El mejor Paul Auster

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Paul Auster. / Wikipedia

Hay escritores que tienen el don de resultar atractivos porque –entre otras cosas- les acompaña una potente presencia física, pero no sólo por eso. Doy por hecho que sus libros sean decentes, incluso buenos. Pero hay algo más. Será el aura del que hablan los expertos en fenómenos paranormales o una voz dotada o –seguramente, probablemente sea eso-, bondad de corazón. Es llamativo que en el mundo moderno ser bueno sea una manera de ser tonto o de no alcanzar a ser otra cosa más sobresaliente.

La editorial herraldiana por excelencia ha publicado el último libro de Paul AusterDiario de invierno- y, de paso, ha refrescado un par de obras esenciales del neoyorquino, La trilogía de Nueva York y La invención de la soledad. A primera vista, da la impresión de que este libro surgió del autor como escritura casi compulsiva, conmocionado por la muerte de su madre, hecho que disparó en él elementos que constituyen la esencia de lo que somos por mucho bachillerato y mucha universidad con que después nos forremos la piel.

Si en La invención de la soledad, es la muerte del padre el leit motiv de la historia, aquí, la muerte inesperada de la madre, repentina y aparentemente no dolorosa, destapa un baúl de dormidos sentimientos sobre sí mismo. Le estalla entre las manos la necesidad de escribir directamente sobre su vida, recuerdos aparentemente inconexos, desde los accidentes infantiles de mayor o menor calibre a experiencias que se suceden con los años que van pasando. Lo hace de forma directa, sin acudir a embellecimientos ni reformulaciones de los sucesos, con cierto humor y algo de angustia. De manera compulsiva -como él mismo admite que hace- describe los más de 20 habitáculos en los que ha vivido antes de recalar en Brooklyn, las primeras sorpresas de su vida sexual, los sucesivos accidentes infantiles de los que salió milagrosamente vivo, sus matrimonios, sus fracasos y algún éxito. Lo hace usando la mayor parte del tiempo la segunda persona del singular, como necesitado de interlocutor. A menudo, uno mismo es lo mejor que se tiene a mano.

Cubierta del libro de Paus Auster.

De unos años a esta parte, asistimos a la publicación de obras que se ocupan de la muerte de los padres y, con ese pretexto, indagan en asuntos familiares, el carácter de los abuelos, alguna historia siempre oculta en la familia, entre vergonzosa y abiertamente criminal. No un ajuste de cuentas exactamente sino más bien un cierre de páginas requerido por la conciencia de cada cual. Algo así me pareció la obra de Julian BarnesNada que temer(Anagrama, 2010), donde se vislumbraba cierta obsesión del autor ante el misterio de la muerte, o Tiempo de vida, de Marcos Giralt Torrente (Anagrama, 2010)  por no hablar de las obras de Soledad Puértolas, también publicadas por Anagrama, qué casualidad, particularmente, en el libro Con mi madre, de 2001.

Supongo que parte de la razón es que sus autores cumplen años y sus progenitores van dejando este mundo. Pero me parece intuir algo más. Antiguamente, los hitos de las edades del hombre estaban jalonados por ceremonias religiosas, desde el nacimiento hasta la muerte. No es que ahora no siga existiendo esa rutina pero la laicidad de la vida moderna, al verse algo huérfana de ritos, ha inventado otros que no acaban de rendir. Se han mecanizado los que existen de modo que queda poco espacio para la reflexión. Para eso se ha inventado la soledad, diría el propio Auster, claro. Y, a veces, en la soledad, hacen falta penas escritas por otros. Más, si están tan bien escritas.

Por eso, este último libro del de Nueva Jersey –como dirían los de Manhatan, a quién se le ocurre ser de NJ- me gusta tanto. Porque en él PA se confiesa abiertamente a sí mismo que ha entrado en la ancianidad al cumplir 64. Con el valor que hace falta para reconocerse en esos números, con lo fácil que era referirse a sí mismo en los 14, o en los 32. Por su calidad de libro de compañía. Y porque me lo he pasado muy bien leyéndolo.

 

5 Comments
  1. me says

    Interesante. ¿De dónde sacar tiempo para leer? Gracias, Elvira.

  2. antonela says

    Me gusta el principio de
    la nota, pero me resulta un poco chocante cuando empieza a describir las novelas, ya que adelanta parte de los libros que todavía no leí. Muchas gracias.

  3. Agustí Rocamora says

    Pues así en principio es para echarse a temblar, porque la invención de la soledad es probablemente su peor libro (Estoy hablando de un autor al que adoro, pero eso es lo que pienso). Es mucho mejor inventando que recordando su vida real.

  4. Eulalio says

    Con Paul Auster me está pasado como con una película de corte clásico: cuando lo descubrí me pareció un revelación, pasó el tiempo y al leerlo sentía que estaba escribiendo siempre el mismo libro. Y ahora estoy esperando el climax y que me sorprenda con una novela extraordinaria y no solo entretenida. El problema es que llevo así varios años. En fin.

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