El homo consumidore

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Patricia García, miembro de No+Precariedad

Les voy a contar la historia de cómo ha sido el reciente descubrimiento de una nueva especie de ciudadano de a pie, el Homo consumidore.

Los primeros en avistar este milagro de la naturaleza socioeconómica han sido algunos políticos. Pongamos por ejemplo que nuestro explorador pionero se llamaba Albert. Ahí estaba él, en mitad de la floresta, sombrero de explorador, pantalón caqui y mapa en mano, buscando construir la vía de la liberalización. Allanando bien el camino a sus espaldas por si se suman otros. Al fin y al cabo patrocina la expedición FAES, que dice, por la experiencia de otra iniciada en el sur, que tres ya no son multitud. Y porque claro, la senda que ahora recorre está a medias transitada, tiene alguna que otra ley que no se cumple, pero en un futuro va a ser una bonita autovía llena de vehículos negros, sin leyes ni normas, para que puedan circular todas las especies libremente.

Eso es lo que Albert lleva anotado en una libretita para decir si le preguntan, porque en realidad, lo que no cuenta es que los buitres, que ya han empezado a hacer de las suyas en algunas partes de la jungla (como circular por ese camino sin hacer caso a las leyes), pretenden poner unos buenos peajes a la autovía de la liberalización cuando por fin esté construida. Es la ley de la selva.

En esas llevaba algún recorrido andado este ilustre ciudadano cuando, de pronto, se encuentra un problema en el camino. Frente a él, haciendo retumbar el suelo y levantando gran polvareda, había una manada de taxistas de diferente pelaje, blanco, negros, con rayas rojas, verdes, o azules, y en general desgreñados y 'malolientes' para su gusto. Todos apilados como un bloque, defendiendo el avance de Albert con una determinación como si de ello dependiese su futura declaración de especie protegida o en peligro de extinción.

Albert mira el mapa sin saber muy bien que hacer. “Menudo contratiempo” piensa, “con lo bien que iba todo, y les da por organizarse contra el progreso”. Así que un poco frustrado se pone a caminar hacia las lindes del camino, rascándose la cabeza bajo el gorro y murmurando. Y justo es en ese momento cuando los avista. En un claro, en mitad de la floresta hay un grupo de gente que no consigue identificar. A sus ojos parecen asustados, como un rebaño de ovejas que necesitase un pastor. Albert llega a la conclusión de que es una especie inédita, no descubierta anteriormente, jamás vista, y que también parece afectada por esa panda de taxistas brutos que cortan la senda hacia el futuro, hacia la evolución. Y como además concluye que no pueden valerse por si mismo, decide ser él por supuesto quien los lidere. Pero para ello deben tener un buen nombre a la altura de las circunstancias, serán los Homo consumidore.

Como había previsto, a esas alturas de la película, y como la manada de taxistas no cede un palmo del terreno, a Albert se han unido dos nuevos compañeros de camino, Pablo y Santiago, que son hombres de bandera y como él creen en el paraíso. Hace tiempo que llevaban planeando una expedición como esta, de hecho ya habían abierto vías similares en otras zonas de la floresta. Empieza a caer el día y los buitres se han hecho visibles, sobrevolando por encima de la cabeza del trío. Parece evidente que para atravesar el muro de taxistas van a necesitar a los Homo consumidore.

En mutuo acuerdo, como suele hacerse en estas expediciones, deciden que la primera toma de contacto la haga alguien de algún medio amigo. Los buitres, que siguen sobrevolando la escena, asienten conformes con la decisión, que para eso han puesto nidos en muchos sitios. Así que allá va un reportero, micrófono en mano con un número borroso que no se sabe bien si es un 6 o un 3 o 5 estrellas lo que tiene estampado bajo la alcachofa. Se acerca al grupillo de la recién descubierta especie con decisión y le lanza una pregunta a una de las mujeres del grupo. “Señora, ¿qué opina usted del corte en el camino que está haciendo esa manada de taxistas?”

Pero ¡oh, sorpresa! Resulta que no, que ni está molesta, ni es una nueva especie ni nada parecido. Los individuos que aguardan en el claro forman parte del Homo trabajadore de toda la vida. Vamos, que allí hay desde algún pensionista hasta profesoras, personal de sanidad, bomberos, estudiantes... El reportero baja el micrófono contrariado y Albert, Pablo y Santi le hacen gestos desde el camino con las manos para que corte.

Es lo que tiene cuando no te preocupas por algunas especies, que te olvidas de cómo son y puedes llegar a confundirlas con lo que quieres que sean. Y por supuesto, no estaban allí para intentar pasar al otro lado y asfaltar la vía de la liberalización con un balido, estaban para ponerse junto a los taxistas, que al fin y al cabo son también de la misma especie, y temen como todos ellos acabar siendo carroña para los buitres. Menuda cara se le quedó al trío.

Moraleja: Yo les prometí al principio del relato que les iba a contar la historia de cómo han descubierto al Homo consumidore. Pero el Homo consumidore es el Homo trabajadore. No dejen que les cuenten historias.

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