En España, tendemos a creer que la cocina norteamericana es un oxímoron ya que por aquellos lares, si llega a cocinarse algo, no pasa de ser una carne al horno o unos panqueques para desayunar. Yo también pensaba que las cosas iban por ahí hasta que la hispanista Shirley Mangini, compañera del poeta Ángel González durante unos cuantos años, me regaló un magnífico libro American Cuisine, con el que me he atrevido varios domingos a cocinar algunas goodies nada despreciables.
La noticia es que le han dado al cocinero español José Andrés, antaño figura de mediático éxito y desde hace más de veinte años cocinero en la capital del Imperio, el premio americano más importante de cocina, el James Beard, por renovar la industria alimentaria y crear escuela.
Quinientos expertos en probar cosas ricas han decidido que el asturiano es el mejor, por encima de otros nombres de mucho postín, tipo Gary Danko y Paul Kahan. Pues mira qué bien. Cuando viajo fuera, me produce cierta desazón y desánimo, encontrar esos presuntos restaurantes españoles que responden a los comienzos de una emigración forzada, allá en los 50 o 60, y que resultan casposos, húmedos y rancios, tanto en aspecto como en sabor y calidad de su cocina.
No es de extrañar que el cliché siga siendo que la cocina española es mala, grasienta, demasiado especiada y cosas así. La tortilla de patata no se parece a tal ni por la forma, la sangría –que, por cierto, aún sirven en determinados establecimientos a los sufridos guiris- es un brebaje horroroso y altamente dañino para la salud, en cuanto a la paella, mejor no hablar. Un chófer que me guiaba por el huerto de Getsemaní, en Israel, hace años, David, me dijo que le perdonara, pero que nuestro plato nacional, la paella, le parecía incomestible. Háganse cargo de la paella que le dieron a comer al buen judío para que cayera en tan graves conclusiones.
Sin embargo, la paella que sirve Andrés en su Jaleo, un restaurante de Washington que ahora replica en Las Vegas, está de rechupete, según cuentan los críticos de cocina. Uno de esos críticos, por cierto, el joven Daniel Maurer Iglesias, del New York Magazine, ha logrado su segunda medalla Beard, un récord que merece felicitaciones. Daniel escribe un blog, Grub Street, en la revista mencionada, que sigue cada vez más gente. Como le conozco personalmente, permítanme que le felicite desde este modesto rinconcillo.
Pues bien, José Andrés ha encontrado su recompensa por fomentar una "alimentación sana y sostenible”, lo que en los EEUU es una proeza. Dicen que Michelle Obama le consulta a menudo en esa empresa que ha iniciado la primera dama de ayudar a la educación alimentaria infantil, que buena falta hace en aquel país, y en el nuestro, por cierto.
Está contento como unas pascuas porque ha confesado que su ilusión desde que llegó a las Américas ha sido promover la cocina y los productos españoles en el extranjero. A ver si el Gobierno español apoya y facilita las cosas, porque, hasta ahora, parece un tanto paradito. A ver si se consigue que sea el aceite de oliva español y no el italiano (busquen olivos en suelo italiano a ver cuántos encuentran y, sin embargo, su aceite está en todas partes, hasta en Suráfrica), el que se sirva en mesas extrañas, jamón español y no francés, vino español y no alemán, etc., etc.
Disculpen mi entusiasmo patriótico pero es que quisiera que me explicara alguien por qué la dieta y productos españoles ni siquiera parecen ser aplaudidos en España, abandonados por las porquerías de plástico que las mamás dan de merendola a sus retoños para la escuela. Un buen bocadillo de sardinas en aceite, hombre, y no tanto bollicao, es lo que mola. José Andrés está trabajando en otro proyecto plausible, la creación de un Instituto Culinario Español, los italianos ya lo tienen. Quizás él consiga que también en su patria aprendamos a comer lo que ya sabíamos desde tiempos inmemoriales y llevamos años olvidando. Los gordinflas del presente, y los que se libren en el futuro, se lo agradecerán. Pues eso.
Me encanta que hayan dado ese premio a José Andrés, a quien vemos constantemente en la tele norteamericana y que ya nos está revolucionando la cocina nuestra. Bravo! Me ha conmovido ver al lado suyo a Daniel Maurer, que ha escrito varias veces sobre José Andrés en Grub Street (pues J.A. ha anunciado que va a abrir un restaurante en Nueva York)
http://newyork.grubstreet.com/2010/03/jose_andres_will_open_a_new_yo.html
Menciona también a Shirley Mangini, que ha publicado un libro buenísimo sobre Maruja Mallo. Parece esto un cocktail party. Y no de las de Eliot. Gracias por una entrada muy rica!
Pues yo, que vivo en EE.UU. y acabo de llegar de un breve recorrido por la sierra granadina, he conectado de nuevo con la cocina de mi niñez y el cariño de los pocos familiares que me quedan. Y mira que he comido en esta semana, tres veces más de lo que normalmente ingiero en el distinguido Boston. La sorpresa es que todavía me abrocho el botón de los vaqueros! – cosa que no ocurriría en la USA.
Ni que decir tiene que vuelvo convencida de que mi lugar de jubilación tiene que ser Granada.
Felicidades a José Andrés y al joven Daniel Maurer.
It is so nice of you to mention
me– thank you! I’ve been lucky enough to try Chef Andres’s food and I can assure you I don’t deserve to be mentioned in the same paragraph! I couldn’t agree more about Spanish ingredients– my favorite lunch spot in New York is a place that serves amazing sandwiches with chorizo, jamon Iberico, morcilla, and all sorts of other Spanish ingredients. This reminds me I need to start making pan con tomate y aceite at home, like I told myself I was going to do after the trip to Barcelona.
Elvira, ese guapo mozo es hijo de chiqui!