Erdogan en Rojava

  • "La operación militar de Erdogan en el Kurdistán sirio revela toda la complejidad del “desorden global” posterior a las revueltas y revoluciones “árabes” de 2011"
  • "Perseguir a los kurdos siempre ha sido muy funcional para los gobiernos de la zona; utilizarlos y abandonarlos, muy útil para las aspiraciones intervencionistas"

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La operación militar de Erdogan en el Kurdistán sirio -una invasión en toda regla- revela en realidad toda la complejidad del “desorden global” posterior a las revueltas y revoluciones “árabes” de 2011. Por eso me preocupa percibir en muchos de los análisis una cierta tendencia a reducir la cuestión a los desafueros de un dictador islamista que estaría reproduciendo el secular nacionalismo militar turco contra los revolucionarios kurdos, ese infeliz pueblo desparramado por el Oriente Próximo que los gobiernos regionales, los menos democráticos del mundo, consideran una amenaza para su integridad mafiosa y elitista.

Habría que aclarar algunos extremos. Erdogan no es un dictador o solo a medias; su innegable deriva autoritaria, cuya evolución requiere un análisis minucioso sobre el terreno, no puede hacer olvidar que ha ganado las elecciones presidenciales y -más importante- ha perdido las municipales en Estambul, dato que no puede desvincularse quizás de su decisión geoestratégica en Rojava. Turquía, miembro de la OTAN, eterno aspirante a la UE, es un régimen tan democrático -lo que quizás no es mucho decir- como España, aunque en un contexto geopolítico en el que las leyes de excepción y las medidas represivas van acompañadas además de acciones militares contra los independentistas kurdos (una suerte de artículo 155 armado). Me da mucho miedo pensar (tanto que sacudo la cabeza para expulsar este pensamiento) que algunos de nuestros gobiernos posibles, en circunstancias semejantes y con las manos libres, tomarían en España, contra el “terrorismo” y el “separatismo”,  medidas muy parecidas a las de Erdogan en Turquía y Siria.

Hay que recordar enseguida que el autoritarismo criminal de Erdogan es, en efecto, una “deriva”; es decir, que había otros Erdogan posibles, menos agresivos y más democráticos, descarrilados por una combinación fatal de errores propios y avatares geoestratégicos crecientemente enredados. Recordemos, por ejemplo, que el gobierno de Erdogan fue el primero en décadas que emprendió negociaciones serias con los kurdos del PKK. Las prometió ya en 2005, las hubo en 2009 y las hubo en 2011. Las hubo, sobre todo, en 2013, ya en plena crisis siria, cuando el jefe de los servicios secretos turcos y el líder del PKK, Abdulá Oçalan, se reunieron en la cárcel para llegar a un acuerdo que contemplaba, por parte turca, la liberación de presos y la reforma constitucional. En vísperas de las elecciones de 2014 y en un contexto en el que el “modelo AKP” parecía imponerse dulcemente en los países sacudidos por la “primavera árabe” (Libia, Túnez, Egipto y previsiblemente Siria) Erdogan no sólo podía permitirse tolerancia sino que estaba obligado a reformas democráticas que incluían, como un factor de estabilidad y hasta de prestigio, la solución de la “cuestión kurda” mediante la concesión, entre otras propuestas, de un “régimen de autonomía”.

Pero los acontecimientos se precipitaron: la derrota del modelo turco frente al saudí, mucho menos democrático (pensemos en Hafter en Libia y en Sisi en Egipto), el coqueteo con los yihadistas a medida que el fracaso del Ejército Libre Sirio se hacía más patente, la gestión de tres millones de refugiados en la frontera y, en el interior, la crisis económica y el creciente descontento de opositores y aliados con el colofón del golpe de Estado de 2016, pusieron a Erdogan contra las cuerdas, en una situación en la que la tentación de un contra-golpe autoritario se impuso de manera casi natural, con las consecuencias que ya sabemos. Ese contragolpe se tradujo, en política exterior, en un acercamiento a Rusia e Irán, países que ocupan Siria en apoyo de la dictadura asadiana, y en un correspondiente distanciamiento respecto de los EEUU. En política doméstica esta “deriva” estratégica llevó a una ruptura de las negociaciones con el PKK, a una renovada persecución de los partidos kurdos y ahora a una extensión al exterior de este retoñado nacionalismo militarista turco: Erdogan se otomaniza, a despecho de su proyecto original, buscando solucionar sus problemas de legitimidad local fuera de casa, contra los kurdos sirios del PYD, muy próximos a los kurdos turcos del PKK. Erdogan ha ido cediendo, como todos, a la des-democratización global -siempre necesitada de enemigos internos- y los kurdos son sin duda las víctimas más cercanas y más rentables para jugar este papel.

Perseguir a los kurdos siempre ha sido muy funcional para los gobiernos de la zona; utilizarlos y abandonarlos muy útil para las aspiraciones intervencionistas de las grandes potencias. Ahora bien, el avispero geoestratégico es esta vez tan impudoroso como enrevesado. Los EEUU de Obama impidieron la caída de Kobane en manos del ISIS y apoyaron militarmente a los kurdos sirios, sin los cuales jamás se habría hecho recular al yihadismo; los EEUU de Trump facilitan ahora la invasión turca y la más que probable dispersión de los prisioneros del ISIS. Pero nada de esto habría sido posible -hay que subrayarlo- sin la autorización de Rusia, llave de todas las puertas en la Siria de Bachar Al-Asad. A los “anti-imperialistas” sumarísimos les costará mucho trabajo encajar -incluso nombrar- esta real locura en sus cuadrículas mentales: la intervención de EEUU salvó a “sus” kurdos, la retirada de las tropas estadounidenses los condena ahora; y son “nuestros amigos rusos” los que se los entregan a Erdogan para que acabe, a sangre y fuego, con la interesante y esperanzadora experiencia de Rojava. Como recuerda mi amiga Leila Nachawati, lo que está mal, en todo caso, no es que entre unos y otros eliminen a gente buena, comprometida y afín, como si otras gentes y otros pueblos “mereciesen” ese trato, sino que Turquía, con la complicidad de Rusia y de EEUU y la pasividad de Europa, está violando el derecho internacional y los derechos de los pueblos, violaciones que nunca -nunca- han traído al mundo más que sufrimiento humano y caos geopolítico.

Evocando al viejo Fouché, hay errores que son peores que crímenes. O crímenes que son además espantosos errores. El admirado opositor sirio Yassin Al-Haj Saleh escribía ayer en un post de Facebook que la invasión turca del Kurdistán sirio constituye un múltiple peligro y tiene razón. Es un peligro para los kurdos, claro, pero también para los árabes, y ello en la medida en que complica aún más las relaciones recíprocas y dificulta la reconstrucción de cualquier proyecto sensato y democrático para Siria; es un peligro porque legitima el régimen brutal de Bachar Al-Asad, naturalizando, como un mal entre otros, su barbarie inhumana; es un peligro para la propia Turquía, que de esta manera acelera su descomposición interna, tanto en términos políticos como económicos; es un peligro para los refugiados, expuestos a los sentimientos hipernacionalistas de una Turquía en guerra y  convertidos en “moneda de cambio”, como se ha visto, con la UE; es un peligro asimismo porque beneficia al Estado de Israel, gran pescador en el fango, legitimando de paso sus desmanes pasados, presentes y futuros en Gaza y en el Líbano; y es un peligro, sobre todo, porque la guerra, como dice Saleh, es siempre el más grave error: además de destruir casas y vidas, impide que los pueblos e individuos de la región afronten a sus verdaderos enemigos, el “fascismo” laico y el “fascismo” religioso”, cuya connivencia pugnaz, explotada por las potencias y subpotencias volcadas en Oriente Próximo, reprimen una y otra vez la voluntad de paz y democracia en Siria y en todo el mundo.

2 Comments
  1. Richi says

    Me decepciona profundamente la deriva de Santiago Alba, mas por el compendio de medias verdades que entrelaza para justificar otro genodio por parte de turquia {el anterior, el armenio): turquia, jumto a arabia saudi, israel y eeuu alimentaron y apoyaron al isis en su estrategia de destruir siria. Dentro de eso, un apoyo a los kurdos sirios, cuando estos pararon al isis, era obligado, porque eeuu se baso en la aparicion del estado islamico para meter sus tropas en siria. Rusia juega con la ambivalencia de su apoyo a siria y a turquia, clientes y vecinos. Siria, supongo que contenta que turquia le arregle el problema del autogobierno kurdo. Europa, incomoda por un genocidio del que seremos responsables, con nuestros ejercitos defendiendo las bases desde donde ataca turquia.
    Erdogan utilizo el nacionalismo turco tras perder y repetir las elecciones, muy democratico no es, aunque en eso tienes razon, no estamos para alardear.
    No hay ninguna justificacion para ese ataque, el recurso al terrorismo, inprobsdo y de un regimen que lo apoya cuando le interesa, como eeuu no es excusa.

  2. PARCE says

    Pero dónde, Alba Rico, «justifica» un genocidio en el artículo? Es curioso que «Richi» utilice la misma palabra del autor para descalificarlo: ‘la deriva de S.A.R ‘, dice.
    Precísamente con esa palabra Santiago aclara el cambio de postura de Erdogan y su posterior conducta.
    [Hay que recordar enseguida que el autoritarismo criminal de Erdogan es, en efecto, una “deriva”; es decir, que había otros Erdogan posibles, menos agresivos y más democráticos, descarrilados por una combinación fatal de errores propios y avatares geoestratégicos crecientemente enredados.]
    Dónde está la ‘justificación’ de Alba Rico al genocidio por parte de Turkia?
    Leen mal, «de mala fe», o » mala leche», como dicen nuestros peninsulares, cada vez cuando critican a este autor Por qué será?

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