El paso del fuego de los pactos
Noche de San Juan. El recién llegado verano se celebra en multitud de pueblos y ciudades, donde las más variopintas tradiciones toman protagonismo. Noche que se envuelve de un halo mágico por la constante presencia del fuego, que contrasta con las escenas costumbristas que suceden cuando los vecinos toman las calles. Así, en Albacete un reguero de antorchas alimentará una gran hoguera en honor al patrón de la ciudad que se consumirá a las puertas del recinto ferial. En Madrid, jóvenes saltarán las hogueras espontáneas que irán adquiriendo formas extrañas en el Parque de la Cornisa, desde donde se divisan las mejores vistas sobre la Casa de Campo.
En Alicante, esta noche arderán las fogueres y los bomberos apuntarán con sus mangueras, la banyà, a las multitudes concentradas en plazas para ver desaparecer estos monumentos que algunos confunden con las fallas valencianas. Las fallas, más rechonchas y satíricas, las fogueres, alegóricas, críticas y simbólicas. En Barcelona, la playa de la Barceloneta a rebosar de turistas, baños desnudos en el mar y en alcohol, mientras en las callejuelas de Gràcia se esconden escenarios, conciertos y verbenas. Los petardos no permiten dormir.
Y en el norte de la provincia de Soria, casi tocándose ya con La Rioja, San Pedro Manrique. El paso del fuego o la fiesta de las móndidas. Los mozos del pueblo cruzarán una alfombra de ascuas de madera de roble descalzos, sin quemarse, dicen. Los tres primeros mozos en cruzar llevarán a sus hombros a las tres móndidas, chicas protagonistas de la fiesta este año. La técnica deriva en que al pisar fuertemente las brasas, se produce un apagado de las mismas, y no queman las plantas de los pies.
El paso de la primavera al verano. La omnipresencia del fuego, que ayuda al sol a calentar. El parón y las vacaciones. Las escapadas al mar o el regreso a los pueblos originarios. Caravanas en la autovía y perros abandonados. Los periódicos acostumbran a disminuir su grosor, y las noticias se vuelven menos sustanciales. Esa es la norma, aunque parece que este año la incertidumbre política se puede adueñar de las tertulias en los chiringuitos de las playas con olor a crema.
En los corrillos del Congreso, porras sobre cuándo decidirá Pedro Sánchez celebrar el debate investidura con un ojo mirando al calendario, a las fechas señaladas para el viaje reservado. Las apuestas aumentan de nivel cuando se hace el recuento de cuándo podría situarse una nueva repetición electoral, allá por noviembre, quizás. Y los partidos, los dirigentes, se echan a los hombros las consecuencias que puede tener cualquier decisión, y, descalzos, arrancan a andar sobre las ascuas de roble.
Pedro Sánchez, que se sabe ganador de las pasadas elecciones y, haciendo caso a los sondeos, también de unos nuevos comicios, que le podrían dar un resultado mayor, incluso, carga con la incomodidad de un Albert Rivera desubicado desde la moción de censura de hace más de un año. La móndida Rivera. El de Ciudadanos se veía entonces en Moncloa y Sánchez le ha robado la cartera de primer ministro. Ahora, tercera fuerza política en el Congreso, tras no haber conseguido su ansiado sorpasso al PP, otro jarro de agua fría, Rivera ha de aguantar las presiones de élites económicas y mediáticas, las rupturas internas y los toques de atención de liberales europeos. Aprietan para que facilite un gobierno conjunto con el PSOE de Sánchez, su archienemigo, y se agarra al clavo ardiendo de que en Navarra, el PSN podría gobernar con las abstenciones de Bildu.
Algunos de los principales opinadores de la corte madrileña cambian el guion, si Sánchez se beneficia de la representación de Bildu en los parlamentos, no es posible el acuerdo, muestran el abismo de la repetición electoral e indican a Sánchez la guerra total para la legislatura. Si el PSOE gobierna por Unidas Podemos y con nacionalistas periféricos e independentistas como facilitadores, la caverna mediática no le dará ni un respiro. Sánchez, que ha sido humillado en múltiples ocasiones por las palabras de Rivera, no toca a las puertas de la sede naranja de Ventas directamente, pero sí se pasea por Europa y deja a su adversario en evidencia, pavoneándose con Emmanuel Macron, quien no entiende los pactos de Ciudadanos con Vox.
Rivera cruza las ascuas de roble, cargando con el miedo a ser castigado en unas nuevas elecciones por un electorado de derechas que puede regresar al PP al ser consciente de que la ley electoral no ha beneficiado la división del voto y otro de centro que no entiende el cordón sanitario a los socialistas. Sánchez cruza, reflexionando sobre si, precisamente, ese regreso de votantes al PP no le harán subir mucho en escaños a los de Casado y darían los números para una mayoría de las tres derechas y ultraderechas, evitando así la quema en la hoguera de Rivera. La hípermovilización del 28-A difícilmente se volvería a repetir en las urnas.
Iglesias teme quemarse si no consigue integrar a Unidas Podemos en el gobierno. Él quiere estar en el Consejo de Ministros y el PSOE no lo ve ahí sentado. La situación interna del "bloque del cambio" no es halagüeña tras los resultados de abril y, sobre todo, mayo. El debate sobre la "recomposición de la izquierda al PSOE" tomará fuerza conforme se vislumbre un horizonte al tema investidura. Iglesias considera que llegar a un ministerio le otorgaría fortaleza para apagar fuegos internos Algunos de los pactos en comunidades como la valenciana, la riojana o la canaria auguran que puede haber entendimiento entre las izquierdas. Sánchez no levanta sus cartas, Iglesias pone buena cara hacia afuera.
Pablo Casado se la juega en Madrid, donde Vox se ha ofendido porque no se ha cumplido el pacto en el Ayuntamiento. Los seguidores de Don Pelayo quieren tocar poder en Cibeles y amenazan con dejar perder la Comunidad para las derechas y ultraderechas. A nivel estatal, Casado poco fuego tiene que cruzar, pues una repetición electoral, probablemente, le haría mejorar los números de abril, recuperando exploradores de Ciudadanos y Vox, y, de lo contrario, tiene garantizado el rol de líder de la oposición para intentar quemar, cuanto antes, a Sánchez en Moncloa.
Cuentan que las verbenas, las plantas y los eventos, tienen poder afrodisiaco. Los protagonistas políticos se debaten entre seguir dejando cocer el momento o asumir un giro de guion que podría generar un inusitado cambio de pareja de baile y levantarse en una alcoba desconocida. El poder simbólico purificador del fuego, que deja los malos recuerdos atrás para mirar al futuro, esta noche. En algunas hogueras, arderán papeles con deseos escritos sobre ellos, aunque los deseos no tienen por qué hacerse realidad. El reto es el siguiente, conseguir traspasar la manta de brasas de roble sin quemarse. Como en San Pedro Manrique.