que parece que no vale para nada, que es pura especulación, que no se aplica inmediatamente a un gran negocio que dé miles de millones.
El dinero público no da para tanto, parece ser, pero lo más chocante es que en España tampoco hay dinero privado para esta investigación tan necesaria como el aire que respiramos. ¿Qué pasa con los adinerados españoles? ¿Compiten en mezquindad con los franceses? Ya podrían copiar a los norteamericanos que, al menos, esa costumbre sí la han adquirido: apoyar lo que merece la pena ser apoyado. De otros apoyos, mejor no hablar esta vez.
Claro, antes hay que documentarse, interesarse por lo que se ignora. Un paso importante previo que quizás no sea muy propio de la idiosincrasia de los potentados hispanos. Caridad sí, y bienvenida sea –supongo que esos 20 millones de Amancio Ortega habrán aliviado el dolor de muchos-, pero les cuesta invertir a fondo perdido, donar a la causa científica que no devuelve inmediatamente beneficios.
Pero yo estaba en que el pesimismo llama al desánimo, éste al desinterés y éste, por fin, a la apatía. Es un proceso parecido al que sufre el Real Madrid –Dios me perdone- cuando a la que le meten un gol se viene abajo y decide sin proponérselo perder el partido. Bueno, era un ejemplo. En fin, no tiene importancia; sólo era un ejemplo. A lo que vamos.
Una empresa foránea de consultores ha decidido anunciarse con una imagen de España que dista millas de la que se empeñan en repetir hasta el aburrimiento nuestros amigos de la Europa del Norte. Y la pregunta es: ¿miente, camufla la realidad esa empresa? A lo mejor sólo le interesa captar clientes en España y de ahí, el tocino.
Seré una obsesa patriota empeñada en levantar la moral de la tropa –o sea, de todos nosotros- pero se me ocurre que no es mala práctica recordar los logros -incluso en el terreno de la investigación científica- para enfrentarse a todo lo que queda por conseguir en España. Es una forma de lucha que complementa a la de la calle, y que exige estudiar, analizar los problemas y proponer y poner en práctica las posibles soluciones.
Lo que daría por un grupo de estudiosos al estilo de los islandeses que se pusieran manos a la obra en proponer mejoras en las leyes. Algo como lo que el 15M deja entrever. Lástima que la carne sea tan débil y que les sea tan fácil entrometerse a aquellos que nada aportan y todo estropean.
Por eso es justo recordar aquí que el 15M y DRY –que no sé si son lo mismo pero debieran serlo- fueron los impulsores de la presión que ha llevado al gobierno de Rajoy a decretar una moratoria a los desahucios de familias más vulnerables, con todos los defectos que ese decreto tenga. Ese es el camino: trabajar en lo concreto, en aquello para lo que los políticos de carrera parecen no tener tiempo, para que se ejecuten los cambios. Una democracia es el gobierno del pueblo y como tal es la tarea incansable del pueblo. Hay que volver al tiempo de los exámenes y la entrega de trabajos como cuando éramos estudiantes. No se puede dejar de estudiar.