Dublín: la Documenta de los pobres

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Hasta este mes de noviembre, en los locales de la antigua Universidad Católica de Medicina, en Earlsfort Terrace, tendrá lugar en la capital irlandesa, la Dublin Contemporary 2011, un festival de arte contemporáneo que sus comisarios, el artista franco-peruano Jota Castro y Christian Viveros-Fauné , quieren convertir en una suerte de Documenta de Cassel  de los pobres. Bob Geldof, el cantante irlandés, entusiasmado con la idea e invitado de honor de la inauguración, que tuvo lugar el 10 de septiembre, se ha mostrado entusiasmado con la idea desde que conoció el proyecto: “Es lo que Irlanda necesitaba. Hemos estado a punto de perder nuestra alma”, dijo, para afirmar, luego de la inauguración, que “este espectáculo va  ayudar a reinventar el país”. El país, desde luego, está encantado.

Pero, ¿en qué consiste este festival de arte? ¿Que le distingue de otros, de los que tenemos todos en la lengua, la Documenta, la distintas Bienales… nuestra feria de ARCO? Según Jota Castro, que se presentó en la inauguración vestido con unas bermudas y una parka en medio de una multitud de traje y corbata, que quiere que “este festival se convierta en una referencia, como el que ocurre cada cinco años en Cassel”, dijo que lo que distingue a este de los demás es su proyección política: “Hoy en día el arte está a adormecido, sólo se juega con sus elementos. Ahora es el momento de ser más crítico. Más serio. El movimiento contestatario está por todos lados”. Susan Keiby, la responsable del proyecto de hacer esta muestra en una Universidad abandonada hace treinta años y donde se practicaron los primeros abortos clandestinos en Irlanda, piensa que es el proyecto artístico más ambicioso que ha tenido lugar en la isla. Exulta: “Es la única manera que tienen los irlandeses de saber sobre las respuestas que dan los artistas a las cuestiones clave de este momento. ¿Qué somos? ¿Qué queremos? ¿Qué tenemos que hacer? ¿De qué manera? ¿Hacia donde? Hay que tener en cuenta que el paro se eleva a 500.000 personas de una población de cuatro millones. Un record”.

Los irlandeses piensan que el arte… la literatura, la música, la poesía, les ayudaron siempre a soportar la miseria ancestral de la isla. Jota Castro, artista contestatario, jurista que ha trabajado  en Naciones Unidas y en la sede de la Unión Europea, así lo cree y por eso le interesó el proyecto. De ahí que lo haya hecho realidad en seis meses: combina una determinación de hierro con maneras suaves. “Tengo fama de ser un hombre serio” dijo, cuando se le preguntó sobre la celeridad con que se ha llevado a cabo la puesta a punto de las instalaciones,  “pero me divierto mucho en esta isla”, apostilló, por si acaso.  Así, pintó las escaleras, en contra de la opinión general, de rojo, en consonancia con los ladrillos del exterior. “Es el rojo de la revuelta, el rojo de la esperanza. Me fastidia el blanco. He dejado el resto como estaba para que el edificio viva como hasta ahora”.

Un edificio inmenso, que impresiona, con radiadores que borbotean, salas imposibles a raudales y rincones que alguna imagina de oscura intención. Las obras están en consonancia con el lugar: el calamar gigante de David Zink Yi varado en un mar de petróleo, las composiciones florales de Cyprian Homorodean, artista de Timisoara, Rumanía, que emergen entre montones de mierda, el karaoke de la irlandesa Ciara Scanlan, que invita a gritar frases coléricas, indignadas, en un micrófono. Hay también un montón de libros prohibidos, obra de Claudio Parmiggiani, que se esconden dentro de una enorme campana de bronce mientras suena una sirena, o la cama basculante de Wang Du donde sesenta personas, drogadas por la información de los medios, se dejan adormecer en medio de setenta monitores de televisión conectados a las televisiones del mundo entero. O, para hacer honor al entorno en que se encuentra, la obra de la francesa Jeanne Susplugas, titulada, Casa Enferma: un suelo lleno de envoltorios de medicamentos vacíos mientras los muros están tapizados de publicidad de los mismos.

En total, 134 proyectos de artistas que Jota Castro ha seleccionado de 500 propuestas, la mayoría, además desconocidas del gran público, lo que ya es de por sí un desafío. El presupuesto, de 886.000 euros, es el equivalente del departamento de comunicación de la Biennale de Lyon, y para rentabilizar tan magro presupuesto, el arrojo ha sido esencial: 40.000 conexiones a Internet el día de la inauguración han hecho que las instalaciones se conocieran en todos los rincones del mundo. La esperanza, no en vano, es el lema de la Muestra. De ahí que la Oficina de Contestación, como llaman al Departamento de Comunicación, haya acogido un remedo de los versos del  Easter 1916, de William Butler Yeats, como la frase emblemática que cierra todo el proyecto: “Terrible Beauty, Art, Crisis…” La esperanza, ya digo. De ahí que emocionen las maderas iluminadas en  fondo negro de Liam O´Callaghan o las esculturas roñosas de Jannis Kounellis recubiertas con planchas de oro. Para rematar, en el centro de lo que fue la biblioteca, un diamante enorme, de dieciocho metros de largo, hecho de espejos rotos, de Jota Castro, parece decir que el brillante somos todos nosotros. La esperanza, ya digo…

El Dublin Contemporary 2011 ha empezado con buen pie. Muchos, con toda la justeza, mirarán el evento con ojos no ya críticos, sino escépticos, lo que convertiría este Festival en algo no muy distinto, por otra parte, de los demás millonarios. Aunque sólo fuese por esto quedaría demostrado que es mucho más rentable hacer algo de tamaño fuste que no dilapidar en fastos hueros. Aun y así, la capital irlandesa se ha convertido este otoño en la capital del arte contestatario, ilusionando a unos habitantes a quienes cualquier excusa les parece bien con tal de sentir que algo se mueve. ¡Qué lejos estamos de las concepciones del antiguo arte comprometido!

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