Viviendo una vida ‘mundiana’

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Hace veinte años, en el Hospital Germans Tries y Pujol, de Santa Coloma de Gramanet, moría un  2 de julio José Monge Cruz, llamado Camarón de la Isla, llamado Camarón, para muchos, desde luego Paco de Lucía, desde luego Miquel Barceló, que realizó la portada de su último disco Potro de rabia y miel, desde luego, Enrique Morente, un músico que se acercaba al genio, y que algunos de ellos compararon con Picasso por la similitud de ciertos gestos: así, una pasmosa facilidad para su arte unida a una necesidad continua de cambiar las formas. En la cama del hospital se encontró una carta manuscrita de Camarón donde éste, dirigiéndose a  su familia, les daba ánimos. “Dense cuenta”, decía, “que estamo viviendo una vida mundiana que no merese la pena vivir. Porque es mui bonita la vida y tu ties que fortalecerte y tener clompeta fes en Dios y ustedes mismo. Con simpatia y cariño. De este que lla es libre”, una carta conmovedora de un hombre que apenas rebasó el analfabetismo y que, sin embargo, ha sido uno de los artistas españoles con más talento del siglo XX, un artista que, como buen flamenco, tenía una concepción trágica de la vida próxima a la excelsitud. Si se lee esa carta con cierta atención, una carta escrita minutos antes de morir, hay un cierto espíritu que le emparenta con nuestros clásicos. Esta carta posee un aire que hubiera gustado a Santa Teresa. La comparación, desde luego, le hubiera hecho gracia a Camarón. No la hubiera descartado.

Según cuenta José Ramón Ripoll, en Cádiz y aledaños no se habla estos días más que de la muerte de Camarón hace ya veinte años, de un cáncer de pulmón, allá lejos, en Cataluña. Y es que este hombre murió joven, como mueren los héroes, los hacedores de leyenda. La afirmación no debe nada al Romanticismo sino que es una condición propia del mito, y Camarón ha pasado a esa categoría. Recuerdo aún, a los pocos meses de su muerte, a los 42 años, una comida en un restaurante andaluz en la madrileña calle de Harzenbusch. Me senté junto a Tomatito, un guitarrista legendario y colaborador habitual de Camarón y hablaba de él en términos que iban más allá de la superstición. Había en sus palabras cierto temor que tenía que ver con la fe en objetos sagrados, y mientras Tomatito hablaba del cantaor caí en la cuenta de que el guitarrista sabía que el trato con Camarón había sido algo que era más que un privilegio y que sólo se otorga en esta vida a unos cuantos.

Esto días, su viuda, Dolores Montoya, “La Chispa”, con la que Camarón se casó y tuvo cuatro hijos, no para de conceder entrevistas a los periodistas que se pasan por la lencería que regenta en La Línea de la Concepción mientras atiende a los clientes ya que, como ella reconoce, lo importante es que la gente no olvide a Camarón. En cuanto al negocio, el regentar una lencería es la respuesta más clara para saber dónde va  a parar el dinero que genera aún la voz de Camarón. Desde luego, no a la familia. Condición, por otra parte, nada rara en los artistas, sobre todo los que, como este cantaor, vivían por y para su arte. Resulta sintomático que mientras Dolores reconoce que del dinero de Camarón ella se lleva muy poco, en el mundo del flamenco casi la mayoría “camaronicen”, imitando una voz que sólo se entiende desde su arte y su persona. Y es que ahora, a los veinte años de su muerte, lo que convendría retener de Camarón es su legado, un legado que tiene que ver poco con la legión de imitadores, como en vida tuvo que ver poco con los puristas que criticaban su voz, su desgarro tan especial. Es la prueba del genio de este cantaor, su inequívoca tendencia al canon. Igual que allá por los años veinte, Federico García Lorca y Manuel de Falla dieron a conocer al mundo a Antonio Mairena, para muchos el mejor cantaor existente, un mito que ha recorrido el siglo pasado en compañía del recuerdo de Antonio Chacón, de Manolo Caracol, pocos más… haciendo que su modo de enfrentarse la canto se hiciera modelo, del mismo modo Camarón rompió ese molde gracias a otras músicas, en especial el jazz. Era lógico. Camarón fue un artista de finales de siglo, donde la globalización en la información lleva aparejada una tendencia hacia la fusión de las formas musicales, lo que no hay que confundir con la fusión de la que tanto hablan muchos músicos, una época que no podía permitirse el formar un canon en torno a la pureza y decantación de lo existente sin el riesgo de caer en el amaneramiento.

Su evolución es sobradamente conocida, pero no por ello comprendida del todo. Desde que escuchaba enla Venta de Vargas los primeros desgarros del flamenco siendo un niño, entre los olores del pescadito frito,  el oir  a su padre los palos propios del yunque mientras admiraba a Manolo Caracol, que se pasaba por allí siempre que podía, la admiración que despertó en Paco de Lucía cuando le oyó cantar siendo un adolescente, un Paco de Lucía que trabajó con él con un resultado tan espléndido que cosas sí sólo se dan pocas veces en el mundo del arte, su colaboración también con Tomatito, su auge espectacular, al modo de un astro porque, como ellos, brillaba con luz propia, y la caída en el mundo de la cocaína, la heroína y el tabaco a espuertas que, finalmente, se lo llevó de un cáncer de pulmón. Y digo no comprendida del todo porque estas dos facetas no actuaban al modo de un mundo esquizo, sino que se complementaban. Lejos de mí cualquier atisbo de malditismo o de caer en falsas soflamas de bohemia delirante finisecular, esos ribetes malamente baudelerianos, pero lo cierto es que la clave de su existencia nos la dejó en esa carta hallada en la almohada del hospital, eso de la vida mundiana que no merece la pena vivir. Para él la vida estaba en este mundo pero no tal y como se dejaba ver. Camarón quería siempre más y más y de esa desazón provenía la radical complejidad de su canto. Conviene no olvidar cosas así en tiempos de “camaronitis” facilotas.  Su arte y la comprensión cabal del mismo, siempre estuvieron por encima de estos gestos un tanto banales.

Fragmento de la última carta escrita por Camarón. / Captura de vídeo de YouTube
2 Comments
  1. Ramón says

    Camarón vive ¡Grande, grande, grande!

  2. Paco otero says

    Pues sí…HACE YA VEINTE AÑOS del mito de Camaron (y digo del mito no del hombre) Pues si estamos donde estamos, es por seguir adorando mitos y despreciando,banalizando y ridiculizando el alma creadora del arte en general,si no está envuelta en el AURA del estupido consumismo.

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