Trascendió Chavela, la ranchera del blues

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Imagen de archivo (abril de 2012) de Chavela Vargas, que ayer falleció en un hospital de Cuernavaca, México. / Álex Cruz (Efe)

Así lo dijo Carlos Monsiváis que ella cantaba las rancheras; sin el macho patriotismo mexicano de Negrete, con la queja justiciera del blues, con su desnudez radical. El caso es que esta mujer pequeña que se disponía a atravesar el ecuador de los noventa, ha muerto después de dejarse el bofe en un concierto en Madrid, el diez del pasado julio, a donde había venido a despedirse de Federico García Lorca, según sus palabras. La costarricense, que lleva casi toda su vida viviendo en México, dedicó al poeta un disco libro, La luna grande, que había presentado en la Residencia de Estudiantes.

Al parecer, cuando se alojó por primera vez en la Resi, hace años, Vargas coincidió con Lorca en una noche de insomnio, platicaron largo y tendido, se gustaron y fueron juntos a tocar el famoso piano. Le gusta decir que fue el poeta quien la encontró a ella y, desde entonces, le quedó ese propósito del homenaje a FGL.

Chavela Vargas es la voz peleona que le queda a esa pequeña humanidad que se hacía jirones la garganta cada vez que se plantaba en un escenario. Como dice ella misma, una chamana no muere sino que trasciende, de modo que no debería hablar de ella en pasado, como correspondería a cualquier mortal.

Con todo, había ella hecho comentarios insinuantes a los periodistas, cuando estuvo en Madrid. “Se fue la vida, aunque me encanta estar aquí”, como avisando de lo que se acercaba de forma sibilina; y enseguida, para suavizar la burbuja de solemnidad y tristeza que abría esa frase, añadió: “No sé a dónde iré ahora. De momento, a dar una vuelta por la Residencia y jugar con los gatos negros”, con una determinación, digna de una diosa.  Eso, por no hablar de la buena idea que es jugar con gatos para contagiarse de alegría.

Antes de pasar a otra dimensión, Vargas había ido expresando deseos, como dicen que conceden a los condenados a muerte, aunque a ellos sólo sea uno. El tercero era despedirse de Lorca en Madrid –de donde el poeta granadino no debió salir durante la guerra civil, pero esa es otra guerra-. Le quedó pendiente llevarse de gira a La Llorona; otra vez será.

Vida  muy trabajada y empapada de alcohol, cantaba ella, guitarra en mano, por las calles del De Efe mexicano, como antes, lo había hecho en París otra pequeñaja de marca mayor, Edith Piaf. En México, a Chavela la escuchó el compositor José Alfredo Jiménez –a quien ella llamaba filósofo de pura admiración que le tenía- y ya no hubo más callejear con el hambre arañando las tripas.

Aunque sí hubo alcohol, mucho, tanto que anestesió su garganta, silenciándola, y anuló su presencia pública durante muchos, muchos años, hasta que algún milagro la devolvió al foro entre aplausos multitudinarios, en el Carnegie Hall, de Nueva York y en el Olympia, de París. Como le gustaba decir, “las mujeres con pasado y los hombres con futuro son las personas más interesantes”.

La imagen de Vargas que conocemos es la de una mujer de setenta años para arriba. Pero esta mujer fue joven una vez, aunque quede poco registro de esos años de triunfo juvenil. Por eso, se habla siempre de su voz rota, pero si escuchan alguna grabación de sus primeros años, los años de su amistad con Frida Kalho, y con Juan Rulfo, oirán una voz dulce y suave, bellísima, sin roturas ni tanto desgarro. La vida.

En España se le ha reconocido con premios gordos, como la Gran Cruz de Isabel la Católica, y la Universidad de Alcalá de Henares la nombró Excelentísima e Ilustrísima Señora. Ella amaba nuestro país y lo decía por todas partes donde iba.

Como dejó claro ese día de julio, en Madrid, Chavela no ha pensado nunca en morirse –qué vulgaridad- sino en guardar su vida para llevarla al lugar a donde no se va nunca: “Nos encontraremos donde nada perdimos –había dejado dicho- allí estaremos”. Pos nada; pos allá nos vemos, Chavela.

 

 

2 Comments
  1. Runaway says

    La primera parte de su carrera no la conocí, tal vez porque era más conocida en México que en nuestro país. Fue a raiz de su segunda parte, después ese largo silencio de tequilas, soledad y noches de insomnio, y a través sobre todo de las dedicaciones y las colaboraciones de Sabina, (esa Noche de Bodas) cuando empezé a escuchar sus canciones.

    Y sí, escuchar esos temas con su voz rota y desnuda era desgarrador, como si se te abrieran las carnes…me hacía que se me hiciera un nudo en la garganta…y llorar.

    A PARTIR DE HOY LAS AMARGURAS VOLVERÁN A SER AMARGAS…
    Se va, pero se queda…
    POR EL BOULEVAR DE LO SUEÑOS ROTOS…
    Quien supiera reir…como llora Chavela…

    RIP esa Gran Dama

  2. me says

    En su paso por La Residencia se debió llevar a todos esos espíritus afines que la esperaban…así lo debió sentir ella.

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