Catalunya: Trincheras periodísticas, diálogo social
- Gran parte del espectro mediático español ha renunciado a explicar lo que ocurre en Catalunya, simplemente la usan como un enemigo al que combatir
- Las organizaciones sociales, sindicales, el arte y la cultura tienen una gran responsabilidad para abrir puentes de diálogo
Cuando en Catalunya el río suena, agua lleva, pero en muchas ocasiones las músicas que suenan por allí, suenan muy diferentes en el resto del Estado. La dificultad para entender los matices y la realidad de lo que ocurre políticamente en Catalunya es enorme. Algunos medios de comunicación mayoritarios y madrileños se atrincheran como si de un conflicto bélico se tratara, como si el independentismo (un 47% de la población catalana según las últimas elecciones) fuera un enemigo a combatir, y no un espectro con el que debatir. Un gran reto, derribar este lenguaje de confrontación y explicar lo que sucede en Catalunya a la población del resto del Estado.
La caverna mediática ha hecho de la información completamente sesgada su bandera nacional. El independentismo está viviendo unas tensiones enormes internas, pero esos matices, en la mayoría de las ocasiones, quedan sin explicar de una manera argumentada. En algunos medios sólo se aprovecha para mostrar las debilidades del "enemigo", no como un fenómeno político y social que explicar, sobre el que informar.
Así, queda poco claro que el origen de las disputas independentistas tienen varias causas, además de las competiciones partidistas que miden sus palabras y actos para no ser castigadas en futuros comicios. Una causa relevante, un debate encendido que se vive en buena parte de la sociedad catalana es el de las dos lecturas de lo que significó el 1-O: para unos, una movilización sin precedentes, en favor del derecho a decidir, para otros, un referéndum efectivo que obliga al Govern a materializar el resultado. De estas dos posturas, se derivan dos estrategias, como explica el periodista Roger Palà en elcrític.cat: una que busca la acumulación de fuerzas en la sociedad catalana para sumar una mayoría incontestable en favor de la independencia y otra insurreccional, que cree que materializando el resultado del 1-O y tensionando contra el Estado se conseguirá la independencia de una manera más rápida.
La vía insurreccional hasta ahora no ha dado resultado y esto está haciendo que los tres partidos independentistas (JxCat, ERC y CUP) estén faltando a sus promesas electorales del 21-D de materializar la república. Si leemos los programas electorales independentistas de diciembre y vemos qué han realizado estos partidos con mayoría absoluta en el Parlament, encontraremos grandes diferencias. Esto genera desafección ciudadana hacia la clase política, desafección de independentistas hacia independentistas. Hemos visto cómo esta semana las protestas que llegaron hasta el Parlament pedían la dimisión del president Torra y el conseller Busch.
La falta de empatía, de intentar explicar lo que ocurre en Catalunya por una gran parte del espectro mediático español, lleva a que parte de la sociedad española sea altamente manipulable, ya que sólo escuchan esos relatos, por las derechas de PP y Ciudadanos, partidos que apelan al nacionalismo español y a la bandera y a los que, como dice el periodista Enric Juliana, "les ha cambiado la vox". Hemos visto durante este verano un modus operandi en el tema de los lazos amarillos y de la inmigración contra el que la sociedad haría bien en vacunarse, para evitar futuros excesos sociales y el griterío ultranacionalista español: algunos políticos señalan un problema que (todavía) no existe; algunos medios repiten hasta la saciedad que ese problema existe; parte de la ciudadanía aprehende este mensaje y el problema se va convirtiendo en realidad. Que el problema catalán no se solucionará con un exceso de mano dura por parte del Estado es algo que se puede afirmar tan sólo mirando la resolución de conflictos políticos pasados en el mundo.
Cabe recordar que, antes del 1-O y, sobre todo, después de ver la brutalidad policial y represión del año pasado, una gran parte de la población española se mostraba a favor del derecho a decidir del pueblo catalán como forma de resolver el conflicto político y territorial. Fue el 3-O, tras una huelga general en repulsa de la represión con un seguimiento importantísimo en Catalunya, Felipe VI (hemos sabido esta semana que en contra de la opinión de Rajoy) decidió dar un discurso muy duro llamando a los poderes del Estado a cerrar filas en torno a la unidad de España. Ese discurso desconectó a la mayoría social catalana de la Monarquía y también a otros sectores de la sociedad del resto del Estado.
Las consecuencias de aquello son graves, el jefe del Estado apeló a todos los poderes. El PSOE, poco después, retiraba en el Congreso la iniciativa de desaprobación a Sáenz de Santamaría por las cargas policiales, el poder político se ponía firmes en la constitución del bloque monárquico del 155 de PP, PSOE y Cs. Las empresas agilizaron su salida de Catalunya, el poder económico, cuando el día 6 de octubre desde Madrid se facilitaba legislativamente su movilidad. La doctrina Llarena se agilizó, el poder judicial, que deja en evidencia la falta de escrupulosidad judicial española si lo contrastamos con la situación de las personas procesadas en otros países. Los principales medios de comunicación cerraron filas. Llama la atención el cambio de línea editorial que se produjo en algunos medios, autodenominados progresistas, durante aquellas horas.
¿Los medios de comunicación? Sí. La Secretaria de Estado de Comunicación del Gobierno de Rajoy, Carmen Martínez Castro, dos días después del discurso del Rey, el 5 de octubre, en un acto ante periodistas dio las gracias a la prensa madrileña por el papel que estaba jugando para evitar la embestida independentista. Si el Gobierno agradece la labor de los medios: ¿son medios independientes y oficiosos? Los medios de comunicación españoles cerraron el relato, un relato casi bélico, con un enemigo señalado, aumentaba el nacionalismo español, los balcones se llenaron de banderas de España, grandes dosis de información se habían convertido en propaganda. El nacionalismo funciona mejor con un enemigo acotado. Era complicadísimo que entrara un mensaje objetivo de lo que ocurría en Catalunya, de los debates, dudas y anhelos de centenares de miles de personas, al resto de la población española. Cada vez más incomunicación y menos empatía.
Decíamos que hay una parte del independentismo que apuesta por ampliar la base social para lograr la autodeterminación. Esta base incluye a no independentistas, claro. Gente que comparte unos valores democráticos, en contra de la represión policial y jurídica, que anhela un horizonte republicanos. Una tarea pendiente de independentismo es conseguir explicarse, más allá de Catalunya, ante un panorama mediático claramente hostil, al resto de la población del Estado, a sus vecinos. Un diálogo social, entre organizaciones sociales, sindicales, políticas, movimientos sociales. El humor, el arte, la cultura... El catalán centro Iridia para los derechos humanos lleva a cabo su campaña más allá de Catalunya en contra de las balas de goma, en contra de la Frontera Sur, algo que le hace confluir con otros movimientos del Estado. La solidaridad por las personas refugiadas rompe la frontera entre Catalunya y España. Cabe citar la iniciativa Diálogos entre Catalunya y Andalucía que tendrá lugar a finales del mes de octubre.
La búsqueda de horizonte común, que sea capaz de poner en contacto a personas y de romper el bloqueo informativo generado por los poderes del que, hasta hace poco tiempo, se le denominaba el Régimen del 78. Que explique que el 1-O fue el mayor momento de ruptura, precisamente, con el Régimen del 78, probablemente a la altura del 15-M, puede favorecer a ampliar la base republicana, fraterna entre pueblos, a favor del derecho a la autodeterminación de los mismos. Lo contrario, fortalece a quien tiene el poder y los medios de comunicación. Y si abrimos el plano y miramos un poco más allá de los Pirineos, comprobaremos que no es buen momento para que los valores republicanos no se entiendan y dialoguen y se pongan en común, más allá de las aspiraciones nacionales de las personas que los poseen.
Solo hace faltar leer cierta prensa o mirar algunos canales de televisión para
darse cuenta de como está cuajando la «cultura» del «a por ellos….». Por
catalanofobia tenemos que entender el rechazo a todo lo que sea catalán y esta
actitud no es nueva e históricamente se ha caracterizado por su apasionamiento,
amplitud y su radicalidad poco racional, mucho más sentimental que analítica.
Está siempre justificado por la negativa a aceptar la diversidad identitaria
hispana por parte de ese unitarismo fascista que forma parte fundamental del
ADN españolista y así su defensa aparece como una prioridad que pasa por
delante de cualquier derecho político y libertad democrática. Es necesario
denunciar el actual estallido de catalanofobia porque esa incitación al
patriotismo español más soez, se utiliza descaradamente para ganar votos por
parte del Partido Podrido, sus Socioslistos y C’s. Fachas, para enmascarar la
corrupción y justificar medidas que ponen en peligro la vida democrática. Un
hecho que no deja de sorprendernos es la cantidad falsos intelectuales y
«opinadores» de baja estofa de Madrid, que se han subido a este carro o se
mantienen pasivos ante la actual vulneración de las libertades fundamentales,
la judicialización de la política y la imposición de un autoritarismo
centralista. Los fascistas, bocachanclas e impresentables que abundan entre
los tertulianos de «La Noche en 24 horas» en TV1, comparan a Quim Torra con los
terroristas de ETA o al genocida Milosevic por cuatro twits contra ellos. Como
se puede ser tan miserable, ruín, mezquino y manipulador?. Intolerable y
vergonzoso. Si me pegan, me divorcio. Som República !!*!!