Venezuela a la deriva: el eterno relato del mal menor
Adrià Bauçà-Baiona, escritor y activista venezolano
Hay que asumirlo: el tema Venezuela seguirá dando de qué hablar, vendiendo periódicos y abriendo los telediarios del estado español. Junto a las lenguas propias y la ley de violencia de género, es el arma arrojadiza de políticos y tertulianos por igual. El sufrimiento de 31 millones de personas se transmite en televisión pública y privada, se difunde en las redes y se discute en charlas donde rara vez participa un venezolano, y cuando lo hace, siempre es personal del gobierno.
Desde la juramentación de Juan Guaidó como presidente encargado el 23 de enero de este año han pasado muchas cosas que parecen incomprensibles a un océano de distancia. El binario Chavismo-Izquierda, Oposición-Derecha es fácil de vender en sociedades donde la ideología, y no el hambre ni el crimen, es tema de discusión. Para quienes viven el día a día en Venezuela tal división arbitraria no significa absolutamente nada, o peor aún, representa la visión desde el privilegio de gente sin ninguna pertenencia real al conflicto
Para intentar entender Venezuela, olvidémonos por un rato de lo que nos han vendido como cierto los opinadores, los medios, y por sobre todo, los partidos políticos del estado español. Olvidémonos del análisis anclado en la Guerra Fría, del monopolio de la maldad del imperio norteamericano y de aquellos quienes ven en la Rusia neofascista de Putin algún vestigio de la Unión Soviética. La narrativa de la fuerza imperialista norteamericana se desvanece en un país que, incluso tras la nacionalización del petróleo y empresas estratégicas, continúa teniendo como principal socio comercial a los Estados Unidos, le ha abierto su mayor reserva petrolífera a compañías como Repsol y ha entregado el 21% de la soberanía del país a transnacionales a través del proyecto del Arco Minero del Orinoco, mientras los pueblos indígenas son desplazados y masacrados por el modelo extractivista. Podríamos trazar mil paralelos, pero ver la situación venezolana desde una perspectiva netamente comparativa no sólo es ridículo, sino dañino.
El día 30 de abril, un grupo de militares coordinaron y efectuaron la liberación de Leopoldo López, el eterno presidenciable, mientras Juan Guaidó, ejerciendo más como líder opositor que como presidente encargado, llamaba a las calles sin retorno hasta conseguir el primer punto de su hoja de ruta: el cese de la usurpación. Al poco tiempo, Maduro anunciaba en cadena nacional de radio y televisión el “fracaso” de un incipiente golpe de estado, repitiendo como siempre la retahíla de argumentos basados en el imperialismo norteamericano y la dignidad socialista. Mientras militares leales a Guaidó buscaban tomar el aeropuerto militar de La Carlota, al este de Caracas, estallaban protestas en todas partes del país, acabando la mayoría en represión, detenidos y asesinatos por partes de fuerza del estado. Con la moral golpeada, grupos de militares en distintos puntos del interior del país se negaron a reprimir. El hambre y la desesperación ha alcanzado a parte de la clase más protegida del país y se nota en las calles.
¿Hablamos entonces de un golpe de estado en curso? Dependiendo de los medios que consultemos, el alzamiento se ve como un intento de recuperar el hilo constitucional del país o como una táctica de intimidación organizada desde Washington. La situación es mucho más compleja, y precisamente por eso, todos los análisis han caído en la repetición del conflicto Estados Unidos-Oposición versus Rusia-Oficialismo. La posibilidad de una guerra civil o una guerra por proxy entre superpotencias en uno de los puntos estratégicos más importantes del planeta es real, pero se ignora de manera sistemática a los verdaderos actores, quienes padecen la tragedia de primera mano y no encuentran otra salida aparte de salir a las calles a defender el movimiento que les ha prometido un cambio: el pueblo venezolano.
Tras años de desabastecimiento, hiperinflación y varios meses de fallas generales en el sistema eléctrico, quienes padecen día a día las penurias provocadas por la ineficiencia del estado se han alineado con la figura de Guaidó como presidente encargado buscando una respuesta a las urgencias producto de la situación. Cada día aumentan las muertes en hospitales por falta de insumos y el índice de desnutrición se dispara. Nominalmente, Venezuela tiene el salario mínimo más alto de Latinoamérica, pero en términos prácticos, considerando el cambio real de divisas y el precio del mercado negro, dicho salario no supera las dos cifras. La apropiación del lenguaje de izquierdas por parte del estado para justificar sus acciones neoliberales han creado en el pueblo venezolano una especie de alergia a todo lo que huela a izquierda y reviviendo la nostalgia por los tiempos de dictadura de derechas. Aún así, el grueso de la población se ha desligado de la política partidista para transformarse en agentes activos de cambio y movilización. Desaparece así la estampa de un chavismo que había logrado unir a los sectores marginados en una pseudo-lucha contra la injusticia social, y aparece en escena un pueblo harto del chantaje, que no encuentra mejor alternativa que apoyar a Guaidó y esperar una posible transición que lleve a una mejora rápida de las condiciones de vida, sin importar el signo político de la misma ni quién esté detrás de ella.
Es innegable que Estados Unidos posee intereses en Venezuela que buscará defender y conquistar a toda costa, pero tiende a ignorarse que Rusia, China, Irán, India, Cuba y otras decenas de naciones que han recibido dinero y petróleo del régimen venezolano también necesitan defender su posición estratégica en el terreno global. Visualizar a Cuba sin el apoyo económico venezolano trae recuerdos del período especial, y a las naciones del Caribe sumidas de nuevo en la más absoluta pobreza, dependientes de la industria del turismo y de empresas privadas europeas y norteamericanas. La llegada de armamento y logística rusa al país aumenta la tensión y lleva a los Estados Unidos a considerar acciones más radicales que puedan ser condenadas internacionalmente. Al final, gane quien gane en el enfrentamiento indirecto, el verdadero perdedor siempre será el pueblo venezolano.
¿Es una intervención militar la solución para el país? La evidencia apunta a que sólo generaría un conflicto armado a mayor escala. Ni las fuerzas armadas venezolanas ni las milicias formadas por civiles sin ningún tipo de entrenamiento efectivo son capaces de defender al país. Sólo la intervención de otro país con músculo, presumiblemente Rusia, sería capaz de mantener al régimen en el poder. Hasta el momento, ni Guaidó ni los principales actores de la oposición han abogado explícitamente por dicha ruta, pero siempre existe la duda. ¿Será capaz Venezuela de recuperarse económica y socialmente al ritmo necesario para no continuar siendo un estado fallido tras una supuesta transición? Sin apoyo internacional, imposible. El FMI, herramienta de coerción, buscará reactivar el país a niveles de producción normal para que la estabilidad de la región no falle, pero el coste es desconocido. ¿Es capaz el actual estado venezolano de llevar al país a una recuperación? Veinte años de expolio y extractivismo confirman que no es su intención ni tienen la capacidad de hacerlo en este momento.
Finalmente, ¿es la presidencia encargada de Guaidó y la actual oposición política la vía correcta hacia una transición? Mucho se habla en todo el mundo acerca de la posibilidad de un cambio de régimen, un gobierno transicional de unidad nacional o el mantenimiento de Maduro en el poder. Desde Europa y occidente, las tertulias y análisis se centran en la política a gran escala y qué conviene a los partidos, gobiernos y empresas que, cómodamente y desde fuera, asisten a la masacre del pueblo venezolano mientras hablan de dignidad y lucha, o de progreso y renacimiento económico. Los intelectuales flexionan el músculo del colonialismo ideológico, enviando un mensaje de que no importa lo que los venezolanos deseen, la opción X es lo mejor, sea para mantener la pureza ideológica o con miras económicas a un país con potencial de desarrollo en el punto estratégico más codiciado de la región.
Pase lo que pase, son los venezolanos los que debemos decidir sobre su futuro, y son los venezolanos quienes padecemos el horror de la situación actual. Ni el paternalismo occidental ni la solidaridad automática de parte de la izquierda global con un estado asesino nos hacen favores. Sin la capacidad de pensar de manera crítica y con la firme negación a aceptar testimonios de venezolanos como válidos por su posición política, los opinadores ayudan poco a poco a cavar nuestra tumba. La única diferencia será la bandera que ondee sobre ella. Eso sí, no será la venezolana.
¡Qué vergüenza de artículo! ¿Lo habrá dictado Bolton?
Dice : «Para intentar entender Venezuela, olvidémonos por un rato de lo que nos han vendido como cierto los opinadores, los medios, y por sobre todo, los partidos políticos del estado español. Olvidémonos del análisis anclado en la Guerra Fría, del monopolio de la maldad del imperio norteamericano y de aquellos quienes ven en la Rusia neofascista de Putin algún vestigio de la Unión Soviética».
O SEA para empezar Venezuela no esta donde esta , esta en Asía , USA no está al lado , el dolar no existe, el petroleo y el dolar no tiene relación , tampoco perjudica a la moneda venezolana,. no apoyaron nunca ningún golpe en Venezuela….los papeles de wikileaks sobre López no existen . Este como la oposición venezolana ya solo repite lo que le dicen lo americanos.
Este personaje, es más activista de la burguesía que escritor. Su pluma se pega a la voz de su amo, y pone en igualdad la revolución Bolivariana, con un golpe de estado que no viene de ahora , llevan 20 años intentando por distintos medios cargarse de la forma que sea. ¿ por qué ese particular interés del Gobierno Trump ?. Desde que un militar mulato humilde llamado Hugo Rafael Chávez Frías llegara al Gobierno de Venezuela, que junto con él fueron millones de venezolanas y venezolanos marginados hasta entonces, tomaron el timón, emprendiendo el camino hacia la segunda Independencia. El movimiento bolivariano puso en marcha una transformación impensable; sacudió los cimientos de la sociedad neoliberal, emprendiendo un camino hacia el socialismo, dándole el poder al pueblo llano. Aunque la revolución bolivariana siempre ha tenido como objetivo la transformación del Continente. A través de estructuras supranacionales (ALBA, CELAC,UNASUR, Petrocaribe, Telesur… ) impulsadas por Venezuela y Cuba; la idea bolivariana de la «Gran Colombia» parecía posible 200 años más tarde y desde una perspectiva de izquierdas…
La revolución bolivariana puso en jaque la superioridad de los Estados Unidos de América en la América Latina… ¡ el patio trasero yanqui se vestía de rojo ! y no se podía permitir… Brasil, Argentina, Ecuador Honduras. Han sufrido las democráticas medidas en distintas versiones; todas ellas de una estupidez absoluta, además de generar toda una hambruna y matanzas, encarecimiento de la vida, con los clásicos enfrentamientos televisados, siendo consumidos allí donde hay que tapar los mismos sucedáneos pero con kilómetros de distancia.
Hay que decirle al señor «escritor» que: Aquí, ese relato es fascista vestido con la arrogancia del colonialista invasor de los valores, derechos, tierras y recursos que la madre naturaleza puso en Venezuela y todo su Continente Latino Americano. Lo visten de neoliberal los aduladores carroñeros al servicio de élites explotadoras de un capitalismo colonialista… Señor Adriá Baucá Baiona, no es imparcial, ni representa los valores democráticos de los derechos humanos universales, intoxicador apesebrado…
Simón bolívar libertador, teniendo sangre Vasca como usted… Esas son las diferencias, con esa contra al dictado de los Imperios Colonialistas del FMI al servicio del capitalismo depredador humano social !. https://uploads.disquscdn.com/images/bf3b482953e87e0adf0d87a1918d7f017fbb77e6070ebf42ec3a3d487f870bed.jpg https://uploads.disquscdn.com/images/441f18b36f0c9346601b724f4ae502ca5f89e8df1da01578c36bf5cdb547d011.jpg