Hace más de 40 años un joven ingeniero, lector empedernido y juerguista de altas noches, decidió colgar los aperos industriales y meterse a editor de libros, tarea para la que ha vivido todo este tiempo y lo que seguirá.
Ahora, Jorge Herralde acaba de poner en manos de una prestigiosa e independiente firma italiana, Giangiacomo Feltrinelli Editore, su preciosa criatura: Anagrama. Se sustancia así una conversación muy seria mantenida entre Herralde y Carlo Feltrinelli, en la feria del libro de Francfort, hace un año, y unas negociaciones que mantuvieron en la primavera pasada, como cuenta el propio editor en una nota.
Es la forma más segura de proteger la dignidad y la valía de Anagrama. Jorge Herralde sabe que en España, su fondo editorial tendría pocos días de vida, tal como están las cosas. De modo que le ha buscado colocación donde todavía respira una gran editorial, de las más importantes de Europa, que mantiene su independencia y cuyo director conoce bien la labor de Herralde en Anagrama. Queda en buenas manos, pues. Pero…
“Después de 41 años de satisfactoria navegación independiente, se planteaba, por razones obvias, la búsqueda de la continuidad de Anagrama y, teniendo en cuenta los largos años de amistad, sintonía y complicidad con Feltrinelli y las características de dicha editorial, estoy convencido de que la decisión tomada es la más deseable para el futuro de Anagrama”, ha comunicado Jorge Herralde.
Queda la melancolía que produce en la memoria el desfile de los días –los primeros y los que siguieron- en que nacía y crecía la casa editorial más interesante y moderna de las surgidas en España, que comparte con muchos de nosotros años de historia y de vivencias fundamentales en los que hemos aprendido a leer autores desconocidos y figuras consagradas de todos los rincones del mundo, España incluida.
Echar una ojeada al catálogo de Anagrama es sencillamente abrumador y maravilloso: de los clásicos a los raros, de historiadores a rabiosos anarquistas, chinchones franceses como Houellebecq y Marie Darrieusecq, feministas aguerridas como Germaine Greer, pioneros en batallas por la dignificación del hombre, como Franco Basaglia o Jean Piaget. Jorge Herralde ha colocado en nuestras ávidas manos a los Gombrowicz, Burrouhgs, Capote, Byatt. Ha puesto en nuestro camino a los Pombo, Puértolas, Caballero Bonald, y tantos otros; hasta a los Vila-Matas y Marías que abandonaron un buen día su regazo. Ha lanzado a Bolaño, más allá de su muerte, a las Américas.
Su incansable búsqueda de autores, sus arriesgadas apuestas han hecho de Herralde un editor de referencia, laureado dentro y fuera con distinciones tan altas como el Reconocimiento al Mérito Editorial de la Feria del Libro de Guadalajara (México), en Italia, el Premio Nazionale per la Traduzione del Ministero per i Beni Culturali. También ha sido nombrado Oficial de Honor de la Excelentísima Orden del Imperio Británico y hasta Francia le ha hecho Commandeur de l'Ordre des Arts et des Lettres, por ejemplo. Nabokov, Capote, Sebald, Waugh, el viejo Wodehouse y tantos otros han llenado más de una tediosa tarde de verano, más de una noche de insomnio. ¿Cómo no agradecerle eso?
Pero el editor ya ha advertido que no dejará el trabajo ni va a jubilarse ni nada por el estilo. De hecho, en su contrato con Feltrinelli, tanto él como Lali Gubern seguirán al tanto durante cinco años más, al menos. No se deja de golpe a una hija tan querida por más que haya alcanzado la mayoría de edad hace muchos años. Perdonen este desahogo, pero no he podido, ni querido, evitarlo. De bien nacidos es agradecer los bienes. Y que sea por mucho tiempo.