Lo de abuelo fue un epíteto que se puso últimamente, fue en una entrevista que le hicieron cuando exhibió obras en el Museo del Prado en la muestra Las Meninas, debido a la larga edad que tenía cuando alguien poco avisado volvía a llamarle aquello de “el padre del pop”, quizá cansado ya de que le calificaran así durante décadas, justo desde que pintó aquel collage, Just What Is It That Makes Today´s Homes So Differents, So Appealing? (¿Pero que es lo que hace a los hogares de hoy tan diferentes, tan atractivos?), donde el atleta que sujeta el chupa chups con la dichosa palabra le catapultó nada menos que a creador de todo un movimiento artístico. Richard Hamilton, que murió el día 13 en algún lugar del Reino Unido a los 89 años, fue un hombre afable, discreto, cuya importancia en el arte de nuestro siglo fue reconocido por unos pocos pero cuya fama nunca llegó al gran público que identifica pop art con Andy Warhol y poco más, y en cierta manera con razón ya que fue Warhol el que representó la conciencia viva del arte pop hasta hacer de él el único y necesario símbolo irónico de nuestro tiempo. Hamilton saltó hace poco a la palestra pública con una suerte de provocación cuando comparó la labor de Ferrán Adriá con la obra de Picasso: en realidad fue su último manifiesto, tan semejante, tan coherente, en realidad, al espíritu que animó a aquel su primer cuadro, aunque también en el gesto se colara, de tapadillo, un rasgo suyo, el sentido de la amistad que poseía, tan desarrollado como el de la provocación. No de otra manera se entiende la frase, que puede ser tomada también como una descripción de los valores de nuestro tiempo, en su aparente banalidad.
A Hamilton le gustaba España y tuvo vínculos muy estrechos con el Reina Sofía, de hecho hace dos años donó al museo su obra Sieves/Tamices, de 1971, donde está previsto se haga una retrospectiva de cierta envergadura del pintor británico en 2013. En colaboración con museos de Los Ángeles, Filadelfia y Londres, se trataría de ofrecer la mayor antológica de la obra de Hamilton que se ha hecho hasta ahora y que el mismo artista, pocos días antes de su muerte, consideraba como su auténtico legado. La muestra arrancará en el MOCA de Los Ángeles, para, luego, verse en Filadelfia, más tarde en la Tate Modern de Londres y, finalmente, en el reina Sofía. La muestra, comisariada por Vicente Todolí y Paul Schimmel posee todas las trazas de esas exposiciones que son capaces de revalorizar a un artista. El proyecto es enorme, importante, y ello hasta el punto de que se reconstruirán incluso espacios desaparecidos hace tiempo, como la primera exposición-instalación, Growth and Form, que se mostró por primera vez en el ICA de Londres, reconstrucción que se va a realizar por primera vez desde entonces. Este pasado mes de julio, de hecho, se vio a Hamilton en las salas del Reina Sofia inspeccionando junto a sus responsables los espacios en que se expondrán sus obras. El vínculo que el artista había proyectado en esta retrospectiva era tan intenso, se encargaba de supervisar casi todo, que su muerte, de hecho, sin que altere el proyecto, sí supondrá el replanteamiento de ciertas cosas. En cualquier caso se pretende que la muestra haga época, y de ahí que las instalaciones más famosas, The Fun House, An Exhibit y The Lobby vayan a estar presentes, así como dibujos, grabados, experimentos con imágenes generadas por ordenador, fotos, vinculados también con España, y donde podremos apreciar su interés por el diseño gráfico e industrial y su aportación a la cultura popular y comercial. También se mostrarán obras hechas en colaboración con otros artistas y que abarcará desde sus más tempranas creaciones hasta su obra más reciente.
Ya digo, a Richard Hamiton le gustaba España. De hecho, el pasado año el artista entró en el Museo del Prado, algo insólito para un gurú del pop, con motivo de la exposición Las Meninas, donde se exhibieron obras suyas junto a otras de Goya y Picasso, nada menos. Allí mostró lo que había sido su aportación al homenaje que se le realizó a Picasso cuando cumplió noventa años: cinco dibujos preparatorios y seis pruebas de estado que culminaron, luego, en la estampa definitiva. Allí fue también cuando se bautizó como “el abuelo del Pop”, con cierta ironía, claro, pero también con un escondido deje melancólico sobre las consideraciones de lo que es el mercado del arte. Tengo para mí que, al contrario de Andy Warhol, que siempre poseyó una conciencia lúcida y despiadada de lo que hacía y de lo que representaba, Richard Hamilton imaginó ser, de hecho lo fue, el lado amable, realmente popular de lo que devino luego la cultura Pop, sin intelectualismos de ninguna clase, algo que, curiosamente, le ha llevado a cierto olvido en vida. Hoy día el aparato conceptual se necesita en todo momento, hace mella en toda manifestación artística y cuanto más vinculado a lo popular más acrecienta su necesidad de manifestación: el aparato conceptual actuaría así de obligado marketing de la cosa. Richard Hamilton estaba en realidad apartado de todo ello, lo que hay que tener en cuenta si se quiere comprender bien a las claras lo que significó la irrupción de lo pop en Londres y diferenciarlo del que se desarrolló en Nueva York. Hamilton fundó el Independent Group, junto a Eduardo Paolozzi, Nigel Henderson y otros en el ICA de Londres en 1952. En fecha tan temprana ya se estaba forjando lo que sería el Pop en la isla por la sencilla razón de que en el Reino Unido se necesitaba, y se tenía conciencia de ello, de un cambio económico, social y generacional cuyo espejo se encontraba al otro lado del Atlántico. El movimiento cristalizó, y lo hizo de una manera natural, más tarde, y para Hamilton lo de hacer portadas para los discos de Los Beatles, el White Album, por ejemplo, de 1968, y otros muchos luego, era una continuidad de lo que comenzó como un descubrimiento casual una década antes, con los collages donde mezclaba fisioculturistas con una pin up, entre cómics, carteles de cine, piruletas y electrodomésticos. Sencillamente acertó a describir nuestra época porque respiraba de esa manera, como el campesino de otros tiempos lo hacía con los sonidos del bosque y lo que le decían las nubes y el viento y los sonidos de los animales. Lo pop como única naturaleza actual. Un logro.
Precisamente hoy mismo he pasado por la Galería METTA de Madrid y he podido contemplar a unos de nuestros artistas señeros en el mundo del Pop Art.
Hay otros, ya que se trata de ‘fondos de esta Galería’ de trabajos de diferentes artistas. Pero para mi gusto antepongo, sin menosprecio de nadie, a don Eduardo Arroyo…
¡Genial!
Véanlo.
Asíduo visitante a Galerías de Arte de Madrid y sus cercanías, debo decir que la inmensa mayoría de las personas que dirigen esos nobles espacios son conocedores de lo que en ellas se cuece, culturalmente dicho.
Nadie va a negar que pudiera aparecer, en momento y lugar inesperado el, como decía una íntima amiga, ‘galerista’ de toda la vida en Madrid, de un sujeto que, al decir de ella, había sido ‘un pollero’… Esto es: vendedor de pollos, que había tenido suerte en su anterior negocio y creyó ver horizonte en este mundo del Arte.
Nada que negarle.
¿Quién sabe si dicho personaje se dejaba asesorar por alguien con bastos conocimientos en la materia.
¡Ah!
¡Una de propaganda personal:
Si a alguien que, por error leyese este comentario, le interesase el mundo de la ‘Abstracción geométrica’, …avisarme y echarme una mano, hombre, que es lo mío!