Ninguna clase de libros

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Imagen de la portada de 'Interrogatorios'. / Errata Naturae Editores.

“Si usted estuviera gastando, como estamos haciendo nosotros, más de cien millones de dólares al año en un programa de informaciones que se supone tiene por objetivo luchar contra el comunismo, y si usted fuera el encargado de este programa de lucha contra el comunismo, ¿adquiriría usted las obras de unos setenta y cinco autores comunistas y las distribuiría por todo el mundo estampando en ellas nuestro sello oficial de aprobación? ¿O prefiere no contestar a esta pregunta?

“Bien, yo pienso, por supuesto no lo sé, que si estuviera luchando contra el comunismo creo que lo que haría es no darle a la gente ninguna clase de libros”

La pregunta la formula el senador McCarthy, la respuesta es de Dashiell Hammett. Antes, el senador obsesivo y obseso, se había enfurecido al comprobar que en ciento cincuenta bibliotecas dependientes del Departamento de Estado en el extranjero, se había encontrado montones de libros comunistas. En setenta y tres de ellas, por ejemplo, se habían hallado trescientos ejemplares de obras de Dahiell Hammett. La respuesta del escritor es el colofón de todo un día de interrogatorios, el 26 de marzo de 1953, en el que había sido llamado a declarar por sus simpatías comunistas por el subcomité del Senado estadounidense presidido por el mismísimo McCarthy, un patriota de la vieja escuela con ganas de notoriedad y no demasiado inteligente.

De preguntas tan desopilantes y tristes y de respuestas en tanto en cuanto dignas y a veces heroicas está trufado el libro Interrogarios, salido a la venta hace poco más de una semana y publicado por Errata Naturae, donde se da fin al reguero de publicaciones, hace poco también se editaron en RBA los cuentos donde Hammett dio vida al detective Sam Spade, que han tenido como motivo el cincuentenario de la muerte de Dashiell Hammett, el creador escritor que logró introducir el thriller, hasta entonces puro pulp fiction, y darle una categoría literaria excelsa, tanto que muchos se preguntan aún hoy día si después de casi un siglo hay obras del género que superen Cosecha roja, novela que fascinó a personajes como André Gide o, entre nosotros, al poeta Luís Cernuda cuando leyó un tanto embobado La llave de cristal, o, si introducimos ya al  legendario Sam Spade, una narración como El halcón maltés.

Desde luego los aniversarios, al igual que las necrológicas, son llamadas clamorosas a que nos pongamos todos un poco campanudos y nos salgan de la boca tópicos como perdigones de saliva, a destiempo y sin que nos demos cuenta. Ahí anida nuestra vergüenza o falta de ella, pero lo cierto es que ayudan a que generaciones nuevas de lectores que no habían participado de los ritos mágicos que acompañan el camino de una obra cuando está en su mayor momento de gloria, descubran de pronto a un autor a medias olvidado, y sepultado entre tanta hojarasca de aparente similar factura, en las estanterías de los clásicos contemporáneos. Esperemos con que esto, aun sea en pequeña medida, haya sucedido con Dashiell Hammett en este año donde las editoriales han vuelto a reeditar sus obras maestras, escritas todas entre 1929 y 1931, si incluimos La llave de cristal, pero también otras no tan conocidas, como los cuentos en que aparece el legendario detective al que dio representación en la pantalla Humphrey Bogart,  Demasiado han vivido, Sólo pueden colgarte una vez o Un tal Samuel Spade, aparecidos en The American Magazine en 1932.

La verdad es que desde principios de año nos esperábamos este tipo de publicaciones, que pertenecen al ámbito de lo habitual en casos excepcionales, pero la aparición de Interrogatorios introduce un elemento inquietante en estos tiempos que vivimos, precisamente porque creemos que esto ya no va con nosotros, que ahora las cosas se hacen de otra manera. Sorprende acceder a estos interrogatorios y comprobar cómo un cuento Sombra en la noche, podía ser tomado como prueba para demostrar las tendencias antipatrióticas del escritor, es decir, comunistas, es decir, antinorteamericanas, pero no nos detenemos a pensar en lo que sucedería si alguien escribiera ahora un libro como Lolita, donde hemos despejado el fantasma del comunismo para introducir el de la pederastia, qué sucedería si nos negásemos a declarar, como hizo Hammett en el Civil Right Congress en 1951 cuando se juzgaba a cuatro comunistas acusados de conspiración contra el gobierno, en una citación donde se juzgase a cuatro hombres acusados de terrorismo, donde hemos sustituido al enemigo rojo de antaño por el enemigo islamista de hogaño a la espera de que este sea sustituido por el siguiente modelo…

El libro plantea de manera urgente estos interrogantes y de las lecciones aprendidas deberíamos descartar también la justificación de aquellos que achacan estas persecuciones al carácter eminentemente político del escritor, su relación con Lilian Hellman, notoria militante, su lucha por crear en Hollywood un sindicato de guionistas, algo que bastaría para que el FBI le tuviera catalogado como uno de los cerebros de la conspiración roja en América, como así sucedió, pero tampoco deberíamos olvidar que fue él el que describió como nadie la corrupción de la sociedad norteamericana surgida en la Depresión, el que instauró en el arte una visión de América como un paisaje de avaricia perpetua, violencia y crimen, llena de ciudades que semejan cárceles. Ahora, muchos años después, esta visión se ha trocado en parte de la historia de la cultura pop norteamericana, junto a las películas de gángsteres, el cigarrillo ladeado de Humphey Bogart y tantas otras cosas e incluso se han hecho películas, Pentimento, donde él mismo aparece como personaje, pero en su momento no se lo  perdonaron, o, por lo menos, había personas que esperaron su hora… hasta que les llegó bajo la forma de un vociferante y persuasivo senador que murió ahogado en su propia telaraña de paranoia escondida bajo artificio legal.

Esos libros aún duelen, a pesar de que estén sepultados bajo decenas de años de cultura, análisis literario y culto estético. No hay más que volver a leerlos. Nos reflejan.

1 Comment
  1. Roberto says

    Muy buena la nota. Si me autorizan me la llevo para la Argentina, aunque el libro no esté editado acá.

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