Un Goya para Segura, por favor

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Vivimos unos tiempos extraños y contradictorios. Quién iba a pensar que la Grecia que nos alumbró un día iba a caer en manos de filibusteros y a oscurecerse como un vertedero en el que Europa se mira de reojo con miedo. Tiempos difíciles para el trabajo, la honestidad y el futuro; y también para la cultura y el cine. Tiempos en los que la policía montada del Oeste puede detener sin bajar del caballo a un empresario en Nueva Zelanda porque las productoras dicen que es un pirata, mientras aquí esperamos como agua de “marzo” que la inminente “Ley Sinde” salve de los bucaneros  y el naufragio a la industria cinematográfica que logre resistir el tijeretazo que prepara el Gobierno con su modelo mixto.

A pesar de la que está cayendo, el cine español volvió ayer a ser flor de un día e intentó disimular sus miserias en una gala de entrega de los premios Goya trufada de abatimiento e incertidumbre en la que se estrenaban el presidente de la Academia, Enrique González Macho, y el ministro del ramo, José Ignacio Wert, y en la que la película que más recaudó el año pasado y salvó la cuota de pantalla de cine español no estaba ni nominada -para qué: más valen 20 millones en mano que varios Goya volando-. Su director protagonizó los momentos más divertidos al presentar el premio de actor revelación entonando un miserere por su éxito sin premio y comparando al personaje de Santos Trinidad, que le supuso el Goya al mejor actor a José Coronado, con Torrente.

La Gala fue presentada con gracia, sobriedad y mucho humor por Eva Hache, aunque con tanto monólogo a veces uno no supiese si estaba viendo los Goya o el Club de la Comedia. Hubo coreografías divertidas –entre ellas la de El Langui-, nutrida y variada participación de actores, presencias ilustres -como las de Salma Hayeck, nominada por La chispa de la vida, Almodóvar, Banderas y su señora, demasiado estirada en el sentido propio de la palabra y apenas reconocible excepto por el llamativo tatuaje de su Antonio-, brevedad, emoción –sobre todo cuando salió Silvia Abascal, todavía convalenciente de un ictus cerebral-, agilidad y muy buena realización, a diferencia del año pasado. Y hasta Anonymous, el colectivo de internautas opuesto a la Ley Sinde y a las leyes constrictivas de la libertad en la red, volvió a protestar en la gala con sus famosas máscaras y sabotearon la página web de la Academia de Cine, que cuando se escribe este artículo todavía sigue inoperativa.

En muchos agradecimientos se notó preocupación por el futuro del cine español ante la crisis y las medidas que prepara el Gobierno, y el presidente de la Academia en su discurso, que pronunció acompañado por las dos vicepresidentas (Judith Colell y Marta Etura) ante la mirada impertérrita de Wert y su jefe, el secretario de Estado de Cultura, José María Lassalle, recordó la necesidad de una televisión pública fuerte y solvente para seguir tirando del cine español -RTVE participaba económicamente en la mitad de las películas nominadas- y afirmó que internet no es el presente sino el futuro, contradiciendo las declaraciones del anterior presidente, y a pesar de ser el propietario del lugar legal de descargas filmin. Añadió que el dinero viene de las salas, la televisión y el DVD, y que el cine español necesita sobre todo honor y orgullo.

En cuanto a los premios nos parece que los académicos esta vez han acertado en sus votaciones, repartiéndolos entre las aspirantes sin concentrarlos en una sola película, como suele suceder habitualmente. Almodóvar, a pesar de sus 16 nominaciones por La piel que habito, se ha tenido que conformar con los de Mejor Actriz (Elena Anaya), Actor Revelación (Jan Cornet), Música (Alberto Iglesias), y Maquillaje, bastante merecidos casi todos. El western crepuscular del guionista Mateo Gil, Blackthorn, ha recibido los galardones más técnicos: Dirección de Producción, Dirección de Fotografía, Dirección Artística y Diseño de Vestuario. Y la película de Benito Zambrano sobre la represión tras la guerra civil, La voz dormida, se llevó tres premios simbólicos y sentidos para tres mujeres: Actriz de Reparto (Ana Wagener), Actriz Revelación (María León) y Canción (Nana de la Hierbabuena, de Carmen Agredano).

La película de ciencia ficción, Eva, se alzó con tres premios: Dirección Novel (Kike Maíllo), Actor de reparto (Lluis Homar, que abrió gala y se eternizó en sus agradecimientos, entre los que incluyó a Armendariz, cuya película No tengas miedo protagonizó él y se quedó sin nominaciones), y Efectos Especiales. Y la gran triunfadora fue No habrá paz para los malvados, de Urbizu, que se llevó seis Goyas, los de Mejor Película, Director, Actor Principal (para José Coronado, que lo ha conseguido por primera vez con un papel memorable) y Guión Original, y también los de Montaje y Sonido.

El de Película de Animación lo ganó Arrugas, que también se llevó el de Guión Adaptado; y el Goya de Honor fue para Josefina Molina, pionera en la dirección de cine y recordada por Cinco horas con Mario, Función de noche y Teresa de Jesús, quien dedicó el premio a la fundación de  mujeres cineastas que fundó y preside honoríficamente, CIMA. La mejor Película Hispanoamericana fue para la argentina Un cuento chino y la Europea para la francesa The Artist.

El Goya a la Mejor Película Documental fue para Escuchando al juez Garzón, de Isabel Coixet, en la que Manuel Rivas le hace una larga entrevista al juez, antes de que sus enemigos le pusieran el bozal y las cadenas con tres denuncias y una condena unánime. En sus agradecimientos la directora catalana se despachó a gusto, defendiendo la justicia y lamentado la diferente suerte de Garzón y de los corruptos de la Gurtel que juzgaba. Y llamó la atención los pocos aplausos que se oyeron en las primeras filas: hay que seguir trabajando y ya no es tiempo de hacer política.

En resumidas cuentas, unos premios justos en una gala entretenida y modesta en unos tiempos sombríos e inciertos. Como decía mi profesor de filosofía citando a Parmenides, el ser es y el no ser no es. Que se lo digan a Santiago Segura y al cine Español. El año que viene más

3 Comments
  1. Jonatan says

    No creo que Coixet defendiera la justicia sino justo al revés. O ¿estamos convencidos de que el Tribunal Supremo lo componen delincuentes? Lamenté esa actuación de Isabel, a quien, por otras razones, admiro.

  2. Aleve Sicofante says

    González Macho y una mayoría de académicos -que opinan como él- viven en la Luna si creen que «internet es el futuro, no el presente». Están totalmente a por uvas. Cuando las majors se coman el mercado online español, pedirán ayuda al Estado, como hacen siempre. Ojalá que se acaben de una vez las subvenciones, aprendan a vivir de la taquilla y se topen con el mundo real de una maldita vez.

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