Qué días aquellos, qué años

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Josep Maria Castellet, en una imagen de 2009. / Josep Renalias (Wikimedia Commons)

Hay personajes que crecen después de muertos, otros que no ven modificada su estatura una vez pasado el trago y otros que son olvidados fácilmente. Hemos asistido estos días a la despedida de Marcelino Camacho, un hombre de clase obrera, honrado, generoso y valiente, luchador incansable, que nunca renunció a su condición ni a su piso de Carabanchel, a pesar de la importancia que tuvo en la transición española, un tiempo histórico tan fundamental para muchos de nosotros. Marcelino Camacho es de las personas cuya altura no encoge después de morir y que permanecen tan grandes como ya eran.

Lo mismo me parece que sucede, cambiando de terreno, con Terenci Moix, del que queda, aparte de sus libros, el recuerdo amable de su carácter alegre y encantador. Su capacidad de escuchar y de sacarle jugo a la vida. Su preciosa inocencia.

Con razón o sin ella, a personas así se les contempla con una mirada amistosa, aunque nunca se haya hablado con ellas. Esa mirada amistosa destaca por encima de todo en el libro que acaba de publicar José María Castellet, Seductores, ilustrados y visionarios; seis personajes en tiempos adversos (Anagrama, 2010), que habla de Manuel Sacristán, Carlos Barral, Gabriel Ferrater, Joan Fuster, Alfonso Comín y Terenci.

¿Transforma la amistad la imagen de los muertos? El autor admite que estos seductores “me han impuesto su presencia de manera lenta y persistente”, en la página de Justificación con que abre el libro. No dice que tengan que ser simpáticos ni igualmente admirables los seis, aunque él no esconde su devoción por todos.

Jaime Gil de Biedma, el poeta que mejor definió el deterioro del ser humano por la acción del tiempo, que lloró como los mejores las penas de la humana condición, aguanta el tipo, en parte porque su presencia en el libro es circunstancial, aunque pese mucho en la biografía literaria de Castellet.

Junto con el capitulo dedicado a Terenci Moix, divertido y azaroso, los que se ocupan de Carlos Barral y Gabriel Ferrater me gustan especialmente porque concentran los sustanciosos años de activismo cultural con que tanto Castellet como los mencionados y muchos más trataron de respirar aire nuevo en la España gris de los cincuenta y sesenta: años del coloquio internacional de novela que Barral había creado en Formentor, años de peligrosas incursiones a los resquicios de la dictadura donde desarrollar una vida literaria inaudita entonces, en los que el osado Barral llegó a convocar y entregar el primer Premio Internacional, ex aequo, a Samuel Beckett y a Jorge Luis Borges. Años intensos que Castellet relata sin perder el hilo de sus nombres propios escogidos, consciente de su capricho y de que deja muchos fuera de la historia. No se puede con todo.

He disfrutado de esta lectura que, aunque más relajada, menos estructurada que su anterior libro, Los escenarios de la memoria (1988), está escrita con respeto y admiración, también indulgencia, por sus amigos de batallas, sin escatimar los miedos pasados, los apuros por huir de la vigilancia policial de aquellos años.

De los personajes recordados, me llama la atención la capacidad de seducción de Sacristán, quien por lo leído en el libro, tenía a Castellet en el bote, como se suele decir. Y sin embargo, pasado el tiempo y sin obra propia que le narre, queda más bien un recuerdo áspero de sus extremos: falangista, primero; comunista, después, siempre de manera férrea, inflexible, que no hablan precisamente de un personaje simpático.

Pero en tiempo de recordar a los muertos, como estos días de noviembre que empieza, mejor no suscitar amargura en el recuerdo. Sobre todo, al escribir de un libro tan de agradecer como éste que ha querido entregarnos JMC.

2 Comments
  1. SLA says

    Quién ha escrito comentario, por favor?

  2. Jonatan says

    Pues quien firma el blog, SLA. ¿quién, si no? Lo de Sacristán está dicho con bastante delicadeza, por cierto. Pero el don de la seducción también pueden tenerlo los tipos antipáticos. Es un misterio.

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