Sylvia Kristel, la actriz de un solo papel

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Sylvia Kristel, en una escena de 'Emmanuelle'. / Efe

Este miércoles por la noche, jueves de madrugada, murió Sylvia Kristel, se supone que en el hospital holandés donde estaba internada desde este verano, en julio, en que tuvo un ataque cerebral. Sufría de un cáncer de estómago que se le había complicado con un derrame, además de un cáncer de garganta y alguna metástasis del hígado. Su representante, Marieke Verharen, recalcó que había muerto tranquila, durmiente, y no especificó si la muerte le sobrevino en el hospital o en su casa. Casada con el famoso escritor belga en lengua flamenca, Hugo Claus, Sylvia Kristel ha sido, cosa rara en el mundo del cine, actriz de un solo papel. Algo que parece injusto pero que en su caso es verdad. Y digo cosa rara porque la Kristel no fue una actriz porno, sino la intérprete de una película erótica, Emmanuelle,  que se estrenó en París en 1974 en nueve salas simultáneamente y que se convirtió en la película erótica más vista de la historia del cine, superando a Garganta profunda, ésta ya más inclinada al porno, y haciendo de la Kristel un símbolo de la mujer liberada de los años setenta y matándola de éxito:  a partir de esta película la carrera de esta mujer se dislocó porque desde entonces siempre se la representaba desnuda, con un collar de perlas alrededor del cuello y sentada en un sillón de bambú. Bien es cierto que antes de Emmanuelle sólo había actuado en cuatro películas holandesas, entre ellas Because the Cats, de Hugo Claus, que luego llegaría a ser su marido, deslumbrando con su belleza, y que la película de marras fue su lanzamiento al estrellato, pero también es cierto que trabajara con Alain Robbe Grillet, que lo hizo, protagonizara papeles como La amante de Lady Chatterley, o interviniera en Una mujer fiel, de Roger Vadim, la verdad es que la sombra de aquella película gravitó siempre en sus actuaciones. Sólo Claude Chabrol quiso hacer de ella otra cosa, y precisamente por esa razón que apuntamos, como una manera de exorcizar aquel fantasma, el fantasma de la belleza extrema. En 1973 ganó el concurso de Miss Europa TV. Merecidamente.

¿Qué fue lo que motivó la fiebre Emmanuelle? Por el lado español la cosa estaba clara. Me recuerdo aún, entrando en una sala de cine en París donde proyectaban Emmanuelle con “tutillos en español”, así como suena, para verla, tanta era su fama en España. Pero, a la salida de la proyección, uno llegaba  a entender que con la censura franquista y la consiguiente represión sexual, con nuestro paradigmático Alfredo Landa representándonos  a todos, que los españolitos de a pie se llegaran en masa a Perpignan para asimilarla, pero los franceses, y los holandeses, y los daneses, con su industria del porno a todo trapo… había algo que no encajaba en el éxito de la película, quiero decir, algo si reducíamos la explicación del fenómeno al elemento sexual. Pero el morbo venía de atrás. En los años sesenta y principios de los setenta circulaba una novela, casi clandestinamente, firmada por Emmanuelle Arsan, se supo, más tarde, que el pseudónimo correspondía a Maraya Rollet Andrianne , una mujer de origen tailandés y esposa de un diplomático francés. Trataba la narración de la iniciación sexual de una joven burguesa, que en los años de la era del general De Gaulle y de Georges Pompidou, ambos cultivados pero un tanto rancios, la rebeldía chic, como se decía en aquellos años, ahora sería cool, de un erotismo que era pura literatura pero que otorgaba osadía y distinción.

Cuando ganó las elecciones Valéry Giscard D´Estaing, se produjo en Francia una apertura en la censura muy notable y las barreras puritanas comenzaron a ceder. Empezaron a llegar películas norteamericanas con escenas sexuales no simuladas, estamos en el género porno, y a un productor avispado, Yves Rousset Rouard, se le ocurrió que los franceses deberían tener una industria cinematográfica un poco hardcore, pero no demasiado, en fin, un cine artístico y erótico, cargado de buen gusto, alejado de las vulgaridades anglosajonas. Se le ocurrió, entonces, adaptar la novela de Emmanuelle Arsan. Decidió ponerse en manos de un diseñador y fotógrafo, Just Jaekin, que en aquellos años estaba de moda en los círculos artísticos, y le encargó que hiciera el film. Jaekin descubrió en los Países Bajos a la Kristel. Ésta, diría más tarde, sólo tuvo que decir en el casting, “Te amo, te amo”. El papel fue para ella desde el primer momento. Flechazo.

La película se estrenó en los Campos Elíseos, en el Cine Triunfo, y ocho salas más. El primer día la vieron 15.000 espectadores; el fin de semana 130000. El citado Triunfo estuvo durante diez años proyectando la película con subtítulos en inglés, convirtiendo la película en un éxito para turistas. Era obligado pasarse por París y verla. Era hasta chic. Y quizá el encanallamiento un tanto suave, dentro de las normas burguesas, fuese la clave de su triunfo. Sylvia Kristel, desde entonces, se convirtió en la actriz de un solo papel, el del erotismo suave y guapo, distinguido. Ya digo, hizo dos películas más de la serie Emmanuelle hasta que le llegó La marge, de Walerien Borowczyk. El resto es conocido. Sólo la salvó Claude Chabrol que vio en ella la mujer cultivada, erudita casi, emotiva, y la hizo interpretar Alicia o la última fuga. Fue el único que tuvo fe en ella.

Con todo hay una diferencia entre Sylvia Kristel y Emmanuelle. A mí siempre me gustó esta actriz, y desde luego su belleza poco común. Sin embargo la película es mediocre, un típico producto de le medianía francesa cuando se ponen medianos. Y desde luego prefiero Garganta profunda a Emmanuelle, porque es más graciosa y honesta. Emmanuelle esta hoy día olvidada, justamente olvidada. No así Garganta profunda. Y eso quiere decir algo. Bastante, diría. Pero lo triste de todo este asunto es que a uno le gustaría haber hablado de la Kristel y he terminado hablando de Emmanuelle en esta crónica. Es una maldición, una maldición que no se puede exorcizar. No se entienden la una sin la otra.

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