La Feria del Libro de Manolita y Marcelino

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Los actores de 'Amar en tiempos revueltos' Manu Baqueiro (Marcelino) e Itziar Miranda (Manolita) posan con un ejemplar del libro de recetas de cocina que ha sido de los más vendidos en la Feria del Libro de Madrid. / rtve.es

Es sabido que las colas de lectores en busca de firma en la Feria del Libro mueven muchas veces a confusión, cuando no a abierta mofa propia de arrogantes lectores que se consideran unos privilegiados y en sitios así les sale lo peor de sí mismos. Ha sucedido siempre. Recuerdo hace algunos años el sarcasmo de algunos viendo intervenir a la policía para poner orden en una cola que duró hasta las once de la noche. Se tuvo que pedir un permiso especial porque las casetas tienen que cerrar a las nueve o nueve y media, porque había un tumulto descomunal que amenazaba con convertirse en algo incontrolado por conseguir la firma de Iker Jiménez, que había escrito un libro sobre extraterrestres, pero este año, por aquello de la crisis, la cuestión está comenzando a tomar perfiles inquietantes, más propio de una España que creíamos haber dejado atrás gracias a gentes con querencias tan banales como Iker Jiménez y gentes del mismo jaez.. Ahora se lleva llenarse la panza. Como en los tiempos de Carpanta.

Hace años, era ya una tradición: entre Antonio Gala e Ibáñez, nuestro inmortal creador de Mortadelo y Filemón, se repartían la mitad de las colas que se formaban para que los famosos firmaran un libro. A un lado las señoras de edad un poco avanzada con las que el escritor manchego-cordobés mantenía una relación curiosa, entre sádica e implorante, al otro miles de niños con ojos tan ansiosos e ilusionados como sus correspondientes del Tercer Mundo ante una buena comida, que llevaban apretados como si se los fueran a robar sus ejemplares de Mortadelo. Poco a poco las cosas fueron cambiando y desde Iker Jiménez a Pedro Almodóvar, que también ha hecho sus pinitos con la letra impresa, cosas patidifusas, las colas han ido tomado caminos menos previsibles, más erráticos, acorde con lo que se llevaba en el momento, en todo caso muy en la línea que los apocalípticos prevén para una sociedad de masas como la nuestra, que nada entre los que son nuevos ricos y un tanto tontorrones, por aquello de darse pisto como en las novelas costumbristas y la ignorancia un tanto lela y autocomplaciente de los que la practican con cierta conciencia.

Este año, sin embargo, a los sociólogos de la cosa, es decir, a los que están atentos a  lo que ocurre en la Feria del Libro, se les ha notado un tanto preocupados. Desde luego que los escritores famosos, de renombre, los Pérez Reverte, las Almudena Grandes, las Rosa Montero y demás, no den abasto firmando ejemplares de sus libros. Es algo  propio de la Feria, tan propio como que llueva a mares y, al poco rato, te achicharres, o que protesten los libreros y editores a quienes les ha tocado caseta al lado de la Rosaleda, o que la picaresca de siempre se instale en las terrazas de los bares, o que los servicios no funcionen o… aquí pueden poner lo que se les ocurra, o que ningún editor, cuando les preguntas cómo va la cosa, te conteste con sinceridad, pero el que las colas que parece que no van a acabar nunca se hayan producido por dos libros de cocina, eso no lo había previsto ningún sabio habitual del lugar, y hay muchos de ellos siempre en esta Feria.

Imanol Arias y juan Echanove, en la portada de su libro.

Sí, desde luego, Vargas Llosa, sí, desde luego, Javier Marías, que este año parece que se ha puesto de moda, no, desde luego, Hans Magnus Enzensberger, no, desde luego, el novelista israelí Meir Shalev, son autores que requieren un lector atento, pero que Manolita y Marcelino, por un lado, e Imanol Arias y Juan Echanove, por otro, hayan roto todos los supuestos a una semana de que acabe el evento, esto, hay que decirlo claramente, no lo había previsto nadie. La cocina de Manolita y Marcelino recoge recetas tradicionales recomendadas por dos de los protagonistas de la serie de televisión Amar en tiempos revueltos, justamente los que poseen un bar típico con suegro sacado de una comedia de Arniches incluido; Un país para comérselo, por el contrario, recoge recetas de nuestros pueblos producto de las andanzas de dos actores famosos, Juan Echanove e Imanol Arias, por nuestras tierras hispanas realizando un programa de televisión de corte muy parecido a otro emitido hace mucho tiempo y de gran éxito llamado Un país en la mochila y que protagonizaba un José Antonio Labordeta aún joven, en plena forma y de buen natural con el paisanaje con quien hablaba, que le quería y respetaba.

Es curioso que hayan sido cuatro actores los que compitieran este año con un premio Nobel de reciente nombramiento, con un autor como Pérez Reverte, inventor del chuleta capitán Alatriste, con nuestras autoras de todos los años ya nombradas y otras de reciente factura, como Alicia Giménez Barlett, y que de esos cuatro actores, dos, Itziar Miranda y Manu Baqueiro, no existan para el público sino es bajo la forma, y firma, de Manolita y Marcelino. Este año la gente quería llevarse un recuerdo, una firma, como hace siglos se llevaban a casa alguna flor caída del paso de una procesión, pero también, de rebote, querían llevarse recetas de esas de toda la vida, aunque muchas no pasasen de dos generaciones como las fabes con almejas, porque en cierta forma tanto un libro como otro apelaban a cosas que, aunque desaparecidas o a punto de transformarse en algo irreconocible, el común entendía como inamovibles, inalterables, algo a lo que poder agarrarse en el imaginario en tiempos de crisis.

Mientras se hacían estas colas para ver a dos actores transmutados en joven matrimonio madrileño de la posguerra y a otros dos, ya veteranos, que derrochan simpatía por nuestros pueblos mientras comen a manos llenas, los comerciales de las editoriales, en las barras de los bares de la zona, sentenciaban sobre la verdadera situación: las ventas eran peores que las del año pasado. Algunos hablaban de catástrofe, otros, más medidos, de  pérdidas que podían rondar el 35% menos de ventas que el año anterior, otros de que si podían cubrir costes se daban por satisfechos. Las conversaciones y cifras de siempre, también, a pocas horas de finalizar la Feria. Hay cosas que no cambian.

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