Radiografía de un fracaso
Ensanchar el espacio de la moderación para que PP y PSOE puedan gobernar en él. Esta es la idea principal que el presidente del PP, Pablo Casado, lanzó ayer desde la tribuna durante la segunda sesión del debate de investidura de Pedro Sánchez. Regreso al bipartidismo en un momento en el cual la fragmentación política expresada en el Congreso ha dado lugar a un periodo inestabilidad que se perpetúa. Esto, acompañado de las nuevas formas de comunicación, que han convertido a la política en una constante narración en directo del relato político, tiene signos de agotar a la sociedad española. En el último CIS, los políticos volvían a ser el segundo problema de la ciudadanía.Después de la sesión de investidura, veremos.
El ritmo frenético que la televisión, a golpe de dúplex, y las propias redes sociales han otorgado a la política convierte a los partidos políticos en generadores de contenidos, de relato, más que en solucionadores de problemas ciudadanos o actores de cambio de la realidad política y social en base a un programa y a una ideología. A veces, los portavoces han de comparecer ante los medios cuando el relato ni siquiera está bien fundamentado.
El pasado 28 de abril, la movilización fue muy elevada, por encima del 75%. Había una novedad que hace pensar que fuera el motivo de esa movilización: se presentaba un partido que abiertamente se situaba en la ultraderecha, Vox, haciendo resonar un pasado franquista en pleno siglo XXI. Sectores populares que suelen tender a la abstención, votaron a opciones de izquierdas abriendo la posibilidad en el Parlamento de mayorías progresistas. La desafección a la política puede volver al imaginario colectivo, pero ya no estará el 15M para canalizarla. "La banda", dice Rivera, donde Podemos dijo "la casta". Que viene a ser lo mismo, pero sin el componente de clase, de los de abajo contra los de arriba. Y con un componente nacionalista... Español.
PSOE y Unidas Podemos, tal y como habían descifrado sus propios dirigentes en campaña, se presentaban a las elecciones sin confronta entre ellos, con el principal motivo de frenar a la ultraderecha. Los números no otorgaron a la suma de ambas formaciones una mayoría absoluta, pero sí una mayoría amplia que facilitase un gobierno progresista con apoyos de partidos nacionalistas e independentistas periféricos, los cuales, en el caso de Catalunya y Euskadi, habían ganado las elecciones: ERC y PNV.
En junio del año pasado, Pedro Sánchez llegaba a la Moncloa tras una mayoría, la de la moción de censura, que se basaba en dos características: un posicionamiento de centro-izquierda y que reflejaba la plural realidad nacional del Estado. Sánchez solo tenía que tener capacidad de interlocución con esa misma mayoría para ganar la investidura. Pero Sánchez, protagonista de la investidura, como todo protagonista en toda historia tenía que perseguir un objetivo y hacer frente a los obstáculos que se encontrara por el camino para lograrlo. Ha fracasado. No consiguió ni mayoría absoluta en la primera vuelta ni más ‘síes’ que ‘noes’ en la segunda vuelta.
Sánchez se ha presentado a cuatro votaciones de investidura y las ha perdido todas durante su carrera política. Tan solo ganó una moción de censura, que le llevó a Moncloa hace algo más de un año, pero en la moción los votos no eran a favor de Sánchez, sino contra Rajoy. Es decir, más que ganarla Sánchez, la perdió Rajoy. Además, contó con el reconocido apoyo de Iglesias para sumar aquella mayoría alternativa. Esta semana, el líder socialista solo ha conseguido un voto a favor además de los propios del PSOE, el del diputado del PRC. Ha fracasado rotundamente.
Una negociación ha de basarse en una primera premisa básica: reconocer al interlocutor como válido, otorgarle la capacidad de intervenir en la situación y modificarla y, paso a paso, entre las partes, llegar a un consenso en el que todas se sientan identificadas. La primera premisa básica no se ha cumplido en los casi tres meses transcurridos desde las elecciones generales hasta el debate de investidura culminado ayer en las conversaciones y negociaciones desarrolladas por el candidato a la Presidencia, Pedro Sánchez, y su partido, PSOE, con el que consideraba su socio prioritario, Unidas Podemos.
En todo momento, la negociación demostraba una voluntad de victoria, si no de humillación o destrucción, con el interlocutor en las negociaciones. Poca cooperación, mucha competición. La batalla de la izquierda, o por la izquierda. Si Sánchez ha sido el gran derrotado de la investidura, Unidas Podemos le sigue en el ránking del fracaso. Los dos pierden. Pablo Iglesias enfiló una estrategia: un gobierno de coalición con el PSOE, en el que Unidas Podemos tuviera un peso proporcional a los votos o escaños conseguidos tras los comicios de abril. No ha sido así.
La batalla de la izquierda ha sido dura durante las últimas semanas. Filtraciones, amenazas públicas, rupturas de negociaciones. Todo, cara al público, a cara de perro. La sociedad se ha tensionado y el electorado progresista ha optado por dos posiciones mayoritarias expresadas en redes sociales durante el día de ayer. Por un lado, hay quien se ha mostrado indignado con la situación, en general, mostrando su incomprensión por cómo se han ido desarrollando los acontecimientos, repartiendo culpas. Por otro lado, la batalla de trinchera, simpatizantes de Unidas Podemos criticando ferozmente al PSOE y viceversa. El tono utilizado entre los dirigentes políticos se ha replicado en parte de la sociedad. La distancia entre las dos fuerzas políticas del espectro de la izquierda española son mayores que antes de todo este proceso de negociaciones. El acuerdo, hoy, está más difícil. La desconfianza abunda. Desde los despachos madrileños hasta las barras de los chiringuitos de playa.
La interna en Unidas Podemos queda tocada. Las divergencias entre IU y Podemos por la estrategia de negociación se han visto en las últimas horas de investidura. Las bases han sido sometidas a un nivel de estrés enorme y los dirigentes tendrán que conseguir explicar por qué el acuerdo presentado por el PSOE no era válido, mejor dicho, lo suficientemente válido para permitir la investidura y que hubiera, por primera vez en 40 años, ministros de la izquierda del PSOE en un ejecutivo. El PSOE siempre ha querido tener al PCE y herederos lejos del Gobierno del Estado. La explicación oficial del grupo confederal: las competencias que Unidas Podemos podría gestionar desde el Gobierno no cumplían con las expectativas de una fuerza que había obtenido 3,7 millones de votos.
Las voces críticas con Iglesias dentro del ámbito de Podemos han aflorado como setas. El momento ya era delicado, sobre todo desde la marcha de Íñigo Errejón el pasado mes de enero. El sector de Anticapitalistas, que había apostado desde un primer momento por no entrar en el gobierno, apoyar al PSOE en la investidura y hacer un férreo control programático desde el Parlamento, es decir, un gobierno a la portuguesa, han tomado fuerza, tras el fracaso de la opción coalición. Teresa Rodríguez y su Adelante Andalucía, en caso de repetición de electores, podrían optar por presentarse con marca propia.
Por otro lado, no faltan quienes animan a Íñigo Errejón a dar un paso al frente en el caso de que se repitieran las elecciones. “Errejón, todo tuyo”, decía en redes sociales Manuel Cavanilles, asesor de Estrategia y Comunicación de Sánchez. En el Senado, ya se entiende Más Madrid con Compromís, Adelante Andalucía, comunes catalanes...
Iglesias, que en cierta medida necesitaba entrar en el Gobierno para de reafirmarse ante una complicada situación interna, queda, en este aspecto, debilitado. El cielo no se toma por asalto, se conquista nube a nube, le asesoraba Aitor Esteban, portavoz del PNV desde la tribuna. Cuatro ministerios en cuatro años de vida, es una buena proporción, hacía lo propio Gabriel Rufián. Esteban y Rufián han sido, a ojos de buena parte de la opinión pública y publicada, los ganadores del debate. Han sabido situarse en el centro y repartir culpas y aparecer como constructivos. La reformulación del personaje Rufián es una de las novedades más relevantes de la investidura.
Dos meses. Si en dos meses no tiene lugar una investidura no fallida, se convocarán elecciones para el próximo 10 de noviembre. Las estrategias seguidas por PSOE y Unidas Podemos han fracasado hasta ahora. Desde Unidas Podemos siempre pensaron que cuanto más transcurriera el tiempo, más fácil sería sonsacar su objetivo en la negociación con Sánchez, al considerar que el socialista tiene más que perder, la Presidencia, que los propios confederales, algunos escaños, en caso de repetición electoral. Hoy Sánchez, desde la Tribuna, aseguraba anteponer sus principios a ser presidente. En una entrevista televisiva apostaba por "no tirar la toalla" y volver al inicio, es decir, buscar la abstención de PP o Ciudadanos. Recordemos a Casado: ampliar el espacio del centro, decía. El factor desmovilización en unas nuevas elecciones hace difícil prever cuáles serían los nuevos resultados.
Los principios de Sánchez son una incógnita. Firmó un pacto de gobierno con Ciudadanos en 2016. Fue defenestrado por su partido al materializar su “no es no” a Mariano Rajoy. Volvió a la Secretaría General de Ferraz prometiendo entendimiento con Podemos y plurinacionalidad. Fue llevado a la Moncloa por “la mayoría de la moción de censura”. Ganó las elecciones haciendo campaña frente “a la foto de Colón”. Ha pedido hasta la saciedad la abstención de PP y Ciudadanos esta semana… Y ha sido implacable a la hora de facilitar que Podemos tuviera influencia real en un gobierno de coalición...
Desde sectores del PSOE, nunca han visto con buenos ojos el acuerdo con Unidas Podemos. Sánchez podría haber sido presidente dependiente de una mayoría parlamentaria sustentada también por el independentismo y por el nacionalismo vasco. En un momento. otoño, en el que el conflicto catalán puede subir de intensidad (Diada, segundo aniversario del 1-O, previsión de publicación de la sentencia del juicio al procés en el Tribunal Supremo…), el PSOE ansía separarse de estos socios. Por otro lado, ante la previsión de que la economía internacional se resienta y que Bruselas señale una nueva senda de austeridad, el acuerdo de gobierno con Unidas Podemos da miedo en algunos sectores de las filas socialistas. Cuestiones de Estado. Dos no se pelean si uno no quiere.
Gracias Sato por esta crónica y explicación tan racional.. un cordial saludo
¡Que no véis más allá de vuestras narices, jodidos! Cuando no hace falta ser muy agudo para darse cuenta de lo que hay en el fondo: el rechazo de Pedro Sánchez a pactar con Unidas Podemos, que ya se detectaba antes de la sesión de investidura de julio.