Rafael Moneo, el artífice de los espacios urbanos

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Rafael Moneo, ayer, tras conocer que había recibido el premio Príncipe de Asturias de las Artes 2012. / Chema Moya (Efe)

Los Premios Príncipe de Asturias sancionan famas y excelencias, no descubren nada nuevo. Son, en ese sentido, un premio institucional como pocos, incluído el Nobel, que de vez en cuando da sorpresas. Estos, desde luego, no, y el que ha recaído este año en el apartado de las Artes ha sido el reconocimiento obligado a alguien a quien se le han otorgado los Premios de Arquitectura más importantes del mundo, el Pritzker, el Mis van der Rohe, el Royal Institute of British Architects, en fin, el más modesto, Premio Nacional de Arquitectura. Desde luego Rafael Moneo es nuestro arquitecto con más proyección internacional del momento, de probada excelencia, y tiene gracia que mientras este Premio Príncipe de Asturias le haya sancionado en el Panteón de los Ilustres Patrios, se cuestione la labor de Santiago Calatrava en este momento por cuestiones que tienen que ver con la gestión pecuniaria de la labor del arquitecto e, incluso, su propio trabajo como constructor de algo organizado y armónico. Como si Calatrava se hubiera convertido en una metáfora de lo que ha sido y significado  buena parte de la labor de estrellato de los arquitectos en esta sociedad posmoderna y posindustrial en que nos movemos y que han sido objeto de disputa en instituciones internacionales que soltaban dinero a espuertas por poseer un edificio diseñado por alguno de ellos. Sin valorar la calidad de la obra de estos, de un Philippe Starck, de un Norman Foster, de tantos otros,  lo cierto es que Rafael Moneo siempre se escapó de  esa clasificación, de ese estatus debido a la fuerte impronta social de su obra que ha dejado huella en edificios como el Museo de Arte Romano de Mérida, la ampliación dela Estación de Atocha , la ampliación del Museo del Prado o el Kursaal de San Sebastián, por no citar sino aquellas que están en boca de todos, obras hechas con inteligencia, con espíritu sutil, con mimo y, por tanto, admiradas no sólo por los colegas sino, lo que es más importantes, gozadas y sufridas por  los ciudadanos. Esa devoción por lo social es lo que deberíamos destacar de nuestro arquitecto. Es la manera más hermosa de justificar el Premio.

Gentes como Philippe Starck, el arquitecto y diseñador francés, Frank O`Gehry, en arquitectura, Chavela Vargas , Claudio Abbado, Alicia AlonsoJaspers Jones, Paula Rego, Bebo Valdés , aparte de el Circo del Sol o el Teatro Bolshoi, han sido algunos de los candidatos de un total de 39, que han sido presentados para este galardón que cuenta como baza principal la del reconocimiento y sanción de la calidad en una rama del conocimiento, pero también un monto de 50.000 euros y la concesión de una escultura de Joan Miró. Hasta hace pocos días mucha gente daba como ganadora a Chavela Vargas, se supone que por cuestiones debidas a su avanzada edad, pero cuando a mediodía de ayer se anunció el nombre del ganador, nadie se extrañó. Benedetta Taglabue, arquitecta italiana y miembro del jurado, estaba muy contenta con que su colega hubiese sido galardonado con el Premio y destacó la labor internacional de Moneo así como su labor docente, como enseñante de nuevas generaciones, algo en el que incidieron otros, como Benjamin Weill o José Luís Garci, que recalcó sobre todo su prestigio mundial. Para Taglabue, además, la elección no tuvo que ser fácil porque había otro arquitecto, el japonés Toyo Ito, que había quedado finalista. Suponemos que para el otro en la lista de los probables galardonados, el compositor estonio Arvo Part, la arquitecta italiana no se ha mostrado tan dubitativa. Si se hubiese alzado con el Premio esta vez, sí, hubiese sido una sorpresa.

El destino es carácter y el de RafaelMoneo fue siempre el de un profesional arraigado a la esencia de su trabajo, entendiendo éste como algo inserto en un tejido social determinado. Esta concepción la ha llevado a rajatabla desde que comenzó su carrera y es probable que el ejemplo de quienes fueron sus maestros, Francisco Javier Saenz de Oiza y Jon Utzon, el arquitecto danés, fueron determinantes para ello. Y aunque muchos hayan pensado que su famoso ladrillo tuviera mucho que ver con el de Aldo Rosi, lo cierto es que su línea de arquitectura, el llamado racionalismo conceptual, está más ligado a la tradición nórdica, por ejemplo, la holandesa, que debe todo a una visión de la arquitectura histórica. Todo esto se ve claramente en los edificios concebidos en los años sesenta, muy alejados del utilitarismo europeo entonces de moda, y del expresionismo que aún por entonces daba sus emblemáticos estertores. Ejemplos de aquella línea hay muchos, algunos de rara belleza, comola Iglesia de Nuestra Señora de Los Ángeles o el Ayuntamiento de Logroño.

Luego la línea de Moneo cambió aunque fue siempre un defensor a ultranza del concepto de durabilidad y el tratamiento de los edificios como monumentos. La rara armonía que desprenden son producto de esa visión monumental, que se quiere duradera, ese arraigo en el tejido urbano, y, sobre todo, un estudio minuciosos y honrado de su utilidad social, del hecho de la comprensión profunda del uso de esos edificios. Con tamaño don no es raro que acometiera obras como el Kursaal donostiarra, que comenzó con polémica porque se derrumbó la escalera principal y ha acabado convirtiéndose en un símbolo de la ciudad. Conseguir ese consenso social no es fácil, y obras como la remodelación dela Estación de Atocha o la ampliación del Prado, que comenzó con una terrible polémica por el asunto del claustro de los Jerónimos, han seguido el mismo destino que el edificio de San Sebastián. Los Premios Príncipe de Asturias, que se inauguran con el de las Artes, no han estado tampoco lejos de la polémica, porque su sanción y reconocimiento a veces ha estado demasiado apegado a la fama del momento, a cierto e inevitable lado mediático. Desde luego no es este el caso.

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